de nuevo

Quienes conocen bien Independiente dicen que el joyero Noray Nakis fue raleado hace tiempo de las decisiones importantes en el club de Avellaneda. Con mensajes en clave dirigidos al presidente Hugo Moyano, el vicepresidente primero se quejaba de tanto en tanto en diarios deportivos y sitios partidarios de que su voz ya no era escuchada como en otros tiempos. Esa distancia se trasladó a los hechos: Nakis, un hombre que gozó de la confianza suprema de don Julio Grondona (le confeccionó el célebre anillo con el sello “Todo pasa”), no había podido hacerse un lugar en la lista oficialista para las elecciones del domingo 17, que llevará al binomio Hugo Moyano-Pablo Moyano.

La política intenta descifrar si la detención, el jueves último, del orfebre Nakis y de 22 barras de Independiente por el delito de asociación para delinquir es también un mensaje del poder destinado a los Moyano. En un final de año en el que se libran batallas decisivas para Mauricio Macri, resuena una frase que el presidente dejó caer en privado a poco del triunfo de octubre: “Hugo ahora se va a tener que definir. Ya no va poder echarle la culpa de todo a Pablo”. “El Pablo”, como lo llama Hugo.

Moyano lo ha hecho de nuevo. Su alejamiento formal de la conducción de la CGT no implicaba en modo alguno salir de la escena. El líder histórico de Camioneros contribuyó a la conformación de una secretaría colegiada en la central peronista en un contexto de dispersión, rasgo de época. Juan Carlos Schmid, de la federación del transporte, preserva sus intereses allí. También lo hace su hijo, que ocupa la secretaría gremial. Pasados ya los 70 años, la llegada de Moyano a Independiente parecía una señal en dirección al retiro. “Hugo ya está hecho con que le digan ‘presidente’”, arriesgó entonces el jefe de un sindicato poderoso. Parece que no alcanza con eso.

Otro enigma que se intenta resolver en estas horas es si Moyano padre ha sido el verdadero promotor de la rebelión de Moyano hijo en contra del acuerdo alcanzado por la CGT con el gobierno por la reforma laboral.

Pablo Moyano participó el miércoles de una masiva movilización contra el tratamiento en el Senado del paquete de reformas impulsado por el gobierno. Antes había echado un manto de sospechas sobre el acuerdo para sacar la reforma laboral, proyecto clave del programa de “reformismo permanente”. Pablo insinuó que la reforma trae con ella el veneno del soborno: “La Banelco”. La misma figura que usó su padre para derrumbar la ley de flexibilización laboral de De la Rúa, en el 2000. Fue el principio del fin de la Alianza.

Schmid ratificó ayer el proyecto consensuado con el gobierno y sostuvo que Moyano padre lo avaló. Hay algo de verdad en eso: otro de sus hijos, Huguito, fue uno de los abogados de la CGT que participó de las rondas técnicas con el gobierno. Pero el senador Miguel Ángel Pichetto consideró un agravio la insinuación del otro Moyano hijo –Pablo– y congeló el proyecto en la Cámara Alta. “No habrá ley. No me voy a bancar la mentira y la difamación” le dijo ayer a este cronista. Pichetto es otro de los que cree, como Macri, que Moyano no puede seguir culpando de todo “al Pablo”: “No voy a ser mediador de la interna gremial. Que arregle este quilombo”.

Hugo Moyano enfrenta dos retos esta semana. Uno es deportivo: la final, el miércoles, de la Copa Sudamericana entre Independiente y Flamengo. El jueves espera que el Estado le renueve la licencia a la empresa de correos OCA, de la que se presume es dueño por interpósita persona. Moyano necesita que antes ese mismo Estado le otorgue un plan para pagar la deuda de la empresa con la AFIP por varios miles de millones de pesos.

Macri, futbolero, es el único que puede responder cuál será para Moyano el desafío más difícil.


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