Vacunas anticovid: lo que hay… y lo que nos deben

¿Nos damos la vacuna Sputnik V en base a datos científicos validados o solo a la confianza que nos inspiran los gobiernos?


Ni uno ni lo otro. Y nos damos lo que hay, que claramente no era lo prometido desde la Casa Rosada meses atrás con grandilocuencia.


El pinchazo de la esperanza por desterrar el coronavirus y pretender la inmunización la reciben, por ahora, los urgidos destinatarios de la sanidad desde una partida magra de 300.000 primeras dosis en todo el país, suministradas con cierta épica. Del resto de las partidas, más que precisiones, reina la misma confusión que con la transparencia técnica.


Las ambiciosas expectativas generadas vía los anuncios del gobierno fueron declinando.


El 6 de noviembre, el Presidente Alberto Fernández sostuvo que “en diciembre podríamos vacunar a 10 millones de personas” con la vacuna rusa, la de AstraZeneca/Oxford, la de Pfizer/BioNTech y la de China. Y aventuró más: “Avanzamos en negociaciones con Rusia para adquirir 25 millones de dosis producidas por el Instituto Gamaleya”.


Luego caímos en la cuenta de que naufragaban Pfizer y China:


La versión oficial señaló -sin abundar en detalles- que la relación con el acreditado laboratorio estadounidense (pionero en las conversaciones con Argentina cuando todavía no había vacunas ni certezas de su disponibilidad) se empantanó por “condiciones inaceptables” pedidas para firmar los acuerdos, supuestamente vinculadas con la inmunidad jurídica “ante eventuales consecuencias adversas”. No conocimos la versión de Pfizer, que sin embargo avanza en Latinoamérica y ya tiene el OK del vecino país chileno para vacunar.


En tanto, el fracaso para lograr 30 millones de dosis de la variante china el gobierno directamente se lo cargó a la modorra y “licencia ecológica” del embajador Luis María Kreckler, a quien rápidamente echó y reemplazó por Sabino Vaca Narvaja, “experto en China”, hijo del ex dirigente montonero y ex ministro rionegrino Fernando Vaca Narvaja.


De Moderna nunca se habló y de AstraZeneca acaba de llegar en estas horas el visto bueno de la ANMAT para que sus vacunas puedan tal vez estar disponibles aquí entre febrero y marzo, como mejor hipótesis. Se informó que fueron compradas 22 millones de dosis (para 11 millones de personas), producidas en Argentina para Latinoamérica.


Por ahora, en concreto, tenemos la escuálida partida rusa inicial, vacuna que Europa y EE.UU. esquivan y que sólo recaló en contados países: Hungría, Corea del Sur, Egipto, India, México, Nepal y las antiguas repúblicas soviéticas de Kazajstán y Uzbekistán. También la gestionan Venezuela y dos Estados brasileños: Bahía y Paraná.


Por añadidura, desde que comenzó la carrera contrarreloj de las vacunas, Rusia es acusada en Europa de generar una campaña de desinformación y virus informáticos en las redes sociales, para desalentar todo tipo de expectativa y esperanza en las vacunas producidas por las potencias occidentales.


El debate, como es de suponer, pone foco en la cuestionable calidad institucional del Kremlin: su sistema autocrático, el uso de la desinformación como instrumento político, la hostilidad hacia Occidente -en especial hacia EE.UU.-, y la divulgación de teorías conspirativas.


No solo eso. Suben en intensidad dudas sobre la propia vacuna rusa debido a su críptica información técnica, necesaria para hacer consistentes la fiabilidad, seguridad o probable eficacia prometidas.


Más allá de campañas intencionadas de descrédito y desinformación que se advierten en algunos medios y redes, hay una fuerte demanda de apertura y acceso a la información técnica respecto de la Sputnik V.
Concretamente se pide evidencia de información científica publicada (y revisada por pares), robustez estadística de sus experimentaciones, un informe técnico detallado de la ANMAT y validaciones de entidades regulatorias internacionales, antes que meras recomendaciones dadas al Ministerio de Salud de la Nación para que autorice “de emergencia” su aplicación en el país.


ANMAT recalca que la documentación referida a la Sputnik V recibida por el organismo “es tan detallada como la de las otras investigaciones”.

Suben en intensidad dudas sobre la propia vacuna rusa debido a su críptica información técnica, necesaria para hacer consistentes la fiabilidad, seguridad o probable eficacia prometidas.


Pese a estas impalpables precisiones técnicas, se sobreactúa (incluso lo hacen algunos críticos) la expectativa por el “histórico paso del debut de la campaña” de vacunación, confiando en el prestigio de los técnicos de la ANMAT, en una vacuna que “proviene de una potencia mundial que tiene 28 premios Nobel” y en la promesa de especificaciones que tarde o temprano podrían publicarse, todo en aras de la urgencia y demanda creciente que existe en la sociedad para los grupos de riesgo (sobre todo teniendo en cuenta la última explosión de los casos).


Sin embargo, y a propósito de grupos de riesgo, el propio Presidente Fernández evidentemente participa de la preocupación por la mezquina información científica de la vacuna adquirida y de la que aún confía inocule a 10 millones de argentinos entre enero y febrero próximo. “El Presidente está nervioso porque no llegan los papeles” para que la vacuna pueda aplicarse a los mayores de 60 años, sinceró el Ministro Ginés González García en una informal charla con médicos que -desafortunadamente para él- registraron las cámaras.

Las primeras vacunas rusas ya se están aplicando en todo el país.


El gobierno ya venía de un cimbronazo que no esperaba cuando Putin dijo que no se daría la Sputnik-V, porque momentáneamente solo estaba aprobada para personas de entre 18 y 60 años, excluyendo precisamente al grupo de riesgo más apremiado. Luego desde el Kremlin se transmitió calma al anunciarse la autorización del Ministerio de Sanidad para los mayores de 60, pese a los escuálidos “mil y pico” de casos en los que -reveló Ginés- se probó la efectividad de la vacuna.

Larreta y la otra mejilla


Las críticas opositoras más duras a la falta de información provinieron de Juntos por el Cambio que, no obstante, mostró posiciones diferentes en su discusión interna sobre la vacuna entre el ala dura de la conducción y el jefe porteño Horacio Rodríguez Larreta, proclive siempre a bajar decibeles.


Sea como fuere, el Ministro de Salud de CABA, Fernán Quirós, acaba de sumarse a la exigencia de datos técnicos, que había expresado antes sin rodeos el ex secretario del área de Macri, Adolfo Rubinstein.

Larreta y Fernández, buenas relaciones en vidriera.


El gobierno de la Ciudad viene de sufrir continuos atropellos de Nación, pese a la propensión de Larreta de poner la otra mejilla. Padece las consecuencias del brutal manotazo a los fondos de coparticipación federal a simple decreto, que en 2021 lo privará de nada menos que $65.000 millones. Todo ocurrió mientras el país miraba las armoniosas conferencias de prensa entre Nación, Provincia y Ciudad que prolongaban indefinidamente la cuarentena.


Larreta, el hombre con mejor imagen política del país, tuvo recientemente un nuevo zarpazo: le asignaron desde Nación un cupo de solo el 7% (23.600) de las vacunas rusas, cuando a la Provincia de Buenos Aires le tocó el 41% (123 .000). Así, la Provincia puede vacunar al 85% de sus profesionales de salud; CABA a apenas el 30.


Si no fuera por su docilidad, Larreta podría contrarrestar la ofensiva kirchnerista al despojo y la discriminación, anudando directos vínculos con otros laboratorios o con Pfizer, con el cual Nación tiene hoy relaciones rotas por desavenencias seguramente superables, por simple ideología o por cuestiones que desconocemos.


Así, evitaría padecer la “coparticipación Sputnik” y sus arbitrarios criterios distribucionistas y, desde la gestión política, marcaría personalidad y ampliaría la protección de los profesionales que sirven y se exponen en la pandemia.


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