Uruguay sigue perseguido por su «sombra negra»

Otra vez cayó ante Dinamarca,que desniveló casi sobre la hora. La derrota condiciona bastante el futuro de la escuadra oriental.

ULSAN, Corea del Sur (Télam).- Dinamarca volvió a convertirse en la «sombra negra» de Uruguay en los mundiales, ya que no pudo mitigar ayer el dolor de aquel 1-6 de México «86 porque cayó sobre la hora 2-1 y en virtud de la derrota sufrida el viernes por Francia a manos de Senegal, complicó sus chances clasificatorias en el grupo A.

Uruguay tuvo un auspicioso comienzo dentro de sus restricciones futbolísticas, porque Pablo García ganó todas las pelotas divididas que daban vuelta por la mitad de la cancha y Recoba se encargaba de darle una pincelada de talento a cada una de las que pasaba por sus pies. Es más, si en el primer cuarto de hora Darío Silva hubiese ido con más confianza en sí mismo a buscar sendos pelotazos puestos como con la mano por el «Chino» Recoba, los uruguayos podrían haberse rápidamente puesto en ventaja.

Sin embargo, lo que bien vendían adelante los orientales lo regalaban por detrás, cuando Méndez y Sorondo no se decidían a tomar a la estrella dinamarquesa, Ebbe Sand, quien a los 12 minutos demostró el valor de sus pergaminos al sacudir el horizontal del arco de Carini. Ese fue un aviso de lo que vendría a partir de los 20″, cuando Dinamarca reacomodó sus piezas y a apropiarse del balón.

Con Recoba aislado y sin la ayuda de Guigou, el juego uruguayo se empezó a remitir casi con exclusividad a largos pelotazos que tenían como excluyente destinatario al «rubio» Silva. Pero si Uruguay penaba con el juego de aire, cuando Dinamarca pudo jugar por abajo directamente lo ejecutó. Y esto ocurrió a los 43 minutos, cuando Tomasson se juntó con Gronkjaer y entre ambos hilvanaron una acción por izquierda con paredes largas que finalmente el delantero decoró con un derechazo esquinado.

Parecía el golpe que le abriría la brecha por la que los dinamarqueses podrían internarse en la selva defensiva de los «charrúas». Sin embargo, en el mismo arranque del segundo período, llegó la respuesta impensada de Uruguay a través de un impresionante zurdazo de Darío Rodríguez desde afuera del área, en el que se mezclaron potencia, precisión en la pegada y la infaltable dosis de fortuna que evita que la misma intención termine en las tribunas.

Ese gol tuvo la virtud de modificar el desarrollo del encuentro desde lo anímico, ya que de la mano de un Recoba que se atrevió ante la superioridad numérica de sus marcadores, el esfuerzo de Gustavo Varela para recuperar en el medio y de Silva para apretar en la salida, los orientales lograron equiparar el juego.

Este fue, en definitiva, casi un acto repetido de lo acontecido en el primer tiempo, porque enseguida los dinamarqueses volvieron a dominar los espacios en base a despliegue.

Luchando cada pelota a muerte del medio hacia atrás y apostando a un solo golpe de la mitad hacia adelante, Uruguay se fue aferrando a un empate que no tenía mal color de cara al futuro. Y sobre todo por la forma en que se había planteado el partido. Pero el «sindrome Dinamarca» no parece ser un mal del que los uruguayos puedan desprenderse fácilmente, y a ocho minutos del final otra vez llegó el castigo secular, nuevamente por intermedio de Tomasson, aunque esta vez mediante golpe de cabeza. Y lo que era una buena posibilidad terminó siendo una frustración severa para los «celestes».


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