Una familia sin consuelo
CRIMEN DE PEREYRA
NEUQUÉN (AN).- Paola cuenta que con el “Chileno” se conocieron hace añares, cuando ella llegó al barrio desde Mendoza. Pasaron de todo. Militaron en el MPN, trabajaron en decenas de elecciones, levantaron su casa, tuvieron dos hijas. El martes a la noche su esposo se le murió en los brazos mientras intentaba salvarle la vida haciéndole RCP. Fue en el porche de su casa, cuando los disparos ya no zumbaban peligro en la noche.
El homicidio de José Orlando Pereyra parece un punto de inflexión en la cotidianidad de un barrio Confluencia castigado hace meses por la inseguridad. Los vecinos están “hartos” pero temen, por su vida, la del familiar, la del amigo. Piden por justicia pero descreen de ella, y más de la policía. Están atrapados, se notan atrapados, se sienten atrapados.
Grupos de jóvenes armados asolan la zona hace ya un tiempo. Con diferentes nombres y denominaciones, se hicieron dueños del lugar. Se disputan territorios y negocios, se disparan a veces por eso, y otras veces porque sí. Pereyra cayó muerto cuando una bala perdida ingresó en su vivienda por la puerta de entrada. Dos grupos se tiraban de una esquina a la otra de una cuadra bien corta de la calle Cerro Catedral, cerca de una plaza donde aún jugaban chicos, y un proyectil traspasó las ligustrinas y fue a parar al corazón de Pereyra. “Mi papá salvó a mi mamá, porque si la bala no le daba a él, le pegaba a ella”. La hija mayor del matrimonio llora con indignación, pero muestra una fuerza ancestral. Su padre había cumplido 46 años el sábado 7 de marzo y la muchacha de 17 años recuerda que hicieron un asado y la pasaron “bárbaro”.
Pereyra tenía diabetes, por eso había decidido cuidarse, “hacer buena vida”, ponerse en forma en un gimnasio que armó en la parte de atrás de su vivienda. “¿Para qué le sirvió? Para nada, mirá cómo me lo mataron”, dice con un hilo de voz la chica mientras ocho brazos la contienen. Paola la escucha sin oír. Está como en trance. Busca una foto de su esposo, de tiempos felices, con un divertido mar de fondo. “No fue un ajuste de cuenta, cómo pueden decir eso. A mi marido lo mataron en una disputa de estas bandas que no nos dejan vivir. Hace un par de días, yo lavaba el auto y comenzaron tirarse, acá, a pocos metros. Vivimos con el corazón en la boca”, dijo la mujer.
CRIMEN DE PEREYRA
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