La influencia del imperio Inca llegó hasta los mapuches
El reino de los Incas, desarrollado entre 1250 y 1532 d.C., que abarcó 4000 kilómetros desde Colombia hasta el norte de Chile, fue destruido por los españoles en 1532.
Los Incas lograron a dominar en muy poco tiempo a otros grupos como: Curis, Atacameños, Diaguitas o Calchaquíes, Huarpes, Omaguacas, Chimú y Tiawanaco entre otros.
Tuvieron un breve pero importante contacto con el grupo mapuche Picunche.
Una fábula costeña del Perú adaptada para la dominación Incaica, relata que del cielo cayeron tres huevos, uno de oro, otro de plata y otro de cobre y que de ellos salieron los Curacas jefes, las Ñustas o princesas y la gente común.
El oro era señal de preeminencia y señoría, de alteza discernida por voluntad divina y representaba a las lágrimas del sol.
En tres partes dividió también este imperio la distribución de bienes como: para el sol, para el Inca y para el pueblo.
El ser supremo, su Dios, era llamado Pachacamac Viracocha. Le rendían culto al sol y a los diversos objetos relacionados con él: la luna, su esposa y hermana, las estrellas, mientras que el trueno y el rayo eran considerados ministros negativos del sol.
Este grupo trabajaba también tres tipos de ropa: muy fina, para los Incas y el culto llamada «Cumpi»; intermedia llamada «Cumpi mediana» y ropa tosca llamada «abasca» para la gente común.
En las bodas reales el Inca llevaba de regalo a la desposada una prenda Cumpi y le decía: «Así como había de ser dueña de aquella pieza de ropa lo sería de todo lo demás».
Las prendas para sacrificio eran en tamaño natural o en miniatura, en éste último caso la ropa femenina era para los dioses masculinos, y la ropa masculina era para las diosas.
El rey inca usaba sus ropas de pelo de vicuña y las vestía sólo una vez. Luego la quemaban o tiraban o la regalaba a sus parientes. El Inca era la única persona dentro del imperio que no trabajaba en este arte. En cambio los plebeyos, para cambiar de ropa o residencia, debían ser autorizados por el gobierno.
Las prendas cumpi eran trabajadas por las Acllas o vírgenes dedicadas al sol. Eran hijas de sangre real, vírgenes y bellas, cuya principal función consistía en hilar, tejer y bordar prendas finísimas que ofrecían al Sol, en sacrificio, para los templos, el ajuar del Inca, sus mujer legítima y para su casa.
Los principios éticos del incario, expresados en leyes simples de transmisión verbal, se resumían en el saludo habitual: «ama sua, ama llulla, ama kella», que significaba «no seas ladrón, ni perezoso ni mentiroso». Estas normas se aplicaban a la actividad de las telas, la que tenía gran significado en la liturgia.
En la ceremonia de expulsión de enfermedades, en el mes de septiembre en el Cuzco, los sacerdotes arrojaban al río ropa de todos colores, entre otros elementos. Según cronistas de la época, a orillas del Lago Titicaca había cerca de 2000 tejedores, que después de la conquista siguieron trabajando para los dominicos de Chucuito.
Invasión incaica
La invasión del Inca Huáscar al territorio mapuche en 1480, frenada por la tenaz resistencia en el río Bío-Bío, posibilitó que el pueblo indómito asimilara rasgos culturales de los hijos del sol, incorporando entre otros elementos, prendas de vestir como camisas, ponchos, fajas de cintura y vinchas. Los incas usaban el Punchan Paccu, un poncho de color verde parduzco, similar al adoptado más tarde por los carabineros de Chile y que les valió el apodo de Paco.
La llegada de los españoles en el siglo XVI, aportando entre otras novedades el caballo, enriqueció la textilería indígena con las prendas de montar y además la iconografía textil, que incorporó la figura del equino, letras del alfabeto occidental y otros diseños.
Este mestizaje cultural hispano indígena fue muy desarrollado en los obrajes jesuíticos.
La invasión española incentivó la migración mapuche a través de la cordillera de los Andes, determinando la llamada «araucanización» de la Pampa y la Patagonia del hoy territorio argentino.
Organización incaica
El reino de los Incas o Tahuantisuyu, cuyo significado es «cuatro partes del mundo», fue el último que formaron tribus aborígenes en el Perú.
Estaba dividido en cuatro provincias: Chinchaisuyu, Collasuyu, Cuntisuyu y Antisuyu, las que estaban comunicadas por un sistema de «caminos del Inca» construidos en forma perfectamente científica: los ingenieros modernos han llegado a conservar los trazos de las grandes arterias troncales del Incanato como el que existía entre Mendoza (Argentina) y el Valle de Quillota (Chile), un camino transversal que queda en la actual ruta de la cordillera, lugar llamado «Puente del Inca». A través de éstas rutas los chasquis o mensajeros, llevaban y traían mensajes de y para el Rey, algunos expresados en palabras y otros en Quipus.
El poncho en la historia
El aporte cultural mapuche en el rubro textil llevó a que el «poncho cacique» se conozca en la Argentina como el «poncho pampa», elaborado con la antigua técnica «Ikat» transmitida desde los Paracas.
Para el trueque o intercambio convencional, los mapuches elaboraban platería, cerámica, trabajos en cuero y en telar, en especial ponchos y matras. Los Ranqueles o Pampas aportaban sal, plumas de ñandú y ganado equino o bovino. Una matra se cambiaba por una docena de caballos y un poncho llegaba a valer dieciséis.
Los ponchos formaron parte importante de la historia argentina: durante la Guerra Gaucha, cada localidad tenía su propio color de poncho para identificar amigos y enemigos. Los gauchos de Güemes vestían el poncho rojo salteño, los unitarios, celestes.
La manta azúcar, con figuras cuadradas inspiradas en los terrones, se basó en una técnica de moda en Europa y EE UU a principios del siglo XIX. Las mujeres mapuches la usaron para confeccionar el primer regalo que le hacían a su marido al casarse, simbolizando la fuerza del vínculo matrimonial.
Puede imaginarse la cantidad de estas prendas que recibían los caciques poligámicos, especialmente Calfucurá que llegó a tener una treintena de esposas.
En la segunda mitad del siglo XVI el lienzo de algodón reemplazó a la moneda en el Río de la Plata, Paraguay, Tucumán y Chile. Se pagaba con varas de esta tela el trabajo de los aborígenes y peones criollos, el arriendo de tierras, las faenas, los diezmos de la Iglesia, compra de propiedades y el salario de los gobernadores.
El intercambio comercial incluía también a los colorantes, por ejemplo el añil.
La cochinilla o grana es un insecto cuyos huevos trajeron la incas desde México junto con la abeja de miel, difundiéndolos por todo el Tawantisuyo, dado que la anilina fue descubierta en 1826 por Unverdorben. Relata Gregorio Alvarez que un paquete de 200-300 gramos de anilina era canjeado por un yeguarizo.
La veneración de los aborígenes por los elementos de la naturaleza fue combatida como idolatría por los españoles. En el siglo XVI, las ordenanzas del Virrey Toledo en Chuquisaca, Alto Perú, decían: «Por cuanto dichos naturales adoran algún género de aves y animales… prohibiréis que tampoco los tejan en la ropa, los hagáis traer y quitaréis de las puertas y muros donde los tuvieren».
También fueron prohibidas y castigadas otras manifestaciones culturales, incluso el lenguaje como «instrumento inútil» (Presidente Avellaneda. 1878).
Este «asesinato» de la cultura conllevó en gran parte un «suicidio» de la cultura por parte de los mismos nativos, como técnica de supervivencia. La recuperación cultural, lenta y trabajosa, es muy variable de una región a otra, lo que determina frecuentes diferencias en la pronunciación y hasta el significado de muchos términos, en el mensaje expresivo de sus artes, tanto de una comunidad a otra, como a veces entre miembros de una misma agrupación..
María Ruth Conejeros
Bibliografía:
– «Comentarios reales» (9º edición). Inca Gracilazo de la Vega. Editorial Espasa-Calpe SA; 1970, Buenos Aires, Argentina.
– «El mundo de los Incas». William H. Prescott. Edit. Minerva SA; 1970 , Genéve.
– «Antropología cultural, Medicina indígena de América y arte rupestre argentino». Dr. Fiz Fernández. Tomo I, II y III. Edit. Galerna; 1992, Argentina.
– «La Conquista del Desierto» Comité Nacional de Homenaje al Centenario de la Campaña Tte. Gral. Julio Roca; Buenos Aires, Argentina.
El reino de los Incas, desarrollado entre 1250 y 1532 d.C., que abarcó 4000 kilómetros desde Colombia hasta el norte de Chile, fue destruido por los españoles en 1532.
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