Julia y sus hijos dieron pelea: viven en una casa en Bariloche desde 1936 y hoy estaba previsto un desalojo
Julia Chavez y su familia viven en Onelli al 1700 desde 1936. Sin embargo, años atrás, firmó unos papeles sin darse cuenta que transfería su propiedad. Hoy cientos de vecinos se congregaron en el lugar para evitar el desalojo que finalmente se suspendió.
Este jueves a media mañana, con una temperatura de apenas 2 grados, Julia llegaba a su casa en la calle Onelli al 1700, desde Tribunales, sin saber que la esperaban cientos de personas en la vereda y en el patio de su casa. «¡Julia no se va!, ¡Julia no se va!«, tarareaban una y otra vez. La mujer de 74 años no pudo evitar el llanto, conmovida. Quienes la aguardaban tampoco. Se fue abriendo un camino entre la multitud en la vereda para que pudiera pasar. Pero avanzaba a paso lento porque se trenzaba en un abrazo con cada cara conocida que veía.
A partir de las 8.30, los vecinos comenzaron a concentrarse en la casa de Julia Chavez decididos a evitar el desalojo previsto para este jueves. Tres de ellos reunían firmas. Carteles por todos lados repudiaban el intento de desalojo.
Julia y uno de sus 10 hijos concurrieron a declarar a primera hora con la esperanza de revertir la decisión judicial que no les permite dormir desde hace semanas. Minutos antes de las 10, llegaron a Onelli y Mascardi y dieron la noticia que fue celebrada por la gente.
«Nos notifican de la Defensoría Pública que se suspende la medida de desalojo hasta nuevo aviso«, lanzó Pablo, el hijo de Julia, con la voz quebrada por la emoción. «El desalojo es provisorio -añadió-. No sabemos cuánto tiempo nos dan. El abogado de los estafadores quiere un acuerdo para ver cuándo nos podemos ir pacíficamente». «¡Nunca!», gritaron muchos.
Pablo continuó: «Nos ofrecen que decidamos cuándo nos queremos ir tranquilos. Es nuestra casa; no nos vamos a ir. Esta guerra sigue, no ganamos. Acabamos de empatar una batalla. No hay que bajar los brazos«.
«La casa de Julia no se vende, no se entrega. Se defiende», se leía en uno de los tantos carteles que levantaba la gente que concurrió a la casa de Julia en muestra de apoyo. «No al desalojo. Familia desde 1936» decía otro cartel enorme pegado en el frente de un comercio ubicado justo frente a la casa. Los vehículos circulaban lentamente por la calle Onelli tocando bocina en señal de apoyo.
Viven en Onelli desde 1936
El conflicto por la vivienda de Julia se remonta a la década del 90. Pero la historia de la familia Chavez en ese lugar comienza muchos años antes. «Mi mamá vivió en este lugar toda su vida. Llevamos más de cien años acá. Lo heredó de su padre que, a su vez, lo heredó del suyo. Hoy mi mamá, mis tíos y dos hermanos viven en este predio», contó Belén Chavez, una de sus hijas, conmovida por las muestras de apoyo a su familia.
Julia tuvo diez hijos. Los crió sola. En 1992, una de las niñas murió. «No teníamos recursos para paliar el sepelio. Nosotros asistíamos mucho a la parroquia Santo Cristo y entonces, una familia de la comunidad salesiana se acercó a mi mamá para ofrecerle ayuda. Ofrecieron ayudarla a solventar los gastos del velatorio y le propusieron alquilarle la parte de adelante de la propiedad para vender piedra laja», afirmó Belén.
Dijo que «con la excusa de pedir la habilitación para comercializar piedra laja, la hicieron firmar un papel por el cual mi mamá, sin darse cuenta, transfirió la propiedad. En ese momento, estaba en una situación de absoluta vulnerabilidad y se pensó que solo firmaba el alquiler«.
Esa gente, agregó, trabajó unos cuatro meses en el lugar hasta que finalmente desapareció. «Ahora, de golpe, nos encontramos con un pedido de desalojo para hoy. Mis hermanos fueron a abogados, pero los jueces nunca nos escucharon y nos cerraron las puertas», fustigó.
Julia transitó las últimas semanas sumida en una fuerte angustia ante la incertidumbre. «Tiene la contención de todos sus hijos y nietos, pero está muy deprimida. Con nuestro reclamo, apareció mucha más gente que fue estafada por estas personas de la comunidad salesiana. Acá estamos para dar batalla: si vienen a desalojar, nos tendrán que sacar a todos», manifestó.
Mariela Guerra fue una de las tantas vecinas que concurrió a la casa de Julia esta mañana. «En esta casa, crió a sus diez hijos. Era enfermera y ayudaba a la gente sin cobrarle un peso. Curaba el empacho, por ejemplo. Siempre tuvo las puertas abierta de su casa tan humilde para todo mundo. No vamos a permitir que la desalojen«, cuestionó.
Este jueves a media mañana, con una temperatura de apenas 2 grados, Julia llegaba a su casa en la calle Onelli al 1700, desde Tribunales, sin saber que la esperaban cientos de personas en la vereda y en el patio de su casa. "¡Julia no se va!, ¡Julia no se va!", tarareaban una y otra vez. La mujer de 74 años no pudo evitar el llanto, conmovida. Quienes la aguardaban tampoco. Se fue abriendo un camino entre la multitud en la vereda para que pudiera pasar. Pero avanzaba a paso lento porque se trenzaba en un abrazo con cada cara conocida que veía.
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