Tejedoras de Valcheta: historias de mujeres que dicen todo con sus matras

Todos los años se juntan en una fiesta en la que las homenajean por su labor cultural, que se transmite de generación en generación. Intercambian lo que van aprendiendo, muestran y venden sus trabajos.

Las protagonistas de esta historia son medio centenar de mujeres que tejen en sus casas, talleres y un motivo de orgullo para los vecinos de Valcheta, que vienen de homenajearlas hace unos días con la Fiesta Nacional de la Matra y las Artesanías.

En cada prenda que arman en sus telares reviven las tradiciones, leyendas y vivencias de su cultura campesina y mapuche.

“Cada una le da su impronta porque nuestras historias se cuentan a través de los hilos”, explicó Norma Robles a Diario RÍO NEGRO, que da clases en el taller municipal.

Cada año, del 17 al 20 de junio, las tejedoras de Comallo, Pilcaniyeu, Los Menucos y la meseta de Somuncura viajan a Valcheta y se unen a las locales para presentar sus creaciones y venderlas en la feria, que funciona como el verdadero corazón de esta fiesta.

El grupo de tejedoras está compuesto por las más grandes de edad, las que hicieron su vida en el campo, en los tiempos dorados en que la lana valía, hasta que la crisis y la necesidad de un mejor futuro para sus hijos las empujó a la ciudad.

No me veo sin estar tejiendo. Mi hija me reta porque no me sumó a la ronda de mates. Tomo mientras armo en el telar».

Norma Robles, enseña en el mercado artesanal de Valcheta

De las más grandes, como Clorinda Huenchupan y Elvira Huenteleo, aprendieron las jóvenes, que viven con mucha emoción el haber confeccionado sus primeras matras.

Elvira Huenteleo vivió gran parte de su vida en un campo cerca de Valcheta. Es allí donde se siente cómoda. Acá se la ve hilando la lana con la que luego empezará a armar una matra (Foto: Juan Pablo Montelpare)

El aprendizaje es gradual, pasando primero por el armado de cintitos o fajitas, hasta la elaboración del liso.

“Cuando no sabés, la matra parece que te queda muy grande, algo inancalzable”, dice Silvia Coñoel, “pero con paciencia y constancia se logra. Como en todo aprendizaje, siempre se vuelve atrás y se desarma, hasta que te sale”, añadió.


La historia de la matra y sus usos


La historia de la matra es muy rica. El primer uso que se le dio fue como recado del caballo. Una manta acolchada para los jinetes que recorrían largos kilómetros a diario.

“Al ser un tejido tan apretado no traspasa el frío ni el agua de lluvia o de las heladas”, indicó Claudia Alles, que lleva 13 años organizando la feria y está a cargo del Mercado Artesanal Municipal.

La matra sumó con el tiempo otros usos. Con distintos tamaños se la puede lucir como vestimenta o para decorar los hogares.

Su medida estándar es de 1,15 x 1,10 metros. En ellas se pueden encontrar las huellas del avestruz, puntas de flechas, hojas de trébol. Son laberintos ordenados de hilos que se trenzan para crear cultura.

La prenda artesanal se inicia con el hilado de la lana, que se hace en un huso o en la rueca y luego viene el teñido. Usan tintes naturales que obtienen de plantas como la jarilla y pichana.

La Fiesta Nacional de la Matra y las Artesanías se realizó del 17 al 20 de junio pasado. Una veintena de tejedoras y más de 100 artesanos llegaron desde localidades y parajes de la Región Sur para exhibir sus trabajos. (Foto Juan Thomes)

La mayoría de las tejedoras van haciendo dos prendas a la vez. Uno en el taller municipal y otro en el telar que tienen en sus casas. La lana se la compran al municipio, que la adquiere a precio de costo.

Al valor de la matra, que está atado al comportamiento del dólar y hoy ronda los 50.000 pesos, se le agrega un 15% que recauda el municipio.


Dos tejedoras de Valcheta fueron premiadas por la Unesco. Florinda Huenchupan en 2010 por su poncho y Rosa Miles en 2011 con una matra


Los fondos se destinan para el mantenimiento del taller y viajes a distintas ferias del país, en el que dos o tres artesanas de la región llevan las creaciones de todas para venderlas .

La continuidad de esta cultura parece estar garantizada. En las escuelas primarias y secundarias enseñan a usar el telar. Tienen una materia específica que explica el origen y función de los tejidos en la cosmovisión mapuche.


Victoria Jaqui: «Los tapices chicos me salen bien»



Victoria es la más habladora y todos le festejan sus ocurrencias en el grupo de las tejedoras. Dice que le falta mucho, pero ya empezó con sus primeras matras. (Foto Juan Thomes)

Victoria tiene 77 años, le encanta contar su historia y lo que está aprendiendo en el taller del mercado artesanal. Nació en Los Menucos. A los 20 años se vino a vivir a Valcheta. Formó familia y después de 24 años de casada falleció su esposo. Antes perdió a sus padres. “Me quedé sola. ¿Y ahora qué hago, me dije?”. Fue entonces cuando conoció el telar. Aprendió con Josefina Giménez. Lo primero que le salió fue un trebol. Su tarea fue creciendo y ahora no para. “Estoy haciendo tapices chicos y me salen bien. Se venden. Agarro una platita y eso me pone muy contenta”.

En el acto inaugural de la Fiesta de la Matra le tocó llevar la bandera mapuche. Fue la que más sonrió durante la ceremonia, al lado de las candidatas a reina.

Silvia Coñoel: “Si tengo lana no paro porque disfruto mucho tejer. Si no la tengo me ponga a armar o sacar dibujos”, explica Silvia. La tejedora joven se se crió en Arroyo Salado, un paraje que está a 60 km de Valcheta. Aprendió a hacer el liso (sin dibujo) a los 12 años con Clorinda Huenchupán. Abandonó porque no tenía recursos y le era difícil conseguir lana. En el 2018 se sumó al taller que brinda Norma Robles y con ella aprendió a bordar. “Fue muy lindo porque aprendí a hacer matras y caminitos. Cuando no sabés, la matra parece que te queda muy grande, que no vas a poder cerrarla”. (Foto: Juan Thomes)



Norma Robles: «Yo no me veo sin estar tejiendo»


Norma Robles es una de las artesanas que confecciona en su telar la bandera de Río Negro. Le lleva entre 10 y 15 días hacerla. (Foto Juan Thomes)

“Mi hija me reta porque no me sumó a las charlas en la ronda de mates. Lo tomo de lejos, mientras voy armando en el telar”, cuenta Norma para definir su método de trabajo.

Aprendió a tejer a los 15 años con los cursos del Sépalo. “Nos anotamos unas cuántas mujeres, fui quedando, tomé conocimientos… Pero dejé porque quise terminar el secundario y me fui de Valcheta. Tuve a mi hija y después volví”. Vendió cosméticos en la calle, hasta que un día “Beca” Jurado, la referente del mercado artesanal, la incentivó para que retomara. “Me daba puchitos de lana. No sabía hacer matras, puros tejidos con flecos. Vendía cintitos para la cintura de los niños o fajitas para los actos de las escuelas”. Cuando Claudia Alles quedó al frente del taller, le propuso hacer matras. Entonces dijo que fue aprendiendo de Florinda, “Beca”, la abuela Clorinda, que es la tejedora más antigua y Elvita. Ellas le enseñaron a armar. Su primera matra le llevó tres meses. Ahora la crea en 10 ó 15 días. Hoy dicta el curso de formación en el mercado artesanal municipal.


Cuál es el origen de la matra


El origen de la matra está ligado a los jinetes que la usaban como parte del recado para el caballo, así como la pelera y el cojinillo. Se la utiliza también como manta de abrigo. En tamaño más chico y menos pesada, como chal, indicó Claudia Alles, del Mercado Artesanal de Valcheta.

Cruces de líneas y colores. Todo un desafío para las artesanas a la hora de crear en sus telares. (Foto Juan Thomes)

Las tejedoras también arman las peleras que van en el recado y miden de 60 x 90 cm, los cintillos para las botas de potro que usan los domadores y las fajas que llevan en la cintura los gauchos.

Para uso decorativo hacen caminos, centro de mesas y tapices.


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