En busca de una agenda con Biden

Por Walter Curia


Los objetivos: apoyo en el FMI y una suba de las exportaciones y de la inversión directa. “La idea es mejorar el entendimiento recíproco”, dijo el embajador Argüello.


El nombre de Larry Fink sonó en el 2016 para la jefatura del Tesoro de los Estados Unidos en un eventual gobierno de Hillary Clinton. Ha sido uno de los principales aportantes a la campaña de Joe Biden y es otra vez uno de los candidatos para ocupar el cargo. Fink es el CEO del poderoso fondo de inversión BlackRock, que ingresó en agosto al canje de la deuda argentina tras una dura negociación y no pocas críticas a la gestión económica del gobierno de Alberto Fernández. El jueves pasado participó de una videoconferencia del Banco Santander. Dijo allí: “Va a llevar mucho tiempo para que vuelva a haber inversión privada en la Argentina”.

La declaración de Fink resulta ilustrativa en varios sentidos. No solo revela con crudeza la perspectiva que tienen los inversores sobre el rumbo económico en la Argentina y cuánto de esta perspectiva podría impregnar al próximo gobierno demócrata en los Estados Unidos. Fink explica también la cautela con la que el gobierno ha seguido el dramático desenlace de la elección y la confirmación del triunfo de Biden.

Si el vínculo con el presidente Donald Trump ha sido improbable en lo que va del mandato de Fernández, las relaciones del kirchnerismo con un gobierno demócrata deberán ser remontadas desde un punto muy bajo. Lo recuerdan varios hechos de una etapa signada por la crisis financiera de las “subprime” y la emergencia de Barack Obama, un presidente que generó ilusión y rápido desencanto en Cristina Kirchner. En 2011, bajo sus instrucciones, la Cancillería incautó un equipo de comunicación de un avión de la Fuerza Aérea estadounidense que había aterrizado en el aeropuerto de Ezeiza. En el operativo participó el fallecido excanciller Héctor Timerman, quien ordenó abrir por la fuerza una valija encriptada después de que los norteamericanos se negaron a hacerlo. El Pentágono tuvo que cerrar sus comunicaciones globales por unas horas. Obama se involucró personalmente en el tema y calificó el incidente como “serio”.

La Argentina ya se había convertido en un país irrelevante para Washington cuando en 2013 firmó el pacto con Irán para interrogar en Teherán a los sospechosos del atentado a la AMIA. La entonces presidenta Kirchner abusó de las ironías destinadas a Obama en algunos de sus mensajes ante la ONU por su falta de apoyo en los tribunales de Nueva York durante el largo litigio por la deuda. El expresidente mencionó alguna vez que la relación con ella era cordial en los encuentros que compartían en el G20, pero que “sus políticas eran siempre antiestadounidenses y recurría a una retórica probablemente de los años 60 y 70”. Ayer la vicepresidenta saludó en un tuit la elección de Biden, quien acompañó a Obama en aquellos años desde la vicepresidencia.


El Fondo necesita regularizar su situación con la Argentina, beneficiada en el 2018 con el préstamo más importante que haya otorgado en su historia. Por voluntad de Trump.


Para cambiar la imagen ante el establishment estadounidense, el gobierno contrató meses atrás como lobbista a un hombre que ha conocido muy bien a los Kirchner y al propio Fernández: Thomas Shannon, exresponsable para la región en el Departamento de Estado en los años de George Bush y exembajador de Obama en Brasil. Ahora va en busca de una agenda posible con Biden, con eje en el aumento de las exportaciones argentinas y de la inversión directa desde EE. UU. “Con esos objetivos, la intención es mejorar el entendimiento recíproco”, confió ayer a esta columna el embajador Jorge Argüello.

A Argüello se le atribuye la estrategia con que el gobierno siguió el desarrollo del escrutinio en EE. UU. Cumple un rol clave: además de encabezar la legación diplomática en Washington, es el encargado de coordinar las representaciones de la Argentina con sede en EE. UU., incluido el FMI.

El martes volverá a Buenos Aires la misión del Fondo para avanzar en la negociación de un nuevo acuerdo. El objetivo de Fernández es obtener el apoyo demócrata en plena transición de poder en EE. UU. El acuerdo también es el principal desafío para la dirección del FMI. El organismo necesita regularizar su situación con Argentina, beneficiada en 2018 con el préstamo más importante que haya otorgado en su historia. Por voluntad de Donald Trump.


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