Una propiedad que fue a Nueva Zelanda y volvió

Una versión decía que el inmueble de la ex escribanía Carulli había sido comprado por el BPN. Pero, al menos hasta ahora, no fue así. Después de pasar por las manos de una sociedad fantasma con asiento en Nueva Zelanda, la propiedad volvió a compradores locales. En el edificio se iniciaron obras que fueron interrumpidas. Aparentemente, el banco sería ajeno al negocio. Sin embargo, un contador vinculado con la entidad intermedió en las operaciones.

Un informe publicado hace unos diez meses decía que a principios del año en curso el Banco de la Provincia de Neuquén iniciaría la construcción de una torre de 124 metros de altura en la esquina de la avenida Argentina e Independencia. Allí funciona actualmente la casa matriz de la institución, que en el entretiempo se instalaría en edificios ubicados enfrente, sobre la otra mano de la avenida Argentina, que serían adecuadamente reciclados. En uno de esos inmuebles ya funcionan dependencias del banco, y otro sirvió durante unos meses de local de campaña del Movimiento Popular Neuquino. Antes, a fines de 2002, el entonces presidente del BPN, Luis Manganaro, había adelantado algunas líneas generales del proyecto, y en mayo del año siguiente habló de la mudanza de la casa central, bien que sin decir dónde.

Según la publicación mencionada, en el predio se levantarían tres torres, con una inversión de 40 millones de pesos. El complejo albergaría a un hotel cinco estrellas, grupos empresarios regionales, nacionales y multinacionales y, en la planta baja y los cinco primeros pisos, a la casa matriz del BPN. Entre las torres habría un paseo que saldría a la avenida y a las calles Rivadavia e Independencia.

Para la confección del proyecto, que no fue concursado, Manganaro convocó al estudio Poggi-Schmitt, que ya hizo para el banco la ampliación de la sucursal Rivadavia. Debido a la dimensión del emprendimiento, fueron también invitados a participar los estudios de arquitectura Ibarroule-Aprea y Ferri-Macedo. El arquitecto Oscar Aprea confirmó que el proyecto había sido elaborado con la participación de su estudio y habló de la intervención de una gerenciadora identificada por la sigla COMS.

A pesar de lo anunciado, hasta ahora no se ha movido un ladrillo para iniciar la construcción. Es más: al ser consultado sobre proyectos inmobiliarios del banco, el sucesor de Manganaro en la presidencia, Félix Racco, dijo que solamente tenía en carpeta un edificio para los empleados judiciales. No obstante, poco tiempo después un informe oficial decía que, merced a un acuerdo entre la empresa Repsol y el gobernador Jorge Sobisch, la petrolera financiaría tres mil metros cuadrados «del proyecto del gobierno de construir un edificio torre para el Banco de la Provincia del Neuquén, otras oficinas del gobierno organismos no oficiales y entes privados». Repsol también comprometía su esfuerzo para que el Instituto Argentino del Petróleo y el Gas y el Club del Petróleo ocuparan poco más de 500 metros de las torres.

 

Viaje intercontinental

Mientras tanto, el chalé de dos plantas y techo de tejas que había pertenecido al escribano Miguel Carulli -levantado sobre un predio que da frente a la avenida Argentina y con salida por los fondos a la calle San Martín- iniciaba un sorprendente viaje de ida y vuelta entre América y Oceanía

La investigación sobre la venta comenzó con una consulta a la escribana Nelva Carulli, una de las herederas, quien reconoció la operación pero, discreta, se negó a informar quién había comprado.

Se pudo establecer, no obstante, que el comprador había sido Edgardo Anselmo Macht, gerente de la firma Arauco, una concesionaria Ford vecina al banco. Macht admitió su intervención, pero dijo que no había comprado para sí sino para un tercero, como gestor de negocios. Dijo que pediría la autorización a uno de los dueños de Arauco, Antonio Chidiak, para dar el nombre de ese tercero pero, contestó al cabo de un par de días, no la obtuvo.

La investigación continuó, con curiosas derivaciones. Macht había comprado en octubre de 2002, con la intervención del escribano Santiago Peláez, para la misma época en que Manganaro hiciera el primer anuncio.

Luego aparece en escena una sociedad off-shore, Chamoile Holdings Ltd, con domicilio en el número dos del Commercial Centre Square, casilla de correo 71, Alofi, Niue. No fue sencillo ubicar a Niue, aparentemente un paraíso fiscal, pero con la ayuda de detallada cartografía apareció: es una isla que forma parte del archipiélago de Nueva Zelanda.

 

Regreso a Neuquén

Macht había comprado para Chamoile. No por iniciativa propia, por cierto, sino porque alguien se lo encargó. En junio de 2003 Abelardo Luis Hoch, contador con estudio en Paraguay 1225, piso 1, Buenos Aires, se presenta como apoderado de Chamoile ante otro escribano neuquino, José María Tropini, y dice que acepta la compra formalizada por Macht. Hoch -quien se negó a hablar con «Río Negro» de todo esto- presentó un poder que le fue otorgado en Montevideo, el 14 de mayo de 2002, por ante el escribano Eduardo Simón Dalquist. El otorgante fue el ciudadano uruguayo Francisco Romero Carlotto, a quien el escribano dice conocer, como también que está facultado para apoderar a Hoch de acuerdo a lo resuelto en una «asamblea de accionistas» de Chamoile realizada en la capital uruguaya un día antes.

Pero Hoch, ya en Neuquén y ante Tropini, no se limitó a aceptar sino que además y en el mismo acto vendió el inmueble en 305.000 pesos a otra compañía, Eduva S.A., con domicilio declarado en Montevideo 418, piso 11, oficina C, de la ciudad de Buenos Aires. En esa oficina, donde no conocen a Eduva, funciona el estudio Di Fonzo.

Eduva se constituyó en Buenos Aires en enero de 2003 para la «explotación de locutorios», pero sus socios son neuquinos.

Quien le compró a Hoch es Valeria Beatriz Sierkovich, presidenta de Eduva, domiciliada en avenida Argentina 325, de Neuquén, donde funciona un locutorio de Telecom. Allí la encontró un periodista de este diario, quien le exhibió una copia de la escritura.

Nerviosa, y antes de que se le pudiera hacer ninguna pregunta, la mujer reconoció que los consignados en el documento eran sus datos, pero negó rotundamente la compra. Recientemente, el autor de este informe quiso hablar con ella, pero no tuvo éxito.

Mientras el dominio de la ex escribanía Carulli recorría el planeta, en Neuquén se habían iniciado trabajos de reciclado del inmueble. Para ubicar al responsable de la obra, que resultó ser Eduardo Del Giúdice, la investigación debió pasar por un edificio de la calle Ministro González al 100 primero, y luego por la galería Jardín. La información recogida aquí permitió llegar a otro locutorio Telecom, situado también sobre la avenida Argentina, junto al céntrico hotel Royal. Del Giúdice, quien se hallaba en Bariloche, era el dueño del negocio -también director suplente de Eduva-, y Fabiana Holzmann -solicitante del permiso para la obra en la municipalidad- una empleada.

Un trabajador de la obra había dicho que allí se instalaría «un cíber para empresarios». Del Giúdice, consultado por teléfono, dijo que él era «el dueño» de la obra al preguntársele para quien construía. La conversación se quedó allí porque, de pronto, preguntó «quién es usted», y cuando el periodista le reiteró su nombre y el del diario replicó «no le voy a contestar» y cortó.

Pasado un tiempo después de esa accidentada conversación, la obra se paralizó, y en ese estado permanece hoy.

Jorge Gadano

Nota asociada: El contador Hoch  

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