Un hombre “normal” se convierte en presidente

Nunca fue ministro, se presentaba por primera vez a unas presidenciales y a menudo era ignorado por su reputación de político demasiado discreto, “blando” o provinciano. Pero François Hollande asumió el martes la presidencia de Francia al final de una carrera de fondo tenaz, larga e impecable.

“Calibro el honor que me corresponde y la tarea que me espera. Me comprometo a servir a mi país con la devoción y ejemplaridad que esta función requiere”, declaró el líder socialista tras su elección, el pasado 6 de mayo.

Hollande fue primer secretario del Partido Socialista (PS) durante once años (1997-2008) y diputado del departamento rural de Correze (centro), pero parecía carecer del carisma y la altura que requiere la función presidencial en Francia.

Hasta hace poco nadie apostaba por él. No tenía el caché del ex director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, un brillante economista, ni de su excompañera sentimental Segolene Royal (derrotada por Sarkozy en 2007), que alimentó una relación emotiva con los franceses.

Pero en las primarias celebradas en octubre de 2011 en el Partido Socialista (PS), Hollande se impuso en dos vueltas a otros cinco candidatos, entre ellos Martine Aubry, secretaria general de la formación política.

El líder socialista tuvo el olfato político necesario para percatarse de que los franceses estaban hartos del “hiperpresidente” Sarkozy y de su “exhibicionismo permanente”, ante lo que prometió una presidencia “normal”.

“Soy el que están viendo. No hay artificios, no necesito travestirme”, dijo durante la campaña, definiéndose como un hombre “simple, directo y libre”.

La izquierda tenía finalmente un candidato creíble pero todavía no era un vencedor potencial.

Varios meses de campaña transformaron la percepción que los franceses tenían de este hombre de 57 años y con el tiempo fueron descubriendo en él a un hombre con sentido del humor, constante en su programa, combativo en los mítines y el contacto con sus simpatizantes y firme en su debate frente a Sarkozy.

“Cambió. Es como si hubiera entrado en el papel de presidente con el paso de los días. Está listo para ejercer esa función”, dice de él su pareja, la periodista Valerie Trierweiler.

Los sondeos comenzaron a darle la razón y semanas antes de las elecciones ya mostraban que Hollande podía ganar a Sarkozy.

El líder socialista nació en el seno de una familia de provincia en Rouen (noroeste), hijo de un médico y de una asistente social. Estudió en la ENA, prestigiosa escuela de administración y vivero de la élite política francesa. Allí conoció a la que fue su compañera durante 25 años y madre de sus cuatro hijos, Segolene Royal.

Terminados los estudios, trabajó en el Tribunal de Cuentas. Fascinado por la figura política del presidente François Mitterrand, elegido en 1981, empezó después a colaborar con él escribiendo “notas” de evaluación de situaciones políticas.

A los 26 años asumió el reto de presentarse a las elecciones legislativas en las tierras electorales del conservador Jacques Chirac, a la postre presidente (1995-2007).

Éste quiso dejarlo en evidencia en una reunión pública, preguntándole: “¿Quién es usted?”

“Soy ése que usted compara con el perro labrador de Mitterrand”, respondió el socialista.

Socialdemócrata asumido y europeo convencido, Hollande se interesó particularmente por las cuestiones fiscales durante años. Mientras tanto, su compañera Ségolène Royal avanzó en su carrera política y llegó a formar parte del gobierno de Mitterrand.

Hollande permaneció a la sombra, ganó espacio en el aparato político del PS y aspiró a dirigir un ministerio, aunque nunca lo logró.

Las derrotas en las elecciones presidenciales de Lionel Jospin en 1995 y en 2002, y de Segolene Royal en 2007, le convencieron de que había llegado su momento.

Aconsejado por su nueva compañera sentimental, Valerie Trierweiler, Hollande perdió más de diez kilos, cambió de aspecto y abandonó sus bromas intempestivas, que le habían dado la reputación de tener un humor corrosivo.

Durante meses recorrió el país y trabajó duro. El hombre afable que evita los conflictos fue dejando paso a una imagen más sólida y confiable.

Hollande es “inasible”, resume Thomas Hollande, el mayor de sus cuatro hijos, que considera esta característica la marca del “hombre libre” que es su padre.

Su apego al consenso, algo que sus detractores siempre han tachado de indecisión, es una ventaja para “unir”, estiman sus allegados.

“Nuestras diferencias no deben convertirse en divisiones”, pidió este martes, en su discurso de investidura.

AFP.-

FRANCIA


Nunca fue ministro, se presentaba por primera vez a unas presidenciales y a menudo era ignorado por su reputación de político demasiado discreto, “blando” o provinciano. Pero François Hollande asumió el martes la presidencia de Francia al final de una carrera de fondo tenaz, larga e impecable.

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