Magela Demarco, una escritora que se anima a jugar

Periodista de profesión y escritora de alma, se atrevió a mostrar públicamente sus textos con la llegada de su hijo. “Mi amigo el mar” es su primer cuento.

Cuando una persona se anima a escribir literatura infantil, se anima a jugar, imaginar distintos mundos posibles habitados por seres coloridos y de diversa índole. Algo así le paso a Magela Demarco, la autora que en un intercambio de correos electrónicos con “Río Negro” contó cómo fue animarse a encarar el mundo de las palabras en su libro “Mi amigo el mar”.

P- ¿Cómo nació la idea del libro?

R- Escribo desde preadolescente, primero eran reflexiones, y ya después tomaron la forma de cuentos. Pero la idea de “salir” a mostrar mis relatos cobró mucho más fuerza cuando nació Tobías, mi gordo que hoy tiene cinco años. Los hijos son nuestros grandes maestros. En mi caso, con su llegada, mi vida cobró un sentido más profundo, más luminoso, más comprometido conmigo misma. A mis 27 años se había muerto mi papá, a quien amaba profundamente porque, además de una gran persona era un gran papá, así que había quedado un vacío bastante grande. Tobías llegó para iluminar mi vida. Y no hay día que no le agradezca a Dios su llegada. Mi hijo me hizo rever mis sueños y mis temas pendientes. Y uno de mis sueños era ser escritora. De hecho, seguí periodismo porque me gustaba escribir –dentro de otras cosas por las que elegí esa profesión–. Porque en el momento que elegí una carrera, ser escritora no estaba dentro de las opciones que manejaba. No tomaba muy en serio mis “aptitudes” o no era muy consciente de todo lo que se movía dentro de mí cuando escribía. Lo hacía porque me encantaba, y nada más. La llegada de mi hijo me dio la fuerza que necesitaba para dar ese salto e ir hacia lo que quería. Porque además, aprendemos con el ejemplo, no con las palabras. Y yo quería ser ejemplo para mi hijo. Quería que me hijo tuviera una madre que se animaba a ir en busca de lo que quería, de lo que más le gustaba hacer.

Así que con algo de dinero que tenía ahorrado, me metí en internet a buscar una ilustradora/or que me enamoraran sus dibujos, y la encontré a Caru Grossi. Sin sus dibujos, mi cuento no sería lo que es. Es más, yo siempre le digo que ella tiene el 70% de mérito en que se haya publicado. Porque el cuento a las editoras de La Brujita de Papel, se lo envié ya terminado, con las ilustraciones y el diseño. Y seis meses después de haberles enviado el mail con el libro, me respondieron diciéndome que estaban interesadas. Siempre lo cuento, para dar ánimo a todas las personas a que vayan por sus sueños. Y que se animen a escribir y enviar sus trabajos. Sea a editoriales, diarios o donde sea que les interese estar.

Y esta historia en particular nació a partir de una situación que ocurrió con mi hijo Tobías hace dos años, un verano en Villa Gesell, cuando él tenía tres. Una ola se llevó un autito y no lo pudimos rescatar. Desapareció entre las olas. Él se largó a llorar, desconsolado. Entonces yo le dije que seguramente el mar se lo había llevado porque se lo iba a llevar a algún chico a quien su mamá no pudiera comprarle ninguno. Que él tenía muchos, y que después le compraba otro. Creo que esa explicación era mi intento para que él pudiera entender antes que yo ciertas cuestiones del desapego, de no aferrarse estáticamente a las cosas, porque la vida es movimiento, es cambio, y hay que aprender a ser más flexibles y a fluir con ella. Nada en la vida es estático, “Todo se transforma”, dice Drexler en uno de sus temas. “Verano, otoño, invierno, primavera”. Nacemos, crecemos, morimos… Son los ciclos de la vida.

P- ¿Tenés algún personaje que podría funcionar como hilo conductor de nuevos libros, como si fueran una saga?

R- La nena pelirroja de “Mi amigo el mar”, es un lindo personaje para seguir, pero no sé. Veremos… También estoy escribiendo una serie de cuentos sobre perros. No todos son el mismo personaje, pero sí todos hablan en primera persona. Intentando poner la mirada desde ellos. En su mayoría son de humor, creo que el humor es una de las mejores vías de comunicación y de llegada. A mí, los mensajes con humor, me llegan mejor. Y creo, además, que la vida sin humor sería terrible.

P- ¿Cuáles fueron tus influencias en cuanto autores/autoras?

R- María Elena Walsh es el gran referente. Creo que van a pasar generaciones y generaciones, y las madres vamos a seguir cantándoles sus canciones a nuestros hijos. También me marcó Elsa Bornemann, especialmente “El libro de los niños enamorados”. Me lo había regalado mi mamá de chica, y yo me sabía los poemas de memoria. Están muy anclados emocionalmente a mi infancia, me despiertan mucho amor. De chica, mi tía Mary me había comprado una colección de libros que se llamaban “Musicuentos”, de Viscontea: eran enormes y de color verde; venían todos los relatos clásicos en muy lindas versiones, con toques de humor y traían un disquito para escucharlos. Me fascinaban. De hecho, todavía hoy los tengo y se los leo a Tobías. Incluso conseguí por internet los audios de esos cuentos, y también se los hago escuchar, incluyen canciones dentro de los relatos. “Los tres chanchitos”, “Caperucita Roja, con un lobo tartamudo muy simpático, “Jacobito y la alubia encantada”, “Cinco en una vaina”, “Barba Azul”, tenían unas muy lindas versiones de los clásicos. Me fascinan los cuentos clásicos. Por algo perduran y perduran. Tienen algo especial… Y por algo también en la actualidad se los continúa versionando tanto.

P- ¿Cuál es tu relación con el mar?

R- Amo el mar. Me hace muy bien ir. Casi todos los veranos voy a Villa Gesell. Junto con mi gordo, esperamos ansiosos que llegue el verano. Cada vez que me meto al mar siento que me cura, me limpia, siento que lleva con sus olas las tensiones, las cargas que uno carga. El mar me relaja, me conecta más conmigo y su vez con el entorno. Hay personas a las que les ocurre esto cuando van a la montaña. Bueno, a mí esto me lo da el mar, y nada más que el mar. Yo siento que va limpiando el alma con sus olas, su olor, su murmullo constante y su vaivén.

P- ¿Hay un momento en que escribir el libro te haya resultado agotador?

R- No, nunca, me encanta escribir. Me da felicidad. La alegría que me genera terminar de escribir un cuento, texto o poesía que me guste, me lo dan pocas cosas.

P- En el periodismo, hay algo que llamamos el “terror de la página en blanco”. ¿Te pasó en algún momento?

R- No me ocurre esto de que no me salga nada. Lo que sí me ocurre es que de lo que me sale, no me guste nada, que no sé si no es peor…. Ejerzo también el periodismo, y creo que escribir es, como la mayoría de las cosas en esta vida, un ejercicio que se aprende y se mejora, ejercitándolo. Así que cuando lo que escribí no me gusta, lo dejo, abro otro Word, y comienzo otro cuento. O continúo con el mismo, pero lo escribo desde otro narrador. Lo importante es no desanimarse y seguir.

P- ¿Por qué elegiste escribir literatura infantil?

R- En realidad, siento que la literatura infantil me eligió a mí más que yo a ella. Antes de que Tobi naciera, solo escribía cuentos para adultos. Desde que él llegó los cuentos para niños fueron saliendo solos y le quitaron lugar a los otros. Aunque también me gusta y me divierte mucho escribir en el tono ácido, más de crítica social y algo feminista que casi siempre toman mis cuentos para adultos.

“La vida es movimiento, es cambio, y hay que aprender a ser más flexibles y a fluir con ella. Nada en la vida es estático”.

“A mí, los mensajes con humor me llegan mejor. Y creo, además, que la vida sin humor sería terrible”,

subrayó Magela Demarco sobre su forma de ver la vida y el humor.

“Mi amigo el mar” cuenta con ilustraciones de
Caru Grossi.

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Datos

“La vida es movimiento, es cambio, y hay que aprender a ser más flexibles y a fluir con ella. Nada en la vida es estático”.
“A mí, los mensajes con humor me llegan mejor. Y creo, además, que la vida sin humor sería terrible”,

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