Jorge, el barilochense que trasladó su experiencia en el área aeroespacial a Estados Unidos

Jorge Nahuelpan saltó de la escuela técnica pública de Bariloche a trabajar en la integración mecánica de satélites durante 16 años en Invap. Desde hace tres años, trabaja para Skyloom.

Detrás del lanzamiento de un satélite, hay todo un trabajo minucioso de construcción y desarrollo, pero también de integración mecánica y alineación de los componentes de alta precisión. Una vez lanzado, no admite correcciones. No hay margen de error. Por eso, este paso previo garantiza que un satélite pueda ponerse en órbita correctamente.

Luego de egresar la escuela técnica pública en Bariloche, Jorge Nahuelpan tuvo la oportunidad de entrar a trabajar en Invap, empresa de alta tecnología, donde a lo largo de 16 años, participó del ensamblaje de satélites como ARSAT 1 y 2, SAOCOM 1A y 1B, SAC-D/Aquarius y SABIA-Mar. Hoy, con 38 años, trabaja para Skyloom, fundada por los ingenieros argentinos Santiago Tempone y Marcos Franceschini en Estados Unidos. Se trata de una compañía dedicada al desarrollo de terminales de comunicación láser para satélites.

Trabajó 16 años en Invap. Foto: gentileza

Durante los primeros años de la secundaria, Jorge sentía fascinación por cómo los alumnos del colegio industrial de Bariloche armaban las carrozas en los encuentros de estudiantes. O diseñaban kartings. Sin dudarlo, se anotó y entró por sorteo. Supo que había tomado el camino correcto. Con el paso del tiempo, las noticias sobre los desarrollos de Invap le despertaron la misma intriga y atracción. Era el lugar donde quería estar y lo logró. Al finalizar la escuela media, ingresó al área aeroespacial para trabajar en la integración de satélites.

¿Cómo logró que Invap lo contratara, apenas con un título secundario? “Empezaron a tomar gente joven porque se dieron cuenta que quienes sabían hacer las cosas se estaban poniendo muy grandes. Yo fui una especie de alumno de muchos que ya estaban por retirarse. Recuerdo a Rubén, una especie de mentor que me guió en todo este camino”, manifestó.

Jorge tiene 38 años. Inició su carrera en el área aeroespacial a partir del ingreso a Invap. Foto: Alfredo Leiva

Cuando Jorge empezó a trabajar para Invap en 2007, la empresa tenía apenas 400 empleados. Dos años después, duplicaba ese número y hoy, son 1800.

¿Qué le atraía de ese mundo? Todo aquello que tuviera que ver con mecanismos y tecnología le despertaba curiosidad. “De muy chico, me gustaba desarmar juguetes y hacer cosas nuevas”, confió. En esos primeros años, se inscribió en la carrera de ingeniería mecánica de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) pero no terminó: “Veía el trabajo que hacían mis compañeros ingenieros y me cerraba mucho más el trabajo que venía desarrollando yo. Opté por continuar con la parte técnica manual y no tanto en la parte de diseño y análisis”.

Trabajó 16 años en Invap. Foto: gentileza

La mayor parte de su trabajo a lo largo de esos años se desarrolló en “el cuarto limpio en integración mecánica de satélites”, un área controlada a la que comparó con un quirófano. “Usamos barbijo, cofia, galocha, guantes, pulseras de control antiestático. También está controlada la cantidad de luz que reciben los bancos de trabajo y se controla la humedad -a menor humedad, la descarga estática es más fácil-”, detalló. Por otro lado, siempre debe haber una presión positiva en el cuarto para que el aire fluya hacia fuera y no hacia adentro.

Lo más emocionante, admitió Jorge, es “saber que estás tocando algo que irá a parar al espacio. Nos dan las piezas, los documentos, los planos y, es como tener un lego caro. Pero el valor agregado es que no tenemos margen de error. Es todo un desafío”.

El lanzamiento del satélite es otro capítulo. El primero que experimentó Jorge fue el de Arsat 1, el satélite de comunicaciones geoestacionario, en Guyana Francesa el 16 de octubre de 2014, a las 6.43 de la tarde. Ya no había mucho por hacer y esos momentos previos, describió, se viven como «el momento crítico”.

Estudió en el colegio industrial de Bariloche. Foto: Alfredo Leiva

Al llegar al lugar del lanzamiento, el satélite debe ser colocado “en posición”, se hacen todo tipo de ensayos y se despliegan los paneles solares y las antenas. “Desde Bariloche hasta Guyana hay unos 8.000 kilómetros que incluyen dos aterrizajes y transporte en ruta, de modo que hay que ver si el satélite lo soportó bien y si funciona. Por eso, tantas pruebas. Además, debíamos hacer lo que se llama la vinculación entre el satélite y el lanzador”, especificó.

Recordó que esa tarde de 2014, tenía una ubicación bastante cercana al lugar del lanzamiento. “Sentimos la onda expansiva del cohete cuando estaba propulsándose. Se sentía esa fogata. Y no sabías si temblabas por la onda expansiva o por los nervios para que todo saliera bien”, reconoció. La incertidumbre era inmensa porque si ese lanzamiento había sido exitoso con la puesta en órbita, lo sabrían recién tres meses después. “Con el lanzamiento del SAC-D fue diferente porque a la hora ya había algún dato acerca de cómo había abierto los paneles”, mencionó.

Jorge prefirió el trabajo técnico manual. Foto: gentileza

Tres años atrás, este barilochense desembarcó en Estados Unidos en busca de nuevos horizontes. “Durante la pandemia, algunos nos pusimos a pensar demasiado. Lo cierto es que el ritmo de Invap, después del furor de los Arsat y Saocom, había caído bastante. Era lógico: solo íbamos a trabajar algunos días a la semana y otros días, hacíamos remoto. Ahí empecé a evaluar alternativas en el exterior. Skyloom estaba en California, Estados Unidos, que me resultaba familiar. Y lo cierto es que las grandes ligas de la industria tecnológica están allá. Me contrataron para hacer el mismo trabajo que en Invap, aunque con terminales de comunicación láser”, describió este hombre que pasa sus días de vacaciones en Bariloche.

Jorge reconoció que, en su contratación, pesó la experiencia acumulada en 16 años. “Pocos países pueden construir y desarrollar satélites geoestacionarios como los Arsat. Son ocho países en total”, advirtió.

Hoy sigue abocado a la integración mecánica aunque aclaró que su contrato le impide brindar “detalles de sus tareas”. “Espero poder seguir desarrollándome en el área. No son muchas las empresas que se dedican a esto y por ahora, estamos adelante. El futuro es la comunicación láser: sucede que la comunicación que tenemos por radiofrecuencia ya está en su límite”, planteó. La llamada “tecnología de frontera” va a permitir que los satélites se comuniquen entre sí de forma mucho más rápida y eficiente.

Desde hace tres años, vive en Estados Unidos. Foto: gentileza

¿Quedan sueños por cumplir? Jorge se considera un privilegiado en su campo laboral. Admitió que aún queda el desarrollo personal como formar una familia con Carolina, su pareja, que lo espera en Bariloche.


Detrás del lanzamiento de un satélite, hay todo un trabajo minucioso de construcción y desarrollo, pero también de integración mecánica y alineación de los componentes de alta precisión. Una vez lanzado, no admite correcciones. No hay margen de error. Por eso, este paso previo garantiza que un satélite pueda ponerse en órbita correctamente.

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