“¿Sólo me queda resignarme a esperar que me maten?”

Con menos de 48 horas de diferencia he vivido una serie de actos de violencia en el barrio en el que trabajo como maestra desde hace ya casi 20 años. En el primero intervine por el robo de un celular a terceros donde la delincuente era una ex alumna; en el último, que fue en el viernes 17 de febrero, fui víctima de un asalto a mano armada por el estéreo de mi auto en el patio del jardín de infantes donde trabajo. Más allá de lo doloroso de ambas vivencias –ambas cargadas de mucha violencia en donde, en el último caso, se puso en peligro mi vida– las dos tuvieron que ver con jóvenes, seguramente menores, ambos completamente drogados, del mismo sector barrial en el que además vivo. Los años que llevo en este trabajo, siempre con niños de primaria y jardín, me dan la seguridad de poder afirmar algunas cuestiones que tienen que ver con cómo y por qué estos niños pequeños llegan a terminar en estos lugares de delincuencia en la vida. Es claro que estos niños no nacieron en familias que supieron ni pudieron contenerlos, muchas de ellas ya inmersas en la delincuencia desde antes de que ellos nacieran. Tampoco alcanzó todo el trabajo que hemos hecho los docentes cercanos, conteniendo, enseñando, interviniendo con las familias y con algunas pocas instituciones alternativas de ayuda a estos niños en peligro; tampoco ingresaron en ninguna institución (llámese hogar de menores) que contara con las herramientas necesarias para ayudarlos a transformar esas “matrices” con las que convivían en sus familias y mucho menos se encontraron con algún otro adulto cercano, ya sea desde dentro de la propia familia como desde alguna institución deportiva, religiosa o club, debido a que estos espacios son casi completamente inexistentes. Cuando observo o reconozco a algún alumno que se perfila por su presente en riesgo a convertirse en un futuro delincuente, ¿sólo me queda resignarme a esperar que me asalte, me mate a mí o a un integrante de mi familia? ¿No hay forma que se instrumenten políticas de prevención para que esto deje de ocurrir? Es obvio que no les interesa a nuestros funcionarios, ¿no? ¿Nadie mira para el pasado de ese menor? Socialmente sí queremos penas, leyes que los castiguen desde cada vez más chicos, y ahí sí se pone el acento desde nuestros políticos, mirando sólo el castigo como la consecuencia de las acciones de estos jóvenes, y no desde ayudarlos a no volver a delinquir. Obviamente que yo tampoco creo que se los deba dejar actuar según sus deseos o según las drogas que les manejan la vida, también creo que debe haber un límite a sus acciones, porque seguramente si el menor del último asalto me hubiera hecho encontrar la muerte (situación muy cercana porque yo le quité el arma), desearía que no esté más en la calle haciendo esto a más gente, porque si ese joven sigue libre es extremadamente peligroso para quien fuere, hasta para él mismo. Pero sí desearía que se evitara que cientos o miles de niños más lleguen a ese nivel de vida. Es muy pertinente el ejemplo de esas madres que pierden a un hijo en situaciones de violencia como ésta y que luego construyen a pulmón un hogar de menores en sus casas, para trabajar desde el amor y la contención con muchos futuros jóvenes que podrían hacer vivir a otras familias lo que ellas vivieron. Todas estas iniciativas son individuales, ad honórem, porque no existen en nuestra provincia políticas de prevención reales para la niñez sino todo lo contrario. Pareciera ser que a propósito se dejan espacios vacíos, escuelas rotas, docentes trabajando en soledad, falta de instituciones, barrios sin plazas, venta de drogas sin control, familias desprotegidas… ¿Nadie desde los organismos del Estado puede pensar políticas coherentes, firmes y concretas de contención a la niñez? La sensación de impotencia en este momento de mi vida no me deja más que el amargo sabor de una respuesta negativa. Sandra Fierro Vallejos, DNI 18.757.284 – Neuquén

Sandra Fierro Vallejos DNI 18.757.284 – Neuquén


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