Tiempo de egresos: una reflexión
Los egresos son un cuaderno que se termina y genera angustia y ansiedad a lo nuevo. La etapa siguiente es una hoja en blanco que genera angustia hasta que se llenan las primeras líneas. A partir de ahí es más fluido, el camino nos guía y nosotros a él.
Egresarse…Recibirse, terminar, dar un cierre, logro, felicidad, proceso realizado, esfuerzo, crecimiento. Son palabras que pueden acompañar nuestra asociación mental al enunciarla. Finalmente se llega al final de un recorrido luego de un proceso más o menos extenso, realizado con más o menos esfuerzo y con más o menos gusto.
Desde mi experiencia, la de mis amigos y conocidos y las de los chicos que acompaño contamos experiencias similares acerca de nuestra vivencia en el paso de la escuela. El jardín de infantes, mejor nombrado como “educación inicial” es el tiempo más maravilloso de nuestro paso por la educación formal. Aunque tengamos pocos recuerdos debido a nuestra edad temprana en general se recuerda como el lugar de juego y placer, con maestras alegres y divertidas, cantando y sentados en el piso. La libertad parece fluir con más facilidad en estos espacios, seguramente un buen ámbito para pensar, sentir y crear. Y ahí va nuestro primer egreso formal. Terminar la educación inicial y despedir la etapa de juego en el colegio. La que implicó el logro de salir de casa como único lugar de pertenencia y confiar en “otros”.
En la primaria las cosas empiezan a cambiar de color. Desde las tonalidades de guardapolvo hasta los bancos dispuestos en forma tan extraña que queda poco lugar para los cuerpos que se quieren expresar. Acompañados con las mochilas que parecen crecer más rápido que los niñ@s. La verdad es que cada vez que veo una me cuesta comprender cómo es eso que “el saber no ocupa lugar” …O será entonces que la mochila y sus tantas cantidades de elementos no representa un aprendizaje en sí mismo…O será que siempre tenemos que llenarnos de cosas para tener la sensación que hay actividad…Bueno…No sé, pero no quiero irme de tema.
Porque estábamos en el recorrido del nivel primario y su ingreso al mundo de las letras y los números. El proceso más extenso de la educación obligatoria. El mundo social de la escuela es acompañado por los aprendizajes y sus tamices de significados. Si atravesamos un lindo proceso, cabe aclarar que cuando digo “lindo” no me refiero a ausencia de fracasos, feliz de punta a punta. No, eso no creo que exista. Me gusta ver el transitar experiencias como huellas propias, como recibir ingredientes diversos y que cada uno los acomode como más le guste. Ya sé, podrán decirme que en la escuela primaria no hay muchas posibilidades de hacer algo muy diferente al resto. Sería más bien como copiar una receta de cocina y observar si te sale igual a la foto. Si, es verdad. Pero, en el camino de los desafíos siempre puede resultar interesante ver qué se puede poner y/o descubrir de cada uno.
Volviendo a las experiencias compartidas todos recordamos los recreos. Algún juego diferente. Competencias, creaciones, hasta peleas. Porque ahí pudimos descubrirnos, formarnos y mostrarnos como personas. En el juego con el otro, en el no juego, en las estrategias verbales y no verbales para armar actividades que nos otorgan placer.
Primaria es sinónimo de cuadernos, lápices, mochilas pesadas, recreos, clases de música desordenadas. Saltos, corridas, bullicio, compañeros, amigos, maestras amorosas, maestras enojosas. “Me toco la mala, nos toca la buena”. “Esta te re grita”. “No me animo a preguntarle algo porque dice que no presté atención y es que me distraigo porque no la entiendo”. Época de miles de palabras que no se animan a salir. A desconfiar de las sensaciones y confiar ciegamente en una reacción sin pensar. Y un día se egresa de la primaria y se dejan atrás los recreos largos y se despiden las maestras que se terminan queriendo profundamente. El último año de primaria uno se sabe el más grande de todos. Buzos de egresados y con la mirada con algo de superación al mirar a los más chiquitos.
Recuerdo mi maestra de 7º que nos decía…” Ahora se creen grandes y el año que viene son las más pequeñas”. Y así fue, lógicamente. Lo que se consideraba de una manera cambió radicalmente tres meses después.
El nivel medio es otra cosa. Época de muchos rostros con sabor a poco. Materias y materias. Muchas entregas y poco de cada uno. También desde mi experiencia fue una época que no recuerdo mucho desde los contenidos académicos. Pasaron materias y contenidos sin que los registre demasiado.
Una sabia compañera me dijo: “Hay que hacer tres cosas bien en la secundaria: Prestar atención, participar en clase y presentar los trabajos. Si prestas atención en clase sólo en tu casa tenés que repasar”. Tengo que confesar que lo hice propio y se lo sugiero a todo adolescente con ganas de escucharme. Porque es así de sencillo. Los secundarios convencionales son un medio para un fin. ¿Cuál es? Hacer lo que se desea. ¡¡¡Guau!!! ¿Y ahora? Descubrir qué se quiere a los 17/18 no es tarea fácil tomando en consideración que el promedio de vida llega a los 80 años. Nos quedarán aproximadamente 60 años con un oficio o profesión. Mucho, ¿no?
Calma. Acá va el consuelo.
Los egresos son un cuaderno que se termina y genera angustia y ansiedad a lo nuevo. La etapa siguiente es una hoja en blanco que genera angustia hasta que se llenan las primeras líneas. A partir de ahí es más fluido, el camino nos guía y nosotros a él.
Lo más bello de ese transitar es dejar huellas, es hacer propio el camino. Escuchar los gustos, intereses, cambios, supuestos fracasos. Seguramente vamos a cambiar muchas veces en nuestra vida. Elijamos lo que nos interese hoy, con pasión y dejemos que el transitar lo hagamos en el camino con nuestras huellas.
La educación formal es socialización y será muy interesante cuando observemos con profundidad este proceso porque sin duda es la materia que todos debemos rendir en forma constante en nuestra vida.
Sabemos que debemos egresarnos de muchos procesos, no lo hagamos sin disfrutar el recorrido.
Laura Collavini

lauracollavini@hotmail.com
Lic. en Psicopedagogía
MPRN 290
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