La popularidad de Bush continúa en descenso

El 58% está disconforme

Los índices de popularidad del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, siguen bajando, y el 58% de los encuestados por The Washington Post y ABC News declara estar insatisfecho con su trabajo.

En tanto, el 39% opina favorablemente sobre el trabajo de Bush, por debajo del 42% de setiembre, concluyó la encuesta realizada entre 600 personas el 28 y 29 de octubre.

Esto ocurre en momentos que la Casa Blanca está inmersa en un escándalo de infidencia, con el procesamiento del jefe de gabinete del vicepresidente y tras el fracaso en la nominación de Harriet Miers para llenar la vacante en la Corte Suprema de Justicia.

Consultada sobre la ética del gobierno de Bush, el 64% de la población considera que es pobre, 34% que es buena o excelente.

Respecto al llamado caso Plame, el 69% de los encuestados cree que el procesamiento del Lewis «Scooter» Libby, mano derecha del vicepresidente Dick Cheney, representa un crimen serio, contra 26% que indicó que era un delito menor.

Ayer Bush afirmó que quiere «empezar de nuevo», tras la acusación formal presentada contra el jefe del gabinete de su vicepresidente por revelar la identidad de una agente de la CIA.

Como primer paso, tal vez hoy mismo, Bush podría nominar a un nuevo candidato para juez de la Corte Suprema, informaron ayer asesores del gobierno.

La nominación para ese cargo de la asesora legal del presidente Harriet Miers fracasó por la presión de los republicanos, y en particular de la derecha religiosa.

Libby, hasta ahora jefe de gabinete del vicepresidente Cheney, fue acusado formalmente el viernes de cinco cargos incluyendo perjurio, falso testimonio y obstrucción de la Justicia, en la investigación acerca de la presunta filtración por parte de una fuente de la Casa Blanca de la identidad de la agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense Valerie Plame.

Libby, que el mismo viernes presentó su renuncia, deberá comparecer por primera vez ante el tribunal esta misma semana. El gran jurado investiga si la Casa Blanca filtró la identidad de la agente encubierta Valerie Plame a la prensa. Plame es esposa de un ex embajador estadounidense que puso en duda públicamente los argumentos esgrimidos por Bush para invadir Irak. El esposo de Plame, Joseph Wilson, afirma que la Casa Blanca expuso a su mujer en venganza.

Desde la Casa Blanca se apuntó ayer que Bush no tiene previsto hacer más cambios como consecuencia del escándalo. Así, queda en su cargo el estrecho colaborador de Bush Karl Rove, que también está bajo sospecha de haber contribuido a descubrir a la agente Plame aunque por el momento no ha sido acusado formalmente. Según informa la revista «Time» en su edición más reciente, es posible que Bush no haga cambios de funcionarios, pero ha perdido parte de su confianza en quienes hasta ahora eran sus tres más cercanos colaboradores: Rove, Cheney y su jefe de gabinete Andrew Card (al que se responsabiliza en parte por la lenta reacción tras el huracán «Katrina» y por el fracaso de la nominación de Miers para la Corte Suprema). «Todos sus vínculos… con la excepción de (su esposa) Laura, han resultado dañados en los últimos tiempos», señaló un asesor de la Casa Blanca que cita «Time» sin identificarlo.

Republicanos tratan de desviar la atención

En tiempos normales, el presidente George W. Bush y la mayoría republicana en el Congreso fijan la agenda política. Pero en los últimos tiempos, han pasado buena parte del tiempo tratando de desviar la atención. En la Casa Blanca, eso significa designar un nuevo presidente de la reserva Federal tres meses antes de que el actual abandone el cargo. O abrir la Rotonda del Capitolio para colocar el ataúd de la pionera de los derechos civiles Rosa Parks, la primera mujer en ser homenajeada de esa manera.

«Tengo un trabajo que hacer», dijo Bush hace 10 días, luego que se le preguntó sobre las dificultades que confronta. «Parte de mi tarea es trabajar con otros a fin de diseñar un mundo que será pacífico para las futuras generaciones. Y tengo que trabajar para asegurar que la economía continuará creciendo''.

Tal como había anticipado la Casa Blanca, sus problemas rápidamente se multiplicaron, en medio de encuestas que indican que su popularidad ha llegado al punto más bajo desde las elecciones del 2000. Harriet Miers, castigada por las críticas de los conservadores, debió retirar su nominación como jueza de la Corte Suprema. El principal asesor del vicepresidente Dick Cheney fue encausado por perjurio y obstrucción de la justicia en el caso de la divulgación del nombre de una agente encubierta de la CIA. El principal asesor presidencial, Karl Rove, continúa en un limbo legal. Y la misma investigación lanza un incómodo rayo sobre Cheney y su presunto papel en impulsar la guerra en Irak.

Bush se mantuvo aferrado a un cronograma que pareció no tomar en cuenta los eventos que se iban sucediendo: Permaneció en la Casa Blanca para designar a Ben S. Bernanke como sucesor de Alan Greenspan en la Fed.Viajó a Florida para examinar las labores de asistencia a las víctimas del huracán Wilma. Voló a Virginia para tratar de obtener respaldo para una guerra que ya ha causado más de 2.000 bajas estadounidenses. El viernes, cuando abordaba su helicóptero para un viaje a su residencia de descanso en Camp David, el presidente prácticamente repitió lo que dijo hace más de una semana: «Tengo que hacer mi trabajo, y también deben hacerlo quienes están empleados en la Casa Blanca. Nuestra tarea es proteger al pueblo estadounidense, y eso es lo que continuaremos haciendo con ahínco''.


Los índices de popularidad del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, siguen bajando, y el 58% de los encuestados por The Washington Post y ABC News declara estar insatisfecho con su trabajo.

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