Se despertaron con medio metro de nieve en Villa Pehuenia y no pueden creer lo que pasó después…

Nico y Ariadna dormían en una cabaña camino a Moquehue en este paraíso de la Patagonia y cuando arrancaron el día se encontraron con un inmenso manto blanco en la cordillera neuquina. Las 48 hs que siguieron fueron un sueño. Mirá...

La noche del 23 de junio, Nico y Ariadna se fueron a dormir con una nevadita que caía sobre la cabaña a mitad de camino entre Villa Pehuenia y Moquehe. «Afuera habría unos cinco centímetros acumulados», recuerda él. A la mañana siguiente, cuando arrancaron el día observaron asombrados que los rodeaba medio metro de nieve, un inmenso manto blanco en el que se hundían hasta la rodilla a medida que caminaban hasta la camioneta para salir a ver cómo estaba ese paraíso de la cordillera neuquina. ¿Qué hicieron las inolvidables 48 horas que siguieron en esta maravilla de la Patagonia?

Así estaba la camioneta. Un matecito entre palada y palada antes de salir. Fotos de Nico Pollo.
A bordo. Ariadna, Cambá. Mambo y Nico.

Para salir hay que palear


Lo primero fue caminar hacia la ruta, hasta donde habían dejado la camioneta, mientras se enterraban a cada paso. Los seguían felices Mambo y Cambá, los dos perros que un día se le aparecieron a Nico en la cabaña, les dio de comer, nunca más se fueron y hasta lo acompañan a esquiar. Es de Zapala, en la zona central de Neuquén, ahí donde aparece la cordillera en el horizonte cuando vas por la 22 que viene del Valle y empalmás con la mítica 40 para acercarte a esa gloria que es la Ruta del Pehuén.

La nieve sobre los pehuenes- Foto: Nico Pollo.

Nico supo de chico que esos picos nevados serían su vida. Aprendió a esquiar como tantos zapalinos en Primeros Pinos que todos desean que reabra, elevó el nivel con el Curso de Residentes en Chapelco, estudió profesorado de Educación Física con Orientación en Montaña en Bariloche y con ese título fue instructor de esquí en cerro Catedral, Estados Unidos y Andorra.

Ahora, está de vuelta en su lugar en el mundo, el que elegía para las vacaciones, con el sueño compartido con Ariadna de vivir y trabajar en este paraíso. Para ella, contadora con clientes virtuales y tan fana de la naturaleza como él aunque se haya criado a 1.500 km, era la primera vez con tanta nieve.

La primera vez con tanta nieve para Ariadna no pudo ser mejor.

Es de Merlo, al oeste del Gran Buenos Aires y da clases presenciales de yoga en Moquehue, donde él da de entrenamiento funcional. Suman clases on line en ambos casos y en el de Nico también de ejercicios hipopresivos, pero van por más.

Así como otras almas viajeras buscan su destino fuera de las fronteras, ellos apuestan a la Patagonia. «Estamos craneando proyectos para desarrollar acá, desde retiros de yoga en la naturaleza, hasta actividades deportivas como esquí, caminatas con raquetas y excursiones«, cuenta Nico. Mientras tanto, disfrutan de lo que los rodea, como durante esas 48 hs para el recuerdo.


48 hs en la nieve y el bardón que recuerda a Dady Brieva


Así empieza el relato de Nico: «La pendiente hacia la ruta es pronunciada, por eso dejamos la camioneta ahí arriba, pero nos costó con tanta nieve. Cuando llegamos, había ahí también unos 50 cm acumulados, más toda la que tenía encima. Así que tardamos un buen rato en limpiarla y en palear para poder salir. Había pasado la máquina pero nos dejó el bardón a la salida, me hizo acordar a Dady Brieva», dice Nico por aquel divertido monólogo sobre el santafesino que pelea con la nieve que acumula la motoniveladora frente a su casa en Toronto.

El personaje de la historia primero estaba deslumbrado con la nieve y después de palear cada día para salir termina odiándola y con ganas de volver a los asados, los mosquitos y el Paraná. No es el caso de ellos.

Si antes de partir se asombraron con esos dos pájaros carpinteros en el bosque nevado y sus cabezas rojas que brillaban entre los copos blancos mientras picoteaban un árbol, ya sobre la ruta Ariadna abría bien grandes los ojos para mirar lo que aparecía mientras la camioneta avanzaba lento sobre el camino cubierto de nieve: las araucarias nevadas, las vacas que amamantaban a los terneros al borde de la ruta cerca de los caballos. «Como si todos buscáramos el lugar donde hubiera menos nieve», dice Nico. «Íbamos a dos por hora para disfrutar todo… y para esperar que las vacas despejaran el piquete», agrega y se ríe.

Lo que siguió fue la primera experiencia en una tabla para Ariadna en la nieve: sobre una tabla de snowboard, se deslizaron por la pendiente como si fuera un trineo, una y otra vez, en esos paisajes que no se pueden creer.

Aquí se divirtieron con la tabla de snowboard.

La escala siguiente estuvo a la altura de los paisajes de toda la recorrida: el punto panóramico de Villa Pehuenia.

Postal de Villa Pehuenia después de la nevada. Foto: Nico Pollo.

Si hasta ese momento las nubes habían copado la escena, justo se abrieron lo suficiente como para que los últimos rayos del sol iluminaran el atardecer.

A la mañana siguiente Ariadna aprendió a esquiar, en un caminito entre los árboles que lleva al lago, una suave pendiente ideal para los primeros pasos sobre las tablas. «Enseguida le agarró la mano, la pasamos genial», relata Nico, feliz en el recuerdo de esas 48 hs con tanta nieve en un lugar tan lindo: «Todo mágico, de cuento». Este año, él ya había salido con los esquíes a fines de abril cuando cayó la primera gran nevada.

Nico en la primera gran nevada de este año con sus amigos esquiando en otoño. Foto: Alexis Valladares.
«Fueron dos días hermosos», cuenta Nico.

Ahora ya es invierno y hoy al mediodía la comunidad mapuche Puel tiene previsto abrir el parque de nieve Batea Mahuida. Será, para Nico y Ariadna, otra chance de disfrutar de ese paraíso donde escriben su historia.


Las cuatro estaciones en Villa Pehuenia Moquehue


Había estado en otoño, en primavera, en verano. A Ariadna le faltaba el invierno. «Lo más hermoso de estar acá es que realmente te metés de lleno con la naturaleza, en las cuatro estaciones -cuenta-. Vivís con su pulso, sentís realmente como cada una te invita a experiencias muy distintas. Cuando nieva particularmente (lo hablamos con Nico siempre) es como que el mundo entra en una pausa. Todo se hace más lento y silencioso. Mirar los copos de nieve caer es como una meditación contemplativa cada vez que abrimos la cortina a la mañana, tomando mates en la cama.

Ariadna, Mambo y Cambá. Fotos: Nico Pollo.

«Mirá, estoy escribiendo esto y se me viene a la mente el ruido de los pasos en la nieve, los perros jugando. Y ese día que salí y vimos la cantidad de nieve que había caído, todo me asombraba y me maravillaba. Amé las texturas distintas, las formas, los árboles. Y tengo a mi lado al mejor profe de esquí. Y eso me hizo muy directo el camino a disfrutar de la nieve. Yo no sabía esquiar, Nico tiene toooda la paciencia para explicar y acompañar el proceso a la perfección. Hoy salimos otra vez un rato y ya me dan ganas de ir y probar mil veces más».


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