Ramona, una entrerriana valiente, entre las primeras maestras de Allen
Cuentan las anécdotas que en la época de mayor actividad, Ramona era de las que se animaba a montar a caballo para achicar distancias y buscar a esos pequeños que llevaban días sin ir a clases.
Cuando Ramona Brossard llegó a la ciudad, el pueblo recién buscaba urbanizarse y llevaba apenas dos años de vida institucional. Corría el año 1912 y esta nacida en Colón, Entre Ríos, tenía poco más de 20 años, con algo de experiencia en los colegios de su tierra natal. Soltera, tomó la decisión de viajar al sur, al «desierto» para la mirada de las provincias centrales, acompañada por algunos primos que venían con la idea de criar ganado ovino en la barda norte del ejido. Ese proyecto no prosperó, pero sí lo hizo la vocación de esta maestra, entre las primeras designadas al frente de los niños, que poco a poco llenaban el aula de la Escuela N°37 (hoy conocida como la histórica N°23).
Quien ayuda a reconstruir esos primeros años es su nieto, hoy un hombre de 87 años, Carlos Genes, que vive en Buenos Aires pero que no olvida sus años de infancia en Allen. Tampoco borró de su memoria la crianza que le aseguró esta docente, madre de su madre Juana, de apellido con origen francés pero que pronto supo adaptarse a la vida rústica, casi rural, que abundaba en la región.

Cuentan las anécdotas que en la época de mayor ejercicio a cargo de sus estudiantes, Ramona era de las que se animaba a montar a caballo, para recorrer las chacras o las viviendas de la Costa local, para buscar a esos pequeños que llevaban días sin ir a clases. Y que era ella también de las que no temía en ir acompañada por un rifle Winchester por si acaso, en tiempos de distancias silvestres y de bastante desprotección.
Testigo de grandes acontecimientos como la inauguración del antiguo Hospital Regional, Ramona integró diversas comisiones de trabajo y el grupo de maestras que estuvo a cargo de Restituta Méndez, directora de los primeros establecimientos. Con ella atravesaron el paciente proceso de mudanzas, en la búsqueda de sede definitiva para las aulas y las complicaciones para asistir a una matrícula que empezó con 74 niños pero que fue creciendo progresivamente.
Aplicada y serena, dice Carlos que era interminable cualquier paseo con Ramona por las principales calles de la localidad, a causa de las charlas que iniciaba con otros referentes de la comunidad, como el juez de paz, algún médico o sacerdote, la policía… Tampoco faltaban los saludos de sus ex alumnos, de la Escuela N°23 o de la N°80, que con picardía le recordaban su exigencia y alguna penitencia “en el rincón” que les ordenó, para reflexionar por sus travesuras.
Detenida en el tiempo, la vivienda de esta vecina junto a quien fue su esposo, Cirilo Suárez, aún sigue en pie sobre calle Brentana, casi España. Está en lo que supo ser una inmensa quinta con cocina a leña y huerta, rodeada de acequias, palmeras, flores y frutales, desde donde acostumbraban a salir los fines de semana, para disfrutar de la barda o de las islas que rodeaba el río, antes de la conformación del balneario.
Ya jubilada y con casi 30 años de servicio, como recopiló el Museo local, Ramona fue homenajeada con una despedida en el Teatro Municipal cuando partió a Buenos Aires, donde finalmente se conoció su deceso, a los 60 años. Su nieto Carlos recordó la promesa incumplida de que alguna arteria allense lleve su nombre, pero mientras tanto, en su honor, cedió a esa institución la documentación que habla de su legado y trayectoria.
Cuando Ramona Brossard llegó a la ciudad, el pueblo recién buscaba urbanizarse y llevaba apenas dos años de vida institucional. Corría el año 1912 y esta nacida en Colón, Entre Ríos, tenía poco más de 20 años, con algo de experiencia en los colegios de su tierra natal. Soltera, tomó la decisión de viajar al sur, al "desierto" para la mirada de las provincias centrales, acompañada por algunos primos que venían con la idea de criar ganado ovino en la barda norte del ejido. Ese proyecto no prosperó, pero sí lo hizo la vocación de esta maestra, entre las primeras designadas al frente de los niños, que poco a poco llenaban el aula de la Escuela N°37 (hoy conocida como la histórica N°23).
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