¿Son más inteligentes?
por Tomas Buch, especial para "Río Negro"
He leído con atención la nota «Por qué son inteligentes» de Héctor Ciapuscio, en la que menciona estudios según los judíos askenazíes somos más inteligentes que los demás caucásicos. Este trabajo me inspira algunas reflexiones que quisiera compartir con los lectores.
Los estudios «genéticos» sobre diversos factores de comportamiento (homosexualidad, violencia y otros) han sido producidos frecuentemente, y en alguna nota he denunciado el carácter ideológico de tales discriminaciones. En tiempos de predominio de la derecha, todo tiende a ser interpretado genéticamente. Y el concepto de raza -que Ciapuscio desde luego no menciona- ha sido científicamente desterrado de toda respetabilidad, así como se ha cuestionado más de una vez el concepto de «inteligencia» y el índice (IQ) que pretende medirla.
No hay dudas de que los judíos del área lingüística alemana y los norteamericanos se han destacado en las artes y las ciencias mucho más de lo que hubiese indicado su proporción en la población general. También entre nosotros abundan los científicos y escritores de ese origen en mayor proporción que en la población en su conjunto. Sin embargo, rara vez se trata de los judíos más ortodoxos -o aún religiosos-, que tienden a aislarse de la comunidad en general. Esta posición destacada nos ha puesto mucho más en evidencia de lo que hubiese sido deseable, y se puede afirmar que, además de una consecuencia, es también una causa del antisemitismo.
Lo que no es posible aceptar es que se trate de mutaciones genéticas debidas a una inexistente endogamia. Tratar de compatibilizar esta idea con las teorías evolucionistas resulta casi imposible, y más bien me parecen de corte lamarckiano: la herencia de caracteres adquiridos. ¿O acaso se trata de «la supervivencia del más inteligente»? ¿Acaso las personas inteligentes tienen más hijos que los demás, para difundir el gen de la inteligencia entre su descendencia? Además, no existen muchos vestigios de pureza o aún estabilidad étnica entre los judíos askenazíes, sometidos numerosas veces a tropelías acompañadas de violaciones masivas de sus mujeres. Esto explica, por ejemplo, que un judío alemán se parezca más a un alemán no judío que a un judío ruso. Por otra parte, el predominio de la inteligencia judía no se ha notado en otros ambientes que los altamente evolucionados intelectualmente en las áreas de habla alemana, y ahora, estadounidense.
Las frecuentes mezclas étnicas también explican la ley según la cual la pertenencia a la comunidad judía se determina por la vía materna y no por la paterna, a pesar del carácter paternalista de la sociedad judía tradicional. La comparación con la frecuencia relativa de una enfermedad genética -que puede deberse a un solo gen- de una cualidad tan compleja, amplia y mal definida como la inteligencia también me parece algo ingenua.
Por todo ello, el biologismo de los autores citados por Ciapuscio me parece superficial y políticamente peligroso. Por otra parte, con la subdivisión en askenazíes y sefarditas pasa algo parecido: los musulmanes fueron mucho menos racistas que los cristianos; los judíos que habitaron la cuenca del Mediterráneo y especialmente su costado sud y sudeste se parecen más a los «meridionales» de la cuenca mediterránea que a los judíos rusos o lituanos. El más grande filósofo judío y uno de los mayores de la Edad Media, Maimónides, era de Granada, España y murió en El Cairo. La multicolorida población de Israel es una prueba de lo dicho, aunque el sionismo haya tenido su origen en Alemania.
Tampoco me parece muy oportuno que el artículo haya sido ilustrado con una imagen de un grupo de judíos ortodoxos, que no son, justamente los que se han destacado en el mundo occidental ni en ningún otro.
La dedicación al estudio es tradicional entre los judíos, pero las «jeshivoth» ortodoxas lo limitan a los textos religiosos, al igual que lo que hacen las «madrassas islámicas». No creo que allí esté el origen de la inteligencia judía. Las persecuciones seguramente les han agudizado el ingenio, pero la preeminencia judía en las actividades intelectuales europeas no data más que del siglo XVIII, cuando la influencia de la Ilustración y la Revolución Francesa eliminaron las restricciones que hasta entonces limitaban las posibilidades de los judíos a una vida en común con las mayorías «gentiles» que dominaban las sociedades. A partir de allí, probablemente se desencadenaron los talentos hasta entonces reprimidos, y tal vez las familias judías hayan tendido más que otras a la costumbre de mandar a estudiar a alguno de sus hijos, así como entre las familias criollas de la clase alta cristiana siempre debía haber un militar, un abogado y un cura, para velar sobre los intereses familiares.
No puedo proponer una teoría coherente que explique las altas proporciones de judíos entre los premios Nobel y otras señales de preeminencia intelectual, pero creo que estudios como el citado por Ciapuscio son peligrosas porque aparentan dar un sustento pseudocientífico moderno al mito de la odiosa superioridad judía, asociada para algunos a la «Conspiración de los Sabios de Sión», para apoderarse del mundo. Porque somos genéticamente más inteligentes que todos los demás,un disparate peligroso, casi tanto como el mito del «pueblo elegido».
He leído con atención la nota "Por qué son inteligentes" de Héctor Ciapuscio, en la que menciona estudios según los judíos askenazíes somos más inteligentes que los demás caucásicos. Este trabajo me inspira algunas reflexiones que quisiera compartir con los lectores.
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