Impunidad: la única respuesta a los femicidios en Cipolletti

En los 90 la ciudad fue sacudida por resonantes femicidios: el primer triple crimen (1997) y el asesinato de la bioquímica Ana Zerdán (1999). Fue el comienzo de una saga que dejó una huella para siempre. Un estigma que terminó por identificar a Cipolletti con la triste definición de “capital del femicidio”. Esta idea terminó de acuñarse tras el asesinato de la kinesióloga Diana del Frari (2001) y con la masacre del laboratorio (2004), el segundo triple crimen.

A días de haberse celebrado la tercera edición de la marcha nacional “Ni una menos”, pocas son las respuestas que la Justicia local ha podido darles a los familiares de las víctimas. Todas las causas atesoran una misma particularidad: la impunidad. Sólo en una –primer triple crimen– hay un condenado. El resto quedaron impunes. Nadie sabe quién las mató, ni por qué. Sólo se sabe que ya no están.

En noviembre se van a cumplir 20 años del primer triple crimen y la Justicia sólo pudo condenar a uno de los involucrados: Claudio Kielmasz. Siempre se sospechó de la participación de otras personas, pero nunca fueron identificadas. María Emilia González, su hermana Paula y su amiga Verónica Villar desaparecieron el 9 de noviembre de 1997. Sus cuerpos fueron hallados dos días después en la zona conocida como “Los Olivillos”, ubicada sobre calle San Luis. Tenían 24, 17 y 22 años. Todos los años se realiza una marcha para recordarlas y pedir Justicia. Cuando se cumplieron 15 años, el padre de las hermanas, Ulises González, anunció que iba a ser su última marcha. Lo hizo después de haber manifestado que creía que nunca iba a obtener Justicia por sus hijas.

La lista siguió con la bioquímica Ana Zerdán, hallada muerta en septiembre de 1999 en su laboratorio. La mataron a golpes con un tubo de oxígeno. Su expareja Juan Carlos Aguirre y el hijo de este, Juan Manuel Aguirre Taboada, fueron juzgados dos veces y en ambas ocasiones fueron absueltos. Aún no se sabe quién mató a Zerdán.

En agosto del 2001 la kinesióloga Diana del Frari fue hallada muerta en su consultorio de Libertad y 9 de Julio. La encontró su pareja. La única certeza es que la mataron de 15 puñaladas. Un año después, en mayo de 2002, fueron asesinadas la bioquímica Mónica García, la psicóloga Carmen Marcovecchi y la paciente Alejandra Carbajales en el laboratorio de calles Roca y 25 de Mayo. Ketty Karavatic de Bilbao, en ese momento de 70 años, fue la única sobreviviente: el asesino creyó que la había matado después de arrojarle ácido. Por la causa fue juzgado dos veces Pablo Sandoval. La primera vez lo absolvieron y en el segundo juicio lo condenaron a perpetua, pero en 2008 fue liberado por la Corte Suprema de Justicia tras argumentar que una persona no puede ser juzgada dos veces por un mismo hecho.

Los años pasan y las historias se repiten: mujeres asesinadas sin responsables tras las rejas. Un Estado que augura preocuparse, endureciendo leyes y pensando en cómo evitar nuevos femicidios. Mientras, el fantasma de la impunidad sigue acechando a la ciudad.

La figura del femicidio se incorporó al

Código Penal con la modificación del 2012.

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La figura del femicidio se incorporó al
Código Penal con la modificación del 2012.

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