Geopolítica “vintage”

Nunca como en estas últimas semanas, desde la caída del Muro (1989) y la Unión Soviética (1991), se habló y escribió tan profusamente sobre la Guerra Fría. Y no como referencia a la historia, sino al presente y el futuro inmediatos. Esos tambores de beligerancia “retro”, acaso con fondo de música de Wagner y toques hollywoodenses setentistas (recordarán muchos lectores aquella escena de “Apocalipsis now” con los helicópteros norteamericanos haciendo sonar desde sus altoparlantes la “Cabalgata de las Valquirias” mientras arrojaban sus bombas Napalm sobre las aldeas vietnamitas ) acompañan la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca este viernes 20.

El espionaje ruso al que se atribuye inédita injerencia en la última campaña electoral de Estados Unidos, las osadas designaciones y advertencias del nuevo presidente republicano, las respuestas de Moscú y Beijing y algunos movimientos de piezas en el tablero estratégico global evocan y recrean en un nuevo contexto histórico aquella etapa de la segunda mitad del siglo veinte de cuyo inicio se cumplen 70 años.

Todo comenzó un 12 de marzo de 1947, cuando el entonces presidente norteamericano Harry Truman pronunció su discurso ante el Congreso estando por entonces en curso las guerras civiles en Grecia y China entre comunistas y nacionalistas (1946-1949). El discurso decía así: “Creo que debemos ayudar a los pueblos a forjar su propio destino (…) Cada nación debe escoger entre dos modos de vida opuestos. (…) Uno reposa sobre la voluntad de la mayoría y se caracteriza por sus instituciones libres, por un gobierno representativo, por elecciones libres, por la garantía del mantenimiento de las libertades individuales y por la ausencia de cualquier opresión política (…). El otro reposa sobre la voluntad de una minoría impuesta por la fuerza a la mayoría. Se apoya en el terror y en la opresión”.

Era el nacimiento de la llamada Doctrina Truman, basada en la teoría de la contención del comunismo, y la asunción de un orden mundial bipolar bajo la hegemonía de las dos superpotencias, los EE. UU. y la Rusia soviética. La doctrina se promulgó con el ánimo de proporcionar soporte intervencionista a gobiernos que resistían frente al comunismo. Truman insistió en que si Grecia y Turquía no recibían la ayuda que necesitaban podían caer inevitablemente en el comunismo provocando un efecto dominó en Europa. Los norteamericanos comenzaron, entonces, a instalar bases militares en Grecia y Turquía y aumentaron el número de soldados en Europa occidental. Además, aportaron un fondo de ayuda económica para la reconstrucción de posguerra que se conoció como Plan Marshall. La URSS, conducida por Josif Stalin, impuso su dominio sobre Europa del Este y la misma división bipolar entre Occidente y el este, la OTAN y el Pacto de Varsovia, se expandió e impuso en Asia (guerras de Corea, Vietnam e Indochina), Medio Oriente (Israel vs. países árabes), África (guerras civiles poscoloniales) y América Latina (Doctrina de Seguridad Nacional).

De 1947 a 2017, la fábula del oso ruso vs. el águila estadounidense adquiere renovada vigencia. Trump ha puesto la política exterior y de defensa en manos del complejo militar industrial. Con la designación del ex-CEO de la Exxon Rex Tillerson como secretario de Estado y de tres generales “halcones” en puestos claves –James Mattis en Defensa, Michael Flynn como asesor de Seguridad Nacional y John Kelly en Seguridad Interior– da un paso más allá de sus antecesores Ronald Reagan, George Bush padre y George Bush hijo.

No sólo en la geopolítica global y el discurso político que se expresa en los populismos en boga, también en la ficción, el cine y la literatura se refleja este regreso del clima de Guerra Fría. Lo que nos contaban las viejas series y películas de los 60 y 70 –“James Bond”, “El agente de Cipol”, “El Santo”– se cuenta desde una óptica original en series como “The Americans”, que relata las peripecias de una pareja de espías soviéticos en los Estados Unidos de los 80, durante la presidencia de Reagan. Vemos allí cómo en ese juego de amigos y enemigos, Washington y Moscú estaban en realidad mucho más cerca de lo que aparentaban.

Aquel mundo del conflicto este-oeste, una “paz armada” que se apoyó en la amenaza de la “destrucción mutua asegurada” por el terror nuclear y la carrera armamentista, se nos revela en estas retrospectivas también en ese otro aspecto, el de un simulacro montado por las dos superpotencias para mantener su hegemonía. “Vintage” es el término en boga, empleado para referirse a objetos o accesorios añejos que vuelven con renovada actualidad. La Era Trump nos trae eso: una geopolítica vintage, con la Guerra Fría nuevamente entre nosotros. En este caso, sin doctrina de la contención ni Plan Marshall a la vista. Es apenas el comienzo de una nueva película. O de una nueva etapa histórica cargada de pasado.

No sólo en la geopolítica global y el discurso político que se expresa en los populismos en boga, también se refleja en la ficción, el cine y la literatura.

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No sólo en la geopolítica global y el discurso político que se expresa en los populismos en boga, también se refleja en la ficción, el cine y la literatura.

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