Una escuela en cada pueblo

Bajo la enorme carpa del circo, se fueron gestando y naciendo cada uno de los García. Si bien van de un lado hacia otro, los mayores tratan de dar una educación escolar a sus hijos a través del estudio, una tarea que no les resulta nada fácil.

Adrián, por ejemplo, comenzó la escuela primaria en un pueblito de Jujuy y se recibió de bachiller en un secundario de Río Gallegos. «Vamos a la escuela una semana, diez, días o como mucho medio mes un cada pueblo donde se instala el circo. La directora de cada escuela nos da una especie de pase donde constan los días que asistimos y a qué grado y la vamos presentando en la escuela del próximo pueblo. Así estudiamos todos los hermanos y así lo van a hacer mis hijos», afirma el padre de un niño de dos años y una nene de cuatro, futuros artistas del circo.

El hombre detalla que, en general, los chicos son bien aceptados en cada escuela a la que concurren y que los mayores problemas se presentan en aquellas donde los alumnos están más avanzados. «Nos cuesta ponernos en ritmo. A veces somos los peores del curso, pero también nos pasa que vamos a lugares donde nosotros estamos más adelantados y ahí somos los mejores», señala sonriendo.

Al margen de las particularidades en cuando a la educación, Adrián cuenta que la vida en el circo no es fácil y que el trabajo tiene muchos vaivenes económicos. Dependen, entre otras cosas, del clima y de los lugares que visitan. Pero la esperanza y las sonrisas siempre están.


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