Los operarios fallecidos tenían arneses y cabo de vida

Wilder Orellano Borda, Braulio Coca Marquina, Ariel Areco, Lucio Buendía Flores, Obdulio Escobar, Julio Desinder, Luciano Mamani, Agapo Mejía Vidal, Osvaldo Zurita Montaldo y Osvaldo Torrico Ferrufino -que luego se conoció que su verdadera identidad era Quisber Patiño Torrico- se encontraban el miércoles pasadas las 15 a unos 30 metros de altura colocando las 72 locetas que debían conformar el techo cónico del enorme silo de Aluar.

Cada una de esas estructuras tenía forma triangular y se encastraba como porciones de una pizza, unidas por la punta.

Una grúa las movía y las colocaba en su sitio, luego se las sujetaba con tensores hasta que podían ser liberadas una vez que estaban en el lugar adecuado.

Llevaban puestas 68 cuando sucedió el accidente.

Por algún motivo que intenta determinarse -una falla humana al accionar la grúa, un problema en el material que pudo no haber fraguado correspondientemente o en los tensores, alguno de los cuales pudo cortarse- todo el techo se cayó y arrastró a los diez operarios. «Tenían arnés de seguridad y cabo de vida, pero éste estaba atado a la misma estructura», relataba ayer a «Río Negro» José Lara, periodista local que durante la noche del miércoles recabó testimonios en el lugar.

Debajo, dentro del silo, permanecían Baltasar Ponce Fructuoso, Willem Méndez Torrico y Jorge Suárez, quienes fueron golpeados por el hormigón armado que cayó desde las alturas y de milagro salvaron su vida aunque recibieron serias lesiones.


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