Doce proyectos de extensión de la Universidad de Río Negro están suspendidos por falta de presupuesto

Los especialistas aseguran que estos programas no solo enriquecen el acto educativo sino que además, permiten identificar nuevas necesidades y temas de investigación.

Más allá de los planes de estudio, las universidades asumen el desafío de encontrar soluciones a problemáticas y necesidades de la región, a través de los llamados programas de extensión. La propuesta no es antojadiza sino que tiene que ver con una política nacional del Consejo Interuniversitario Nacional.

Los especialistas aseguran que el trabajo en territorio enriquece el acto educativo y permite identificar nuevas necesidades y temas de investigación. «Si permanecemos sentados como investigadores, no vamos a adivinar dónde están las necesidades y las soluciones», advirtió Evelin Colino, secretaria de Extensión de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN).

Las propuestas son de lo más variadas pero, hoy la situación financiera pone un freno. Explicó que «del total del presupuesto, un tercio del financiamiento no llegó en el 2023. Estamos usando los últimos centavos para las últimas acciones». «Esta restricción financiera nos condiciona en todos estos aspectos. Argentina tiene muchas necesidades por resolver y la universidad puede y tiene el deber de comprometerse con el mejoramiento de la calidad de vida. Cada uno de estos proyectos es un granito de arena que buscaba la construcción de un vínculo entre diferentes actores para encontrar soluciones«, consideró.

Dijo que hoy no hay novedades respecto «de que vayan a transferir la partida correspondiente al 2024. Hay señales muy fuertes de que no está dentro de las prioridades del gobierno nacional».

La Secretaría de Políticas Universitarias, desde hace dos décadas, abría convocatorias anuales para que docentes y no docentes universitarios presentaran proyectos específicos que contaban con el aval de la universidad.

«En esa convocatoria llamada ‘Universidad, cultura y territorio´, 25 proyectos de la UNRN fueron aprobados. Sin embargo, solo nos enviaron el presupuesto para 13 proyectos. Hay otras 12 iniciativas que no se pueden poner en marcha«, recalcó Colino.

De los proyectos que quedan «en pausa», siete corresponden a la sede Andina, dos a la sede Atlántica y tres a la sede Alto Valle. Si bien las temáticas eran diversas, muchas iniciativas tenían una articulación directa entre la universidad y las escuelas.

Uno de ellos consistía en el dictado de talleres de educación sexual integral en las escuelas de Bariloche, con el acompañamiento del hospital Ramón Carrillo. Eran talleres adaptados para cada uno de los niveles educativos y a la vez, se había armado un espacio de consejería en salud integral y reproductiva.

Otro proyecto que ya se había implementado estaba vinculado a la problemática de la violencia cotidiana en Bariloche y se trabajaba con docentes, estudiantes de la sede andina, el hospital Ramón Carrillo y los centros de salud. En una primera etapa, había llevado adelante una campaña de sensibilización social y algunas encuestas y, en la segunda etapa, pretendían profundizar el trabajo con talleres en las escuelas.

«Miradas al cielo» es un proyecto que se ha desarrollado en Bariloche y El Bolsón, junto con el Instituto de Formación Docente. El desafío es despertar vocaciones científicas vinculadas a la astronomía, en niños, jóvenes y adultos.

En el Alto Valle, se proyectaban acciones de concientización y sensibilización en todos los niveles educativos sobre el desarrollo sostenible planteado por Naciones Unidas. Otra actividad estaba dirigida a estudiantes del nivel medio para que conozcan las carreras que se dictan en la universidad. «De esta forma, van trabajando con los docentes herramientas vinculadas a las matemáticas, tratando de reducir la brecha con que llegan los estudiantes a la universidad. El objetivo es que puedan sobrevivir los primeros años de la vida universitaria», planteó Colino.

La carrera de Veterinaria en Choele Choel había impulsado un programa para detectar el Mal de Chagas en caninos en la zona periurbana y rural. De esta forma, los estudiantes de veterinaria realizaban muestreos en los barrios, concientizaban sobre la problemática a los vecinos y aportaban sugerencias. Pero también quedó suspendido.

La sede Atlántica había propuesto explorar, junto a los productores de pseudocereales (quinoa, amaranto y trigo sarraceno), cultivos que se desarrollan y crecen poco a poco en el Valle Inferior, en articulación con los microcerveceros de Patagonia Norte, con la finalidad de generar una cerveza artesanal y libre de TAC.

Otro programa de educación ambiental de la sede Atlántica estaba vinculado a la confección de jardines de plantas nativas en espacios verdes. Se realizaban actividades puntuales en el Jardín Botánico, de manera articulada con otros actores de la sociedad civil.

Por otro lado, los docentes de la carrera de Agroecología de El Bolsón habían propuesto el desarrollo de estrategias para la restauración ecológica y productiva tras el impacto del incendio en Cuesta del Ternero en 2021. «Ese proyecto fue financiado en 2021 y buscaba aportar soluciones a algunas problemáticas que se fueron identificando, como la degradación ambiental del bosque de coníferas, el desarrollo de nuevos cultivos que diversifiquen las pérdidas de las producciones y el mejoramiento de la producción ganadera», aportó Colino.

También en El Bolsón, se planteó el acompañamiento de los productores de fruta fina en el manejo de una plaga de la mosca japonesa que se disparó en 2020. Se abordó el manejo sanitario del ciclo de la mosca y cómo va impactando en la producción de fruta fina.

Desde la Tecnicatura en Viveros, otro proyecto está apuntado a la restauración de las áreas afectadas por los incendios forestales de los últimos años, a través de técnicas de manejo y producción de plantines de calidad. Ese grupo trabajaba en articulación con Parques Nacionales, el Servicio Forestal Andino, el INTA Bariloche y la asociación Circuito Verde.

El impacto

Los proyectos de extensión apuntan a retroalimentar las líneas de investigación. Pero en este contexto, la posibilidad de experimentar el trabajo en territorio y el enriquecimiento en la formación se ven limitados. «La universidad no podrá seguir dando respuesta a este trabajo que, en muchos casos, venía con articulaciones previas. No es que de la noche a la mañana alguien inventó un proyecto de extensión. Hay redes de trabajo que se dan en torno a ese proyecto que se gestan desde hace tiempo, hay un compromiso de la universidad de abordar esa temática y trabajarla junto a otros actores«, indicó Colino.

Consideró que la imposibilidad de seguir adelante con estos proyectos tendrá un impacto en la sociedad pero también en los estudiantes. A su vez, planteó, desestimula a los docentes. «Tiene un impacto negativo. Todo lo que tenían proyectado y planificado, se frena y genera una frustración. No hay que pensar como compartimentos estancos la docencia y, por otro lado, los investigadores científicos identificando temas para generar nuevos conocimientos. Esa retroalimentación se da con el trabajo en territorio integrando extensión, docencia e investigación», concluyó.


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