Somalia: terrorismo, mala gestión y hambre

CAROLA FRENTZEN DPA

Hambre siempre hubo en los últimos años. El hecho de que la situación actual sea tan terrible en Somalia, un país azotado por la guerra civil desde hace lustros, no es una casualidad: los disturbios políticos no cesan y las subversión o la mala gestión total de gobierno, que en parte son corresponsables del desastre, son recurrentes. En Somalia, un país en cuyas circunstancias internas la comunidad internacional apenas se fija y cuando lo hace es de forma parcial, también se responsabiliza a la milicia radical islámica de Al Shabaab de desencadenar la actual situación de emergencia aguda. Parece casi como que se repitieran los hechos. Cuando en 1984 aparecieron en televisión las terribles imágenes de niños muriendo en Etiopía, la guerra entre el dictador comunista Mengistu Hailemariam y los grupos rebeldes había llegado a su punto más álgido. Algo similar está ocurriendo actualmente en amplias partes de Somalia, dominado por un régimen de terror, en el que miles de adversarios políticos han sido asesinados de la forma más brutal. La última gran hambruna en Somalia se vivió en 1992, en un momento en el que tras la caída del dictador Siad Barre el país se precipitó a la anarquía. Desde entonces, en la capital Mogadiscio, no ha habido ni hay un gobierno central que funcione. ¿Y ahora? Al Shabaab intenta desde hace años crear un país islámico en el sur territorial y lucha sin tregua contra el gobierno de transición en Mogadiscio. Y no hay ningún tipo de consideración con los civiles. Cuando no existen lluvias, como ha sucedido últimamente, los pastores nómadas se ven obligados a ir a otras tierras, algo que resulta no sólo peligroso sino casi imposible en un país tan devastado. Además, desde hace años se impide la llegada de ayuda internacional a las zonas especialmente afectadas. Al Shabaab ofrece como argumento –poco creíble– que las organizaciones occidentales quieren influir políticamente en Somalia. Son los “combates, las trabas administrativas y las restricciones políticas” los que impiden que la ayuda necesaria pueda llegar a las personas que lo precisan, dijeron representantes de la ONG Médicos Sin Fronteras. La milicia, en vez de apoyar los esfuerzos humanitarios, utiliza su poder para propagar el terror y el miedo. La Asociación para los Pueblos Amenazados informó que los insurgentes al parecer les han cortado la cabeza a varios pastores que se negaron a entregar las pocas cabezas de ganado que aún tenían. “Si la comunidad internacional no se implica por la paz en este país convulso, decenas de miles de somalíes morirán en los próximos seis meses”, dijo Ulrich Delius, especialista en África de la Asociación Para los Pueblos Amenazados. “Proporcionar ayuda contra el hambre es demasiado poco para evitar la muerte masiva en Somalia”. Apenas ya resulta llamativo que Naciones Unidas hubiese declarado la hambruna oficialmente hace pocos días en Bakool y Lower, dos de las regiones que controla Al Shabaab, en el sur de Somalia. A las personas de los países industrializados les resulta imposible imaginar lo que ocurre en estos territorios desde hace años. Amnistía Internacional justo acaba de publicar un informe en el que se centra en cómo sufren sobre todo niños y adolescentes bajo la violencia arbitraria de los rebeldes. Todo aquel que no sufre el hambre, es reclutado como niño soldado o como asesino suicida y, en el caso de las chicas, son obligadas a casarse con combatientes de Al Shabaab. La situación en Somalia resulta totalmente incomprensible, su realidad se desconoce y además resulta ajena a la gran parte de la población internacional. Pero una cosa sí es segura, si no ocurre algo pronto, un innumerable número de personas desesperadas se verán abocadas a la muerte.


CAROLA FRENTZEN DPA

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