El telescopio ALMA, un ojo abierto al universo desde el desierto chileno

Situado en la norteña región de Atacama, a 5.000 m de altura y en el lugar más seco del mundo, sus 66 antenas parabólicas captan ondas de radio que luego se convierten en imágenes, dando así a la astronomía el más formidable instrumento de observación.

ALMA, el telescopio más grande del mundo situado en el desierto chileno de Atacama, ha arrojado nueva luz sobre el nacimiento y la muerte de las estrellas, la composición química de la atmósfera y de los nuevos planetas.

Y con ello, espera contribuir a resolver uno de los enigmas que más fascinan al hombre: el origen del universo.

Llegar hasta sus 66 antenas situadas en el llano de Chajnantor -’lugar de despegue’ en lengua Kunza- a más de 5.000 metros de altura en el árido desierto de Atacama, norte de Chile, es casi un viaje iniciático.

Antes de subir hasta los ‘ojos’ del Atacama Large Millimeter/ subillimeter Array (ALMA) hay que pasar un control médico en el Centro de Operaciones, situado a 2.900 metros de altura, para determinar si uno es apto para acceder a esta planicie de la volcánica cordillera de Los Andes, donde escasea el oxígeno, el corazón se acelera y el paso se ralentiza, sometida a temperaturas extremas. El personal no debe permanecer más de 24 horas seguidas.

Más allá de las duras condiciones para el personal científico y técnico, ALMA ha supuesto un antes y un después en la astronomía por su capacidad para captar ondas de luz milimétricas con mucha precisión. Las fotos de imágenes del polvo que rodea las estrellas, de la Vía Láctea o de Centaurus son impactantes.

Una de las contribuciones más “espectaculares” que ha dejado por el momento el telescopio más complejo y potente del planeta, es determinar cómo se forman los discos exoplanetarios y los planetas.

“Unos meses atrás se veía un disco protoplanetario donde se estaban formando planetas con anillitos”, dice la astrónoma madrileña Itziar de Gregorio, quien, al igual que el resto de los científicos, pasa una semana entera al mes en el inhóspito clima atacameño, el desierto más seco del mundo, pero con los cielos más límpidos para la observación. El resto del trabajo, lo desarrollan en las oficinas en Santiago.

Recientemente, el potente radiotelescopio captó imágenes de un cinturón de cometas alrededor de una estrella ubicada a 129 años luz de la Tierra y que revelarían la existencia de planetas escondidos o desplazados del lejano sistema.

“También está dando respuestas detalladas sobre cómo mueren las estrellas, qué estructuras tienen las galaxias, incluso las galaxias superlejanas”, explica.

Al morir, las estrellas “empiezan a eyectar material y explosionar y repartir todo este material en el medio interestelar y en este medio se van a producir después nuevas estrellas y a partir de nuevas estrellas nuevos planetas”, explica De Gregorio.

La particularidad de ALMA, un proyecto conjunto de Europa, Estados Unidos, Canadá, Japón, Corea, Taiwán y Chile, es que permite “hacer un zoom a la parte central donde está la estrella o las estructuras que se producen alrededor”.

Pronto, los platos de las antenas cambiarán de dirección y enfocarán al Sol para resolver el gran misterio: por qué tiene una atmósfera tan caliente. Y es que la superficie de las antenas de ALMA difuminan el calor permitiendo enfocar las ondas milimétricas del espectro de luz sin quemarlas.

“Por primera vez, estamos explorando un rango de frecuencia (de onda) que hasta ahora nunca antes se había logrado.”

Pablo Cortés, astrónomo

chileno, integrante del equipo de investigadores.

Datos

“Por primera vez, estamos explorando un rango de frecuencia (de onda) que hasta ahora nunca antes se había logrado.”

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