15 años en la carretera, recorriendo el mundo

Pablo García pedalea para cumplir su sueño de conocer a personas de todo el mundo. “Si se pone pasión, el éxito está asegurado”, aconseja.

15 años en la carretera, recorriendo el mundo

“Cumplí el sueño de conocer culturas, tradiciones y estrechar la mano de gente de distintos rincones del mundo”. Un año y medio le tomó a Pablo García, oriundo de la localidad de San Martín, provincia de Buenos Aires, organizar el viaje para recorrer el mundo en bicicleta.

La travesía que estaba programada para dos años y medio se demoró 15 años. A nueve meses de finalizar su recorrido, García llegó a Bariloche con su bicicleta que, junto a su equipaje, pesa unos 85 kilos. Solo lleva una carpa, una pequeña cocina, herramientas, repuestos y ropa para todas las estaciones del año.

Admite que la elección de la bicicleta para concretar su sueño fue casual ya que no solía usarla. “Al comienzo de viaje, me costó un montón pero la bicicleta me permite llegar al corazón de cada lugar”, señala sin quitarle los ojos de encima. Se trata de la tercera bicicleta que usó en todo el viaje ya que las otras dos quedaron prácticamente inutilizables. Cuenta que esta última con la que pudo regresar al país, fue un regalo en Israel.

El sueño de recorrer el mundo surgió cuando García vivía en Maceió, Brasil, donde trabajaba como guía de turismo. “La rutina, el confort y la estabilidad te aplacan y no te dejan vivir el presente porque vivís pensando en el futuro. En la vida hay un momento en que algo tiene que cambiar y hay que usar la pasión como herramienta. Si se pone pasión, el éxito está asegurado”, indica el hombre de 43 años.

García admitió que “lo malo de esta vida de viajes es la imposibilidad de apegarse a algo. Llevás una vida de renuncias. Tuve que renunciar a algún amor, a alguna casa de gente linda que me pedía que me quede. Desde hace 15 años, vivo empacando y desempacando”.

El relato está cargado de anécdotas. Desde una vez que se perdió en el desierto de Danakil en África, muy cerca del Mar Rojo hasta un acercamiento que tuvo, sin querer, a un campamento de iraníes que traficaban opio y que finalmente, le permitieron escapar. “El Diego me salvó la vida. Mientras se peleaban para ver qué hacían conmigo, se me ocurrió señalarles la bandera de Argentina que tenía en mi bicicleta junto a la de todos los países que había recorrido y decirles: ‘my country, Maradona´. Uno de ellos me dijo que siguiera viaje rápido porque otro de sus compañeros me mataba”.

Para concretar el viaje, Pablo consiguió varios patrocinadores pero con el corralito del 2001, los fue perdiendo poco a poco. Como el viaje arrancó por Sudáfrica, este hombre fue golpeando puertas y logró conseguir el auspicio de 20 empresas que le permitió continuar el viaje. La misma suerte corrió en Medio Oriente.

“Paradójicamente en países occidentales no conseguí nada. Entonces me la rebuscaba vendiendo artesanías o fotos del viaje. Hace 5 años, escribí un libro en inglés y también hice un documental de una hora que fui vendiendo por internet y en la calle a quienes querían ayudarme”, asegura.


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