Tony Curtis, una vida de película

Fue además un seductor galán de Hollywood.

Cuando un papel secundario ni se menciona pero el actor recibe después miles de cartas de fans dirigidas al “atractivo desconocido”, tiene que ser un tipo con mucho talento, o mucho sex appeal. En el caso de Tony Curtis se daban las dos. Durante décadas, Curtis fue uno de los actores –y hombres– más disputados de Hollywood, y se convirtió en toda una leyenda. Cuatro meses después de haber cumplido 85 años, murió ayer, en su casa, de un ataque cardíaco tras una obstrucción pulmonar. Con su impecable apariencia, Curtis se jactó de haber llevado a 1.000 mujeres a la cama, incluyendo a su coestrella de “Una Eva y dos Adanes” Marilyn Monroe. La vida de Curtis podría haber nacido de un guión de cine: salió adelante viniendo de un pasado de pobreza en el Bronx, para convertirse en el galán de Hollywood de los años 1950 y 1960. “De donde vengo, el aspecto fue mi pasaporte para huir del cubo de basura”, dijo una vez Curtis. Ese cubo de basura era el Bronx. Curtis nació el 3 junio de 1925 y creció en la parte trasera del negocio familiar. Sus padres eran tan pobres que él y su hermano Julius fueron enviados por un tiempo a un orfanato. En su franca autobiografía publicada en 2008 “American Prince: A Memoir”, Curtis habla crudamente de una infancia marcada por la pobreza y detalla el abuso físico que sufrió de manos de su madre, quien luego fue diagnosticada como esquizofrénica. En 1938, su hermano Julius murió atropellado por un camión. A los 16 años se alistó al Ejército y pasó la Segunda Guerra Mundial sirviendo en la Marina. Tras ser dado de baja con honores, decidió iniciar su carrera de interpretación y se matriculó en la Dramatic Workshop de Nueva York, hasta que el productor fílmico David Selznick descubrió al nuevo talento. Para ese momento Curtis había abandonado su verdadero nombre, Bernard Schwartz. En “dime con quién andas” (1949), aquel chico del Bronx se interpretaba a sí mismo, y esa interpretación le valió cada vez más y mayores papeles. En “Fugitivos”, con Sidney Poitier, convenció una década después como actor dramático, y junto a Burt Lancaster y Gina Lollobrigida brilló en “Trapecio”. Hace medio siglo, pasó a la historia de los grandes del celuloide con la comedia de Billy Wilder “Una Eva y dos Adanes” . Décadas después, Curtis confesó que durante el rodaje tuvieron un affaire. Y que fue el padre del niño que Monroe perdió, según contó en sus memorias “American Prince”. Conocido por su grueso cabello negro y sus cejas depiladas, tuvo tanto éxito que su mechón fue adoptado por Elvis Presley y repentinamente todo el mundo comenzó a pedir a los barberos un corte “a lo Tony Curtis”. También filmó “La carrera del siglo” donde interpretó al héroe de negro Leslie Gallant, a cuyos pies se rendían las mujeres. Y sorprendió con el thriller “El estrangulador de Boston” (1968). También brilló en la tevé, con su protagónico, junto a Roger Moore, en “Dos tipos audaces”. En lo privado, Curtis hace tiempo que no era tan alegre como parecía en pantalla, según su hija Jamie Lee. “Algo lo torturó durante toda su vida. Y buscó consuelo en las mujeres, las drogas y el alcohol”. Curtis se castigaba a sí mismo por su papel de padre. “He fallado como padre. Ahora tengo que decirlo”. Le marcó especialmente la muerte de su hijo Nicolas, que en 1994 perdió la vida a causa de la heroína a los 23 años. No pasaba una noche en la que no pensara en Nicolas. “A menudo se me aparecía en sueños”, contó. El actor que participó en más de 100 películas pasó los últimos años –con unos kilos de más y en silla de ruedas– ante un caballete. La pintura se convirtió en su segunda profesión: sus obras se presentan en galerías de arte y se venden por miles de dólares. Y además confeccionaba “Time Boxes”, unas cajas hechas como un collage de viejas cartas, fotografías, llaves, dados y relojes tras un cristal. Lo que sí se mantuvo siempre fue su pasión por las mujeres. Tenía 73 años cuando contrajo matrimonio por quinta vez con Jill, de entonces 31, en 1998. Entre sus anteriores esposas figura Janet Leigh, la mujer de la ducha en “Psicosis”. De aquella relación nacieron dos hija: Kelly Curtis y la estrella, Jamie Lee Curtis. (AFP/DPA/AP)

Tuvo cinco mujeres y un romance con Marilyn Monroe, pero él siempre dijo que había llevado 1.000 mujeres a la cama.


Cuando un papel secundario ni se menciona pero el actor recibe después miles de cartas de fans dirigidas al “atractivo desconocido”, tiene que ser un tipo con mucho talento, o mucho sex appeal. En el caso de Tony Curtis se daban las dos. Durante décadas, Curtis fue uno de los actores –y hombres– más disputados de Hollywood, y se convirtió en toda una leyenda. Cuatro meses después de haber cumplido 85 años, murió ayer, en su casa, de un ataque cardíaco tras una obstrucción pulmonar. Con su impecable apariencia, Curtis se jactó de haber llevado a 1.000 mujeres a la cama, incluyendo a su coestrella de “Una Eva y dos Adanes” Marilyn Monroe. La vida de Curtis podría haber nacido de un guión de cine: salió adelante viniendo de un pasado de pobreza en el Bronx, para convertirse en el galán de Hollywood de los años 1950 y 1960. “De donde vengo, el aspecto fue mi pasaporte para huir del cubo de basura”, dijo una vez Curtis. Ese cubo de basura era el Bronx. Curtis nació el 3 junio de 1925 y creció en la parte trasera del negocio familiar. Sus padres eran tan pobres que él y su hermano Julius fueron enviados por un tiempo a un orfanato. En su franca autobiografía publicada en 2008 “American Prince: A Memoir”, Curtis habla crudamente de una infancia marcada por la pobreza y detalla el abuso físico que sufrió de manos de su madre, quien luego fue diagnosticada como esquizofrénica. En 1938, su hermano Julius murió atropellado por un camión. A los 16 años se alistó al Ejército y pasó la Segunda Guerra Mundial sirviendo en la Marina. Tras ser dado de baja con honores, decidió iniciar su carrera de interpretación y se matriculó en la Dramatic Workshop de Nueva York, hasta que el productor fílmico David Selznick descubrió al nuevo talento. Para ese momento Curtis había abandonado su verdadero nombre, Bernard Schwartz. En “dime con quién andas” (1949), aquel chico del Bronx se interpretaba a sí mismo, y esa interpretación le valió cada vez más y mayores papeles. En “Fugitivos”, con Sidney Poitier, convenció una década después como actor dramático, y junto a Burt Lancaster y Gina Lollobrigida brilló en “Trapecio”. Hace medio siglo, pasó a la historia de los grandes del celuloide con la comedia de Billy Wilder “Una Eva y dos Adanes” . Décadas después, Curtis confesó que durante el rodaje tuvieron un affaire. Y que fue el padre del niño que Monroe perdió, según contó en sus memorias “American Prince”. Conocido por su grueso cabello negro y sus cejas depiladas, tuvo tanto éxito que su mechón fue adoptado por Elvis Presley y repentinamente todo el mundo comenzó a pedir a los barberos un corte “a lo Tony Curtis”. También filmó “La carrera del siglo” donde interpretó al héroe de negro Leslie Gallant, a cuyos pies se rendían las mujeres. Y sorprendió con el thriller “El estrangulador de Boston” (1968). También brilló en la tevé, con su protagónico, junto a Roger Moore, en “Dos tipos audaces”. En lo privado, Curtis hace tiempo que no era tan alegre como parecía en pantalla, según su hija Jamie Lee. “Algo lo torturó durante toda su vida. Y buscó consuelo en las mujeres, las drogas y el alcohol”. Curtis se castigaba a sí mismo por su papel de padre. “He fallado como padre. Ahora tengo que decirlo”. Le marcó especialmente la muerte de su hijo Nicolas, que en 1994 perdió la vida a causa de la heroína a los 23 años. No pasaba una noche en la que no pensara en Nicolas. “A menudo se me aparecía en sueños”, contó. El actor que participó en más de 100 películas pasó los últimos años –con unos kilos de más y en silla de ruedas– ante un caballete. La pintura se convirtió en su segunda profesión: sus obras se presentan en galerías de arte y se venden por miles de dólares. Y además confeccionaba “Time Boxes”, unas cajas hechas como un collage de viejas cartas, fotografías, llaves, dados y relojes tras un cristal. Lo que sí se mantuvo siempre fue su pasión por las mujeres. Tenía 73 años cuando contrajo matrimonio por quinta vez con Jill, de entonces 31, en 1998. Entre sus anteriores esposas figura Janet Leigh, la mujer de la ducha en “Psicosis”. De aquella relación nacieron dos hija: Kelly Curtis y la estrella, Jamie Lee Curtis. (AFP/DPA/AP)

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