BRUCE WILLIS: La reinvencion de un héroeC

El actor le presta su cuerpo, por cuarta vez, a John McClane, el héroe que cimentó su estatus de estrella en "Duro de matar" y que, en cierta forma, renovó el género del cine de acción, con una buena dosis de humor y autoparodia.

Cómo diablos me puede ocurrir lo mismo dos veces?», se lamentaba John McClane en la segunda entrega de «Duro de matar» allá por 1990, sin saber (o quizás sí) que lo «mismo» ocurriría una tercera y, ahora, una cuarta vez…y es posible que muchas más…

Cuando «Duro de matar» vio la luz en 1988, ni Bruce Willis, ni el director John McTiernan, ni el productor Joel Silver, ni todos aquellos que participaron de ese proyecto, imaginaron el fenómeno que surgiría a partir de las desventuras del agente McClane, un policía que lo único que deseaba era disculparse con su esposa. Algo que, obviamente, recién podía concretar al finalizar la cinta.

Un fenómeno que fue más allá de la exitosa franquicia y las abultadas ganancias conquistadas en las boleterías. Un fenómeno que disparó una nueva forma de realizar películas de acción, en las que todo el accionar ceremonioso y sentido del héroe, dio paso al humor y a la autoparodia por momentos rayando el absurdo, que provocó el personaje de Willis.

Arrojar tanta seriedad al tacho de basura y proponer una historia tan inverosímil como la mayoría del género pero riéndose de esto, fue el gran hallazgo del tandem Willis-McTiernan-Silver y desencadenó el nacimiento de innumerables «hijos». Sólo «Arma mortal» (1987) había dado previamente algunos guiños de humor con el rostro desquiciado de Mel Gibson, aunque la primera parte fue mucho más rígida que lo que sería posteriormente el resto de la saga. Luego, Stallone, Schwarzenegger, y tantos otros se largaron a filmar películas en las que nada de lo que ocurría parecía ser muy serio. Unas más que otras, lograron mejor su objetivo, pero McClane fue el gran precursor y Willis, su alter ego, explotó la veta una y mil veces más.

El actor, que nació en Alemania en 1955 (su padre era militar y estaba destinado a una base estadounidense en esa época), tenía 33 años cuando apareció por primera vez en la pantalla grande en la piel de McClane. Este año lo hace por cuarta vez aunque ahora ya acuse 52. Y nuevamente es el «hombre equivocado en el lugar equivocado, en el momento equivocado». Sólo que ahora debe lidiar con la tecnología y (otra vez) el acecho de terroristas que desean perturbar la paz endeble del país del Norte. Para resolverlo, no tiene más opción que proteger a un joven especialista en computación cuya exis

tencia es de vital interés para los «malos» del relato, encarnado por el ascendente Justin Long. Así, se suben otra vez al tren de las «buddy movies» (cintas de parejas desparejas), recurso que ya había dado sus réditos en la anterior entrega de la franquicia, cuando el astro formó dupla con Samuel L. Jackson.

Claro que ahora las cosas son bastante diferentes en EE.UU. donde, luego del 11 de septiembre, el tema del terrorismo es un tópico con el que hay que tener mucho cuidado. Sin embargo, el mismo actor afirmó: «Hubo mucho miedo de tratar el asunto, porque si bien la película hace referencia al terrorismo cibernético, hay una relación innegable con lo que aconteció en Nueva York; pero después nos percatamos de que el espectador es consciente de que sólo apuntamos al entretenimiento y de que, en definitiva, está viendo una ficción». Más allá de la diversión, el terrorismo es el eje de la saga desde su génesis y lo mejor para continuar con el éxito, era evidentemente, sostenerlo. Por eso se tomaron su tiempo desde el tercer filme hasta este: más de diez años.

 

Infierno en la torre

 

La franquicia dio su puntapié inicial con la producción de 1988, filmada en el edificio Fox Plaza, que se hallaba en construcción. Por eso la acción debió ser ubicada por los guionistas durante la noche y la realización fue un proceso sacudido por la variedad de problemas técnicos que se presentaban constantemente (el lugar sin calefacción aún instalada y varios ascensores que no funcionaban) y el reloj que los acosaba constantemente. El director John McTiernan, apoyado en el responsable de la fotografía, Jan de Bont (luego realizador también de, entre otras, «Máxima velocidad») fue resolviendo los problemas con inusitada rapidez, supeditado también al calendario exigente del actor principal, quien se hallaba gozando de la fama internacional generada a partir de David Addison, su personaje en la popular serie «Luz de luna» (1985-1989).

La historia gira en torno a unos «terroristas» alemanes, liderados por Hans Gruber (el gran Alan Rickman), que toman el edificio Nakatomi para robar unos preciados bonos. El terrorismo está muy lejos de su accionar: era un grupo de ladrones sin interés de reivindicar ningún ideal, aunque durante todo el film se juega con el tema. Los sofisticados delincuentes no tienen en cuenta que el ex marido de una de las empleadas se encuentra allí para pedirle perdón a su mujer y regresar con ella. Y, así, Willis-McClane, descalzo y semi vestido, se transforma en una pesadilla para los alemanes y logra su cometido.

La farsa queda clara en los diferentes diálogos, como cuando el personaje de Rickman le dice al héroe: «¿Es otro americano que vio demasiadas películas? ¿Parte de esa cultura en extinción? ¿La de John Wayne, Rambo, el alguacil Dillon?». O mientras McClane se lamenta, luego de liquidar al primer alemán y aún descalzo: «Hay nueve millones de terroristas en el mundo y tuve que matar a uno que tiene los pies más pequeños que mi hermana».

La producción dio sus frutos, transformándose en un suceso internacional, muy a pesar de la firma de abogados que ocupaban las únicas oficinas habilitadas del edificio durante la filmación, que no paraban de quejarse porque los «disparos» de ficción alejaban a sus potenciales clientes.

 

¿Y dónde está el piloto?

 

Dos años más tarde llegó la esperada secuela. Con nuevo director, Renny Harlin, nuevos terroristas y otra vez el héroe en el lugar equivocado: el aeropuerto internacional de Washington. Otra vez, al igual que en la primera película, la acción se centra en la víspera de Navidad. El protagonista espera el arribo de su esposa mientras un grupo de ex militares controla la electricidad del lugar, obligando a mantener a todos los aviones en el aire sin poder tocar tierra, para permitir el descenso de un traficante latino encarnado por Franco Nero. Obviamente, en uno de esos vuelos, está la mujer de McClane, quien correrá contrarreloj para salvarla y resolver el asunto.

Acá la cosa se pone más seria (los terroristas hacen explotar un avión repleto de pasajeros), razón por la que la parodia es difícil de sostener. Sin embargo, Willis saca provecho de la situación, ya para ese momento consolidado como héroe indiscutido de acción en otras tantas películas. Robert Patrick y John Leguizamo intervienen en una de sus primeras apariciones en la gran pantalla y Dennis Franz aporta la cuota de humor personificando a un comisario más que singular. La menos lograda de la saga fue defenestrada por los críticos de todo el mundo, hecho que no afectó su millonaria recaudación.

 

Arma mortal

 

1995 fue al año de estreno de la tercera parte. «Duro de matar, la venganza» («Die hard with a vengeance») reunió a Willis con el director John McTiernan y la mezcla de acción y humor renació de entre las cenizas. El guión aportó, al igual que en la primera historia, un malvado carismático (Jeremy Irons) y un compañero circunstancial para el protagonista, Zeus (Samuel L. Jackson). El primero encabeza otra (y van…) banda de terroristas alemanes, aunque nuevamente sólo quieren robar. Refinado y simpático, es el hermano del Gruber de la cinta de 1988. El segundo es un comerciante que, accidentalmente, ayuda a McClane en un barrio negro y se transforma en su partenaire. Con constantes referencias a la intolerancia racial, (Zeus responde, cada vez que le indican algo: «¿Crees que puedo hacerlo sólo porque soy negro?»), la química entre Willis y Jackson es perfecta y, en cierta forma, recuerda a la dupla de Gibson-Glover en la saga de «Arma mortal». Una devolución de gentilezas.

Cuando el relato comienza y el descontrolado de Bruce anda destruido por ahí, el sargento sentencia: «Busquen la letrina en que está escondido McClane y saquenlo». El rescate da sus frutos y la película se convierte en la más taquillera de las tres. Aunque, algunas escenas, como la explosión del comienzo en pleno centro de Nueva York, afectaría hoy bastante la delicada sensibilidad americana.

 

Cortocircuito

 

En plena era tecnológica, atrás quedaron los denodados intentos de McClane de comunicarse en el edificio Nakatomi ya que en esa época no existían los teléfonos celulares y también su absurda e improbable llamada al avión de su mujer en la segunda parte. Ahora la innovación técnica es un hecho y el héroe, aunque bastante más grandecito, se adapta a su realidad. Aquella en la que otra vez estará en lugar y tiempos equivocados. O correctos para el bien de la justicia.

De la mano del ascendente director Len Wiseman, Willis continúa burlándose de si mismo (algo que también hizo en la reciente «16 calles») y sigue explotando la versatilidad que lo ha hecho incursionar en dramas, comedias, thrillers, películas independientes y grandes tanques hollywoodenses.

El cóctel final logró buen recibimiento en el público internacional, aunque lejos estuvo de dar batalla a las superproducciones de este año. En EE.UU. se estrenó el 4 de julio (día de la conmemoración de la independencia de ese país) como para dejar en claro la corrección política del emprendimiento, aunque el actor, republicano confeso, se la pase despotricando contra el gobierno de Bush.

¿Se hará una quinta parte? Por ahora, los productores mantienen la boca cerrada y Willis también, mientras espera el estreno de más de cuatro films nuevos que lo tienen en su elenco.

Aunque, seguramente, habrá tiempo para reformular la pregunta que el personaje de Justin Long le hace a McClane en la cinta: «¿Por qué estás tan calmo? ¿Habías hecho algo así antes?». Si, claro que si, y seguramente volverá a hacerlo.

 

ALEJANDRO LOAIZA

aloaiza@rionegro.com.ar


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