Un patagónico exitoso en Arabia

Del Alto Valle y Buenos Aires saltó hace seis años a construir en Abu Dhabi y no se detuvo más. Cómo hizo.

Gente de acá a la vuelta: Andrés Remy, arquitecto

La arena quemaba. 40° grados a la sombra, en Las Grutas, el último verano. Debajo de una sombrilla, un matrimonio que vivió casi toda su vida en Conesa –Rita y Darío Chialva- recordaban:

– Cuando Andrés era chico se lo pasaba haciendo casitas. Tendría cuatro años o un poco más y ya hacía construcciones de barro, papel, plastilina… Si estaba acá, en la playa, las hacía de arena. Él era igual pero muy distinto al mismo tiempo del resto de nuestros chicos. Su pasión era construir, diseñar… Lo podías ver horas, así. De esto hace casi 40 años.

La arena quema, ahora, en Abu Dhabi, capital y segunda ciudad más poblada de los Emiratos Árabes Unidos. La sensación térmica llega a los 50°. Y el arquitecto patagónico Andrés Remy (42) está lidiando con capataces y obreros de Bangladesh, Pakistán, India, Afganistán y Filipinas para que apuren la construcción de la casa de 3.850 m² de Khalifa, quien lo contrató. A unos 100 metros del sitio avanza una obra del prestigioso Norman Foster. Más allá hay una de la iraquí Zaha Hadid, hace poco fallecida. Más acá, otras de Jean Nouvel, César Pelli, Rafael Viñoly… Abu Dhabi es uno de los mayores productores mundiales de petróleo y esto atrajo a los top de la arquitectura mundial y es con ellos que Andrés se codea, ahora.

Cómo es que este patagónico –nacido en Conesa y criado en su adolescencia en Neuquén capital– transita 13.550 km desde Argentina para seguir su carrera profesional. “En el 2010 recibimos un mail desde Abu Dhabi pidiéndonos la construcción de una casa de 2.500 m² con una foto aérea del terreno. Lo primero que pensé “esta es una broma de algún amigo neuquino”; por lo tanto no respondí. A los pocos días volvimos a recibir otro mail desde allá. Decidí llamar a mi amigo Maxi para decirle :“Negro, cortala, estoy tapado de laburo”. Descartado que era un chiste, respondimos desde mi estudio el mail. Desde ese momento empezó una negociación que llevó cuatro meses hasta que pudimos cerrar. Hace dos años se fue Andrea, una arquitecta griega que estaba trabajando con nosotros en Buenos Aires, para armar una pequeña oficina que nos permite seguir de cerca esa obra. De esos 2.500 m² iniciales, la casa se extendió a 3.850; tiene hasta una peluquería”.

“Luego se le sumó una casa de fin de semana para el mismo cliente de 1.800 m² en Dubai. Después llegaron nuevos encargos de casas porque muchos vieron el típico cartel que ponemos los arquitectos frente a la obra. Acabamos de presentar el proyecto de una torre: si todo sale bien empezamos a construir a fin de año”.

P- ¿Cómo es trabajar en la otra punta del mundo?

R- No es tan diferente a como lo hacemos en Argentina: el proceso y los materiales son los mismos. Apostamos a tener una relación de igual a igual con todos los que participan en la obra, desde los puestos jerárquicos hasta los aprendices. Esto al principio fue una de las cosas que más le llamó la atención a Khalifa, pero con el tiempo entendió que si los obreros estaban contentos las cosas iban a salir mejor. Y lo más importante: los capataces registraron lo mismo. Una de las cosas que más nos cuesta es la comunicación porque los trabajadores son de diferentes nacionalidades. Casi todo es por señas.

P-¿Y cómo es la comunicación con el cliente, con Khalifa, en este caso?

R- La relación con él es de amistad, ahora. Algunas veces nos juntamos y hablamos de la vida. Me interesa saber mucho cómo se relacionan los hombres y las mujeres: pensá que él antes de casarse con su esposa, no se conocían. Son primos hermanos. Fuera del ámbito de la pareja y sus hijos, con ella sólo se puede comunicar otra mujer, que lo hace nuestra arquitecta. Con Khalifa también hablamos si es común tener cuatro mujeres, cuestión permitida legalmente. Él ríe y me dice que “con una mujer le alcanza y le sobra”. Si aspirara a tener varias esposas, su primera mujer le tendría que aprobar a las otras mujeres. Además, él debería hablar con su suegro para demostrarle que no es feliz. Más allá de estas diferencias culturales abismales, los árabes se nos parecen: refamilieros, amigueros y unidos. Me recuerdan como eran nuestros abuelos, de familias numerosas que por lo general vivían unos cerca de otros.

P-¿Qué significa para tu carrera estar construyendo en Arabia Saudita?

R-Es clave porque nos permitió empezar a ver el resto de mundo más cerca. La tecnología nos permite estar conectados todo el tiempo. Perdimos el miedo a trabajar a larga distancia. Por ello, ahora, estamos con casas en Toronto, Canadá; Baku, en Azerbaijan y en Atenas, Grecia. Con este mundo cada vez más globalizado tenemos oportunidades enormes de vender servicios. Sí creo que es importante bajar el costo de la tecnología para ser competitivos. Con un sueldo en un país de los que estamos construyendo te comprás la mejor computadora; acá te lleva un año de trabajo.

Andrés transmite pasión, pasión y más pasión cuando habla de su trabajo, proyectos y deseos. Se parece a esos modernos del siglo XX que pensaban que progresar siempre era posible. “Cuando construyo una casa en el Alto Valle, Buenos Aires o Abu Dhabi pienso siempre que “si llegué y pude, cómo otros no van a lograrlo”. El mundo ya no es para los que tienen contactos sino para los que hacen cosas diferentes. Estoy convencido de que para conseguir clientes ya no importa si viviste en Alta Barda o Recoleta; no necesitás jugar al golf o al polo ni tener el auto último modelo. Mi estudio es un reflejo de esta filosofía”.

De todos modos, “todo esto no es casualidad”, aclara. “Hay mucho laburo, investigación, estudio, locura…”, me comentó años atrás, cuando ya su apellido empezaba a ser una marca en la arquitectura argentina. “¿Qué me identifica? La actitud y los resultados. La permanente búsqueda de sensaciones y descubrimientos. Nunca me quedo con la primera idea: afilo el lápiz y sigo y sigo y sigo, noche y día. También me identifican los ambientes llenos de reflejos del agua que posibilitan que las paredes se vean vivas y en movimiento todo el tiempo”, agrega.

Porque la arena quema de día es que trabajan de noche en la obra, excepto cuando se celebra el Ramadan, cuenta Remy. “La arena de Abu Dhabi no me hace olvidar la arena de mis pagos. Cuando más lejos llego más me acuerdo de mi origen. De Conesa y Neuquén; de mi familia y amigos; de la educación pública que recibí siempre. Esto me ayuda a no perder jamás el rumbo”, concluye ante “Río Negro”.


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