La casa de té galés en Trevelin que ofrece revivir tradiciones y sumergirse en la historia

Nain Maggie celebró 50 años. Es la parada obligatoria que ningún turista quiere perderse en esta localidad.

Una mezcla de ansiedad y fascinación se advierte entre la gente cada vez que la moza dispone la tetera en la mesa y dos bandejas repletas de delicias. La oferta repostera es tan abundante que genera, muchas veces, las risas de los comensales. El salón está repleto de gente, afuera del local hay una hilera esperando que alguna mesa se desocupe. El recambio es constante.

En los últimos años, Trevelín transita octubre y noviembre como una temporada alta, gracias al campo de tulipanes, mejor aún que el verano. La casa de té galés Nain Maggie celebró 50 años de historia y tradición y, es una parada obligatoria en el recorrido por Trevelin.

«Somos descendientes de galeses por parte de madre, Lucía. Nuestro abuelos fueron de las primeras familias en llegar al valle en noviembre de 1891. La idea de abrir esta casa de té fue de mi padre porque mi madre mantuvo la tradición de hacer varias recetas. En honor a su abuela le puso este nombre a la casa de té«, contó Javier de la Fuente, que conduce Nain Maggie junto a su hermana Susana.

Nadie quiere perderse la ceremonia del té galés. Foto: Marcelo Martinez

¿Qué significa el té galés para esta familia? No es simplemente una merienda sino un momento de encuentro familiar. Ahora, a través de Nain Maggie esta familia transmite sus costumbres poniendo el acento en la historia del pueblo.

La migración inicial de galeses se estableció en la costa de Puerto Madryn en 1865, atraídos por el interés del gobierno argentino en poblar la Patagonia. Se instalaron en el valle inferior, Trelew, Rawson, Gaiman. Luego, formaron parte de una expedición hacia la cordillera en 1885, dirigida por el gobernador Luis Jorge Fontana. Encontraron un valle fértil -hoy Trevelin- donde se instalaron. «Lo llamaron en galés Valle Hermoso. Era una zona verde, un valle harinero, triguero, un valle productivo. Los pueblos originarios ya estaban instalados acá. Y en 1902 se hizo un plebiscito entre los pobladores que eligieron ser argentinos y no chilenos», recordó Javier.

La casa de té abre por la mañana de 9 a 11 y por la tarde de 15.30 a 20. Cuesta 32 mil pesos. Foto: Marcelo Martínez

Naim Maggie nació, coinciden sus hijos, gracias «a la buena mano» que Lucía tenía para las tortas. Ahora, alejada de la actividad por la edad -tiene 88 años-, Javier y Susana sostienen el emprendimiento familiar. Sin embargo, las hijas de Javier tomaron caminos diferentes, de modo que el futuro del local es incierto.

«En el afán de hacer algo en tiempos algo difíciles, arrancamos con la casa de té en 1975. El té que servimos es correntino, de las tierras coloradas. Uno de los mejores té del mundo. Lo llamamos té galés por el modo de acompañarlo. El té, para nosotros, significa el momento de reunión de la familia. Con Javier, nos criamos con esto. De joven, pensaba: ‘Ni loca me dedico a esto’. Pero el tiempo pasa, uno va creciendo y acá estamos», comentó Susana.

La casa de té abre por la mañana de 9 a 11 y por la tarde de 15.30 a 20. Cuesta 32 mil pesos. Foto: Marcelo Martínez

Javier está a cargo de la elaboración, de la cocina. «Ofrecemos el típico té galés preparado con una variedad de pan blanco e integral. Usamos la harina del molino Nant Fach, ubicado a 22 kilómetros, que funciona como los viejos molinos de la época a través de agua. Es un engranaje de madera muy interesante», añadió. Además, ofrecen scons salados y dulces y cinco variedades de torta que siempre cambian: la torta negra, la típica galesa y la tarta de crema de leche son las dos especialidades de la casa de té.

Los hermanos de la Fuente consideran que tomar el té es «toda una ceremonia». No solo se trata de degustar sino de escuchar la historia del lugar -si es que a la gente le interesa-, escuchar música y disfrutar del lugar. «La idea no es que sea algo de paso, que entres y te vayas rápido sino que te tomes el tiempo que necesites para degustar sabores, charlar y disfrutar», dijo Javier.

Foto: Marcelo Martinez

En octubre y noviembre, Nain Maggie desborda de gente. La mayoría proviene de Esquel y Trevelin aunque la mayor afluencia es de Rosario y Buenos Aires. «Llegan de todos lados. Esta mañana, por ejemplo, recibimos un grupo de noruegos que venía de visitar el campo de tulipanes. Es nuestro mes de temporada alta«, contó Javier.

En el programa turístico, nunca falta una escapada a la casa de té. «La gente viene a buscar tradiciones. También hay algunas personas que no conocen y no les cae bien que no tengamos carta o que no sirvamos café. Pero acá mantenemos una costumbre», concluyó Susana.

Susana de la Fuente administra la casa de té, junto a su hermano Javier. Foto: Marcelo Martinez

La casa de té abre por la mañana de 9 a 11 y por la tarde de 15.30 a 20. Cuesta 32 mil pesos.


Trevelin rompió la estacionalidad

Desde la Secretaría de Turismo de Trevelin aseguran que octubre y noviembre son los meses más fuerte en ocupación, incluso que el verano.

Trevelín tiene 13 mil habitantes Foto: Marcelo Martinez

«Juan Ledesma abrió el campo de tulipanes en 2016, de forma rústica con pocos servicios. Gracias a la visibilidad que tomó año tras año fue creciendo la demanda. Hoy, tenemos una ocupación del 70%. De esta forma, se rompió la estacionalidad. En octubre no venía nadie y hoy es mejor que el verano», comentó Cintia Ayelén Figueroa, secretaria de Turismo de Trevelin.

El dato

13 mil
habitantes tiene Trevelin, distribuidos en cuatro parajes: Aldea Escolar, Lago Rosario, Sierra Colorada y Los Cipreses.

Prevalece el público provincial y de la región, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires y Neuquén que pasó de dos días de pernocte a cuatro. Dijo que a diferencia del verano cuando el público es «más familiar y gasolero», en esta oportunidad, «es de clase media, alta, más exigente».

El dragón es el símbolo de Trevelin. Foto: Marcelo Martinez


Una mezcla de ansiedad y fascinación se advierte entre la gente cada vez que la moza dispone la tetera en la mesa y dos bandejas repletas de delicias. La oferta repostera es tan abundante que genera, muchas veces, las risas de los comensales. El salón está repleto de gente, afuera del local hay una hilera esperando que alguna mesa se desocupe. El recambio es constante.

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