Sandra escribió un libro sobre la tartamudez e inspira a los demás: «nada me impidió ser lo que soy hoy»

Sandra Analía Cevey, de Villa Regina, escribió un libro sobre este trastorno del habla que atravesó en su infancia. El objetivo es contar cómo se vive esa dificultad y qué se puede hacer desde el acompañamiento.

Sandra tiene 48, vive en Villa Regina y trabaja en atención al público. Cuando habla de su infancia la recuerda como una etapa feliz, aunque marcada por silencios y exclusiones debido a su tartamudez. Sin embargo, esta condición del habla también la ayudó a superar sus propias barreras. De grande, después de un largo recorrido personal, acaba de publicar un libro sobre la tartamudez. “Nada me impidió ser lo que soy hoy”, dice. Y su relato busca acompañar a quienes transitan lo mismo y visibilizar una realidad.

Sandra Analía Cevey es de General Conesa pero creció en Villa Regina. Dice que durante su infancia no era del todo consciente de que hablaba distinto. “Nunca me hicieron sentir como distinta. Y tampoco me sentía yo distinta”, recordó. Iba a una escuela de monjas y aunque solía evitar los momentos de lectura en voz alta, nunca relacionó eso con una condición.

Fue recién en el secundario, al ver a un compañero pedir un libro en la biblioteca, cuando tuvo una revelación: “Su tartamudez era más grave que la mía. Ahí me di cuenta de que yo tenía la misma condición”.

La tartamudez, también conocida como disfluencia del habla, es un trastorno de la comunicación que afecta la fluidez con la que una persona se expresa oralmente. Se manifiesta a través de interrupciones involuntarias en el habla, como repeticiones de sonidos, sílabas o palabras.

Sandra contó que aunque a veces la hayan “gastado” con dibujos animados o le hayan hecho comparaciones crueles, no guarda rencor. “Yo nunca lo tomé a mal. Pero bueno, te vas dando cuenta de cosas”.

Su familia probó de todo para que la tartamudez no la afectara: “Me cortaron el frenillo, hicieron un montón de cosas… pero nada me hizo bien”. Fue recién a los 17 años cuando, por necesidad de rendir un oral en el colegio, comenzó a practicar frente al espejo. Respiraba, ensayaba frases, buscaba reemplazar palabras difíciles. Y así, por sus propios medios, logró mejorar su habla.

«Ir al fonoaudiólogo es fundamental, pero también pasa por el otro, por lo emocional, por cosas que a uno le pasan en claro en la vida».

Hoy tiene 48 años, trabaja desde hace 15 en un organismo nacional en atención al público, y acaba de publicar un libro en el que vuelca todo lo vivido con la tartamudez. “No cuenta mi historia, pero sí qué es lo que pasa”, explica. El libro ya está disponible en la web y pronto llegará la versión impresa.

Sandra habla también de su rol como madre. De cómo le tocó ver a un amigo de su hijo vivir situaciones similares. “Era muy callado y después me enteré de que era tartamudo. No habla para que no lo gasten”, contó. Eso también la inspiró en su escritura.

Tal como dice en su libro «La Comunicación Sin Barreras»: «No encontrarás aquí recetas mágicas ni soluciones instantáneas, sino un acompañamiento honesto para comprender que la tartamudez es solo una característica, no una limitación».

“El libro es más que nada para ayudar a otros. Para decirles que sí, se puede”. El libro también está dirigido a quienes rodean: docentes, madres, padres, amigas y amigos. “Y a la sociedad, decirle que lo importante es acompañar”, agregó.






Sandra tiene 48, vive en Villa Regina y trabaja en atención al público. Cuando habla de su infancia la recuerda como una etapa feliz, aunque marcada por silencios y exclusiones debido a su tartamudez. Sin embargo, esta condición del habla también la ayudó a superar sus propias barreras. De grande, después de un largo recorrido personal, acaba de publicar un libro sobre la tartamudez. “Nada me impidió ser lo que soy hoy”, dice. Y su relato busca acompañar a quienes transitan lo mismo y visibilizar una realidad.

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