Graciela Cros: alma de poeta

Nació en Carlos Casares pero en 1971 se radicó en Bariloche. La invitan de diversos países a leer sus poemas y rara vez hubo un no. “Leer en público es como un control de calidad”, asegura.

P- En diez palabras, ¿quién es Graciela Cros?

R- Una mujer que escribe desde que tengo memoria. Y que vive en Bariloche, mi patria por adopción. La mayor porción de mi historia está en esta ciudad. Por eso defiendo mi condición de patagónica.

P- ¿Estar inmersa en este escenario natural cuánto contribuye al escribir?

R- El contacto con la naturaleza es muy sanador si pensamos en las cosas que vivimos en el país y en el mundo. Tener este cable a tierra, ver verde al abrir la ventana o la puerta y respirar el aire no contaminado es estimulante no sólo para escribir sino para vivir mejor. En Buenos Aires me siento extranjera.

P- ¿Cuándo supo que quería pasar el resto de su vida escribiendo?

R- En mi casa no había libros, solo leían el diario y revistas. Siendo muy chica, fui a la casa de una compañera de la escuela. Su papá era médico y gran lector. Recuerdo que no vi muebles, sólo paredes con libros, y fue un shock tremendo. Esto quiero para mí, pensé. Me hice socia de una biblioteca pública. Me acercaba al mostrador y agarraba al azar los libros que devolvía la gente. “¿Me puedo llevar éste?”, le preguntaba a la bibliotecaria, que nunca me dijo que no. Con sólo 12 años me llevaba “Crimen y castigo” o la vida de Tolstói, novelas que iban mucho más allá de mi comprensión pero que al mismo tiempo me dejaban una inquietud. Y empecé a escribir simultáneamente. Le pedí a mi mamá que me comprara un cuaderno para “escribir una novela”. Era un cuaderno de 48 hojas, de tapa blanda, que perdí en alguna mudanza.

P- ¿Los poetas siempre ponen el cuerpo?

R- No todos, yo lo intento. Hay poetas de gabinete, que escriben su poesía fantástica pero encerrados en su espacio privado. No van a encuentros, no leen poesías en público, ni van a festivales. Cuando me invitan voy porque me gusta leer en público y sostener con mi cara lo que estoy diciendo. Cuando escribís, tu primer lector sos vos. Pero cuando leés a la gente registrás la emoción, te das cuenta de si eso llega a la gente o no. Es como un control de calidad para los poemas.

P- Como poeta, ¿para quién se escribe?

R- Escribo para la gente que quiero. Como dicen los roqueros: “Yo hago rock para que me quieran”. Bueno, yo hago poesía para que me quieran. La poesía funciona fuera del mercado. Tengo cantidades de amigos que me preguntan cuánto me pagan por derecho de autor. No ves derechos de autor si escribís poesía. Los poetas usamos la poesía como una tarjeta de presentación para que el otro nos conozca pero lo hacemos por amor al arte. Esto que significa desazón para muchos, al mismo tiempo te da una gran libertad porque no tenés que escribir para el mercado.

P- ¿Los talleres de escritura que dicta permiten vivir de la escritura?

R- Tuve mil empleos, trabajé siempre como empleada. Los escritores que pueden vivir de lo que escriben en Argentina o Latinoamérica son muy pocos. El mismo Neruda vivía de sus cargos diplomáticos. O son profesores o dan conferencias o talleres. Es cierto que tengo muchísima retribución. Me pagan pasajes y hotel para ir a Barcelona, Madrid, Berlín, a un simposio universitario. Pero sostener la vida cotidiana con la poesía es imposible. Nuestra satisfacción viene por otro lado, no por el económico.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios