Dulces artesanales hechos en El Bolsón y entregados puerta a puerta

Una pareja que emigró a la Comarca Andina los elabora con frutas de producción local. Apuestan a la autogestión como sistema.

Hace rato que quería probar los dulces “Gota de Rocío”. Si bien había tomado contacto con Gipsy y Bruno, sus elaboradores, no podíamos coincidir ya que ellos residen en El Bolsón, allí donde la fruta es posta y las variedades son silvestres, naturales, deliciosas y por ahora nadie fumiga (no encuentro emoji de dedos cruzados).

Conocieron el lugar donde se mudarían, un mes antes de llegar. Una chacra con frutales; manzana, ciruela, guinda, sauco, zarzamora y rosa mosqueta. La ventaja de tener producción propia materializaba más rápido el proyecto.

Gipsy y Bruno son periodistas que alimentan la estadística de profesionales que metieron un volantazo y decidieron auto gestionarse y que las preocupaciones pasen a ser otras.

Un día nos encontramos y me dejaron varios frascos de dulces para que los pruebe. Charlamos, les pregunté algunas cositas y se fueron. Estaban repartiendo dulces y habían hecho una pausa para vernos.

Yo pensaba en la mejor manera de probar esos dulces para luego poder escribir sobre ellos. ¿Con un pan de masa madre?, ¿en un panqueque? Se me ocurrió degustarlos en ayunas a la mañana siguiente así nomás, a pelo.

Cuenta Bruno: “Los primeros se caramelizaban, se pegaban. Nunca había hecho un dulce. La madre de Gipsy, Gloria, nos tiró un par de ideas y a partir de ahí empezó a salir rico. Empezamos a enfrascar y a probarlos entre los amigos. Arrancamos en una cocinita económica, en una olla Essen, que te das cuenta que es lo mejor y así no paramos”.

Los frascos me miraban desde la mesa de la cocina. Eran las once de la noche y le dije a mi hijo, “mañana nos levantamos y lo primero que hacemos es meter la cuchara en algunos frascos para ver cómo están”. Probar los dulces en ayunas me entusiasmaba. Nos dormimos. No hizo falta despertador, el niño me hizo abrir los ojos recordándome la aventura tempranera.

Y allí estábamos en la cocina de casa, en pijamas y lagañas, con el movimiento casi zombi que tiene el que sale abruptamente de una dormida profunda.

Gipsy y Bruno viajan una hora y media desde Bolsón a Esquel.

“Rompimos amortiguadores del auto cargando frascos”, apuntan a la par y se ríen.

En el comienzo investigaron el mercado, las habilitaciones y consiguieron el dato de una sala de elaboración en Esquel, donde capacitan a pequeños productores.

Cuenta Gipsy: “es una sala de elaboración de alimentos comunitaria con 15 productores de dulces, hongos, sales y tés. El lugar es muy grande y empezamos a producir ahí con el acompañamiento de técnicos bromatólogos que te ayudan mucho”.

Algunos pajaritos se escuchan mezclados con autos que vienen de la calle.

Estamos recién levantados y con mi hijo ponemos los frascos y las cucharas y vamos anotando todo. Siempre en ayunas porque los sentidos están más sedientos y todo toma una dimensión absoluta.

El paladar de un niño es diferente al de un adulto. Ellos son más esponjas, aunque no tengan todas las palabras para describir lo que están comiendo, está buenísimo investigar con ellos y preguntarles.

Y ahí vamos clavando a ciegas la cuchara en los frascos de guinda, rosa mosqueta, frutos del bosque, frambuesa y grosella.

En medio de la charla sobre los sabores de las frutas Bruno apunta: “Al principio la estrella era la guinda, la gente está siempre con la cereza, pero es otra cosa, la guinda es más silvestre y más ácida, y es el elemento clave de la selva negra”

Actualmente tienen en mente nuevos sabores, mientras piensan la red de distribución a medida que la historia tracciona. El sauco es uno de ellos.

Conmueve el proyecto y los dulces. Sin conservantes, sin pesticidas, de frutas orgánicas provenientes de los terruños que forman la comarca Andina del paralelo 42.

Reparten puerta a puerta y los encontrás en Facebook como “Dulces caseros Gota De Rocío”.

En la degustación en ayunas con mi hijo tuvimos empate técnico. Guinda y Rosa Mosqueta en el top 1.

Un desayuno con cualquiera de estos dulces es diferente a todo.

Datos

Cuenta Bruno: “Los primeros se caramelizaban, se pegaban. Nunca había hecho un dulce. La madre de Gipsy, Gloria, nos tiró un par de ideas y a partir de ahí empezó a salir rico. Empezamos a enfrascar y a probarlos entre los amigos. Arrancamos en una cocinita económica, en una olla Essen, que te das cuenta que es lo mejor y así no paramos”.
Cuenta Gipsy: “es una sala de elaboración de alimentos comunitaria con 15 productores de dulces, hongos, sales y tés. El lugar es muy grande y empezamos a producir ahí con el acompañamiento de técnicos bromatólogos que te ayudan mucho”.

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios