“Tengo una historia previa a mi adopción, no se olviden”

Todo niño/a tiene una historia de origen, más allá de la edad en la que fue adoptado, que debe ser respetada y tenida en cuenta, aunque a veces tenga aspectos dolorosos o incómodos.

Todavía la sociedad se resiste a la idea de que toda niña, niño o adolescente -independientemente de la edad en el que fuera adoptada/o- tiene una historia previa, un origen que hay que respetar e incorporar, y heridas que hay que ayudar a cicatrizar.

A pesar de que nunca le habían dicho que era adoptada, ella lo percibía, lo sentía, lo sabía. “Siempre lo supe, aunque nunca me lo dijeron”, cuenta Ana María Bianchino, actual abogada especializada en Derecho de Familia.

“La mujer que soy hoy, incluye absolutamente toda mi historia”, agrega. Natalia Santillán coincide en este punto con María y relata cómo se enteró de sus orígenes: “Recuerdo que tenía 5 años y estábamos en una reunión con amigos de mis padres cuando se dio la oportunidad de contarme que yo venía de otra familia, de otra panza-me dijeron.

“Luego de ponerme en conocimiento sobre mi origen,pasaron a otro tema para evadir preguntas, mientras en mi cabeza trataba de comprender lo que me habían contado”. “Algunos consideran que es mejor no hablar de ciertas cosas,y en realidad el no saber del porqué uno no está con su familia de origen,despierta un mundo de preguntas sin respuestas”, agrega.

Sin tabúes. Hablar claramente sobre la historia personal y los vínculos previos de los chicos ayuda a forjar un nuevo lazo familiar saludable.

Todas y todos tenemos una historia en la que iniciamos nuestra existencia, y que forma parte de nuestra identidad. Pero…¿qué sucede cuando esa parte fundacional de nuestra historia fue marcada por carencias afectivas, materiales, negligencias, malos tratos o fuimos cedidas/os en adopción por nuestros progenitores por no poder o no desear cuidarnos? ¿Por qué y para qué habría que hablar de ese pasado que duele? Y si alguien vivió un tiempo de su infancia o adolescencia en un hogar, ¿para qué hablar de ello? ¿es necesario? Estamos convencidas de que aún persiste una gran resistencia de la sociedad, respecto de conocer y compartir las vivencias, historias y vínculos de las niñas los niños y adolescentes previos a su adopción.

Y es esperable que así suceda, ya que resulta muy fuerte hablar de ello. ¿Acaso todas/os tenemos la apertura psíquica para poder dialogar sobre situaciones horrorosas de malos tratos, abusos, abandonos o muertes…? ¿Y si quienes padecieron esas historias fueran nuestras/os hijas/os, nuestras/os hermanas/os o sobrinas/os, no sería más doloroso aún?


La identidad es uno de los derechos humanos comprometidos en la filiación adoptiva, que importa aspectos como el origen; protección de la familia; a la verdad; a un nombre, apellido; nacionalidad y seguridad personal.


El horror y dolor que provocan, con solo imaginárselas es tan desgarrador, como el hecho de no querer hablar de ellas.

Sin embargo, es necesario recordar que el derecho a la identidad es uno de los principales derechos humanos directamente comprometido en la filiación adoptiva, que además importa diversos aspectos, entre ellos: el origen; la protección de la familia; el derecho a la verdad; a tener un nombre, un apellido; a la nacionalidad y a la seguridad personal” .

Toda vez que la niña, el niño o adolescente que se incorpora a un nuevo grupo familiar tiene toda una historia detrás que tiene derecho a conocer, preservar e incluso a indagar.

Ocurre que, en ocasiones se intenta borrar lo imborrable, o sea la historia previa a la adopción, lo que es totalmente perjudicial para la niña o el niño, además de constituir una clara situación de vulneración de su derecho a la identidad.

Justamente es solo allí, en la comprensión y en la posibilidad de empatizar y entrañar1 lo sufrido psíquicamente, que se puede forjar el vínculo saludable filial esperado. Sin embargo, no existe norma alguna que sancione el incumplimiento de las/os adoptantes del compromiso de develar el origen del vínculo.

Toda vez que es muy difícil controlar desde el Estado el cumplimiento del deber o bien establecer un plazo para hacerlo, cuando es algo que depende del vínculo e incluso de la edad del/ de la persona adoptada/o. De allí, que sea trascendental el trabajo previo a la adopción con quienes la pretenden.

Tanto Ana como Natalia se sumergieron decididamente a conocer sus orígenes.

“En la vida adulta tuve las herramientas para poder afrontar la búsqueda de mi identidad de origen gracias a la carrera universitaria que elegí a conciencia, con el fin de visibilizar que esta temática tiene que ser abordada por múltiples disciplinas para acompañar a todas/os los que atraviesan los procesos adoptivos, garantizando que en la práctica el interés superior de los niños , niñas y adolescentes sea vea reflejado integrándose este como sujeto en una familia , y no por azar de los adultos que decidan cómo y cuándo y qué cosas debemos saber de nuestra historia”, cuenta Natalia.

Federica Otero explica que el trabajo previo con los adoptantes es crucial para el proceso.

Ana, por su parte, relata que ella sola y con ayuda de su terapia consiguió llegar a sus orígenes y conocer a su progenitora de origen.

“Mi progenitora de origen estaba en un hogar de orientación psiquiátrica, la conocí justo dos meses antes de que fallezca”. Me acuerdo, relata que “estuvimos juntas, le apague la luz del dormitorio y al rato, falleció”.

Tal vez lo más significativo para Ana fueron los dichos de las médicas y enfermeras del lugar cuando la conocieron. “Ella siempre te nombraba, mi hija Ana Maria. Veía la tele y creía que estabas allí”.

Y sobre todo lo que le dijo su progenitora de origen antes de fallecer: “fui varias veces a buscarte al Hospital, pero ya no estabas”.

Con relato convincente y fortalecida, Ana relata que ella jamás tuvo rencor, todo lo contrario, jamás se sintió capaz de juzgar a esa mujer.

Con felicidad muestra una foto de con quien hoy comparte un hermoso vinculo, su hermana un año mayor que ella. El parecido físico y la expresión de las sonrisas de ambas es increíble. “La adoro, a ella y a su familia”.

Indudablemente tanto Ana como Natalia son dos mujeres valientes, respetuosas de si misma y de sus historias. Y convencidas que es imposible borrar lo imborrable.

* Federica Otero es Psicóloga (UBA), magister en Psicología Clínica (UNB, Brasil), directora de la Diplomatura Interdisciplinaria en adopciones (UAI).

* Carolina Videta es abogada, especialista en Derecho de Familia.


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