Marcos: » El Ejército no salió de Chiapas, sólo es menos visible»

El líder de los rebeldes zapatistas insiste en que la salida del Ejército de algunos puntos de Chiapas no garantiza la distensión en la zona, en un diálogo que rompió el silencio de meses.

Hace unas semanas, el subcomandante Marcos, líder visible de los zapatistas, decidió romper el silencio de más de un año. La Llegada de un nuevo gobierno a México abría la posibilidad de un nuevo diálogo, a pesar que ya empezaron las dificultades.

A fines de diciembre, el diario mexicano La Jornada le realizó una entrevista (reproducida aquí por el diario Página/12), junto al mayor Moisés y al comandante Tacho. Para otorgarle más vuelo, junto al cronista del diario viajó el destacado ensayista y escritor Carlos Monsiváis, de conocida amistad con Marcos, forjada a través de envíos de libros y cartas en respuesta. El periodista Pablo Fernández, quien estaba como enviado especial de LU5 en la región, logró acceder a la cita y participar del diálogo.

Ayer, Marcos volvió a repetir algo que marcó en la entrevista : «el gobierno de Fox quiere una paz de mentiras» acusó, hablando de la escasa retirada de militares en Chiapas, mientras siguen los preparativos para la marcha de casi 3.000 kilómetros que harán los líderes zapatistas hacia la capital mexicana .

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La casa que me designaron para dormir se le llama la casa ejidal, que en realidad es la iglesia. A la izquierda, la imagen de la Virgen de Guadalupe «la señora de los mas chiquitos», como le dicen .

El 28 de diciembre, a las 4 de la mañana, una linterna me da de lleno en la cara.

-¡Oiga! oiga! Buenos días, compañero, se me va preparando para la entrevista, por favor.

La voz es del comandante «Tacho», que había conocido la noche anterior. Camino tras el comandante y los 2 milicianos que lo acompañaban, recorremos el arroyito que cruza la comunidad y nos detenemos tras la chocita, una de las tantas.

Ya están Carlos Monsiváis, intelectual de esos que jerarquizan un país y una leyenda del periodismo, Hermann Bellinghausen.

En menos de 10 minutos, el olfato advierte el tabaco que despide la pipa de Marcos, regalo de Oliver Stone. Flanqueado por «Tacho y por Moisés, nos saluda.

-Bueno, andele, ¿estamos ya?

-Y así, mientras me acomodo al lado de Monsiváis y el fotógrafo de la Jornada comienza a disparar su cámara, comenzó la conversación de casi 2 horas.

-¿Cómo es el encuentro con el movimiento indígena?¿qué descubren, no sólo en la imagen, sino en sus demandas?

– Comenzamos con un desencuentro con el movimiento indígena, así como nos pasó con la clase política, la izquierda y la sociedad. Un movimiento que crece en la clandestinidad, aislado de todo, se prepara para salir al mundo y ¡sorpresa!, el mundo no es para el que te preparaste. Nos enfrentamos a la problemática indígena y allí vivimos un desencuentro porque lo primero que salta a la vista no son las comunidades mismas, sino los indígenas profesionales, los políticos profesionales. No fueron pocos los roces. Hasta que nos dimos cuenta que debíamos construir otra cosa, se dio el encuentro, no con los representantes indígenas en la clase política, sino con el movimiento indígena que, como nosotros, había estado en luchas particulares o regionales. Evidentemente el pueblo indígena nunca dejó de resistir y de moverse en todo el país. Allí dimos con la idea de «aprovechemos el diálogo para resolver el problema pero también para encontrarnos con otros». Porque el problema del EZLN no es que se resuelvan unas demandas, sino que en esa demanda va su desaparición. Finalmente, en este diálogo con el gobierno, necesitamos garantías, que sepamos que ya no será necesario hacer lo que hicimos.

-¿Cómo ha reaccionado el movimiento indígena nacional ante los últimos cambios?

-Otro primero de enero, pero sin guerra. Antes del primero de enero del «94, los que siempre ganan, ganaban, y parecía que nada se podía hacer al respecto. Ahora sucede algo similar: los que ganaron parece que van a seguir ganando y que no queda nada por hacer contra ellos. El escepticismo, la desesperanza, la inmovilidad, se mezclan con eso de que «ya no son los mismos y a lo mejor va a cambiar», que también produce inmovilidad.

-¿Y ante esto qué se hace?

-El movimiento indígena puede decir: «aquí estamos, todavía seguimos, resistimos». Durante siete años hemos insistido: ¡aquí estamos! Ha sido el subtítulo de cada declaración. No es momento de escepticismo o cinismo, «ni modo, ahora vámonos con estos, porque los azules mandan donde estaban los tricolores». Para nosotros, el espacio está abierto. Y el que puede empujar para llenarlo no es el EZLN, es el movimiento indígena con demandas muy concretas. No se plantea el asalto al Palacio de Invierno ni el derrocamiento del poder. Queremos que esta Nación asuma legalmente que nos reconoce, que diga: «reconozco que estos que son diferentes tienen estos derechos y son parte mía. Reconozco que todo lo que había pasado antes no estaba bien. No sólo reconozco, sino que voy hacer el esfuerzo, a comprometerme para que no vuelva a ocurrir». ¿Estoy siendo utópico? Pues tal vez, pero creo que en torno a eso se van a generar muchas cosas. El movimiento indígena puede ser el detonador de una iniciativa muy incluyente; a diferencia de la guerra, que es muy excluyente: están los soldados propios, están los soldados enemigos, y el resto en medio.

-¿Hay una verdadera distensión?

– Quiere decir que la visibilidad se redujo, pero no ha salido ni un sólo soldado de Chiapas, así sean menos visibles para los periodistas, para las ONG, para la gente. Antes veías la columna de soldados, los aviones, los helicópteros. Hoy no se les ve, pero ahí están, en Guadalupe Tepeyac, en el Euseba, en San Quintín. Táctica y estratégicamente, el Ejército tiene la oportunidad de dar en minutos el golpe quirúrgico o la ofensiva rápida. El EZLN no está pidiendo que antes de dialogar salga todo el Ejército. Le preguntamos a Fox: «¿Estás dispuesto a abandonar la vía militar? ¿Eres tú el mando del Ejército?». Por eso pedimos siete posiciones, con lo que no se afecta la frontera, no afectamos su capacidad; allí sigue la presencia del Ejército.

-¿Qué hay detrás de esto?

-Los militares tienen muchos intereses aquí; combatir al EZLN no es el negocio. El negocio es el territorio. El general en Guadalupe Tepeyac es un presidente municipal autónomo que sólo le rinde cuentas a su jefe de unidad. Es encargado de dar los permisos, autorizar la entrada de prostitutas y alcohol. Los convoyes militares escoltan a los camiones que meten el trago. ¿Por qué? Porque los retenes zapatistas interceptan el alcohol, porque hay una ley de mujeres que lo prohíbe. Está el negocio con el lenón que mete las prostitutas, algunas menores de edad. Ante eso, no estamos pidiendo que salga todo el Ejército, como algunos medios dieron a entender. Si se va el Ejército del Euseba, que está aquí cerca, queda San Quintín, el cuartel más grande que hay en la selva.Y varios más. El cerco sobre La Realidad se mantiene, pero a los compañeros no les importa. Les importa saber si Fox le va a entrar o no y si él es el que manda. Y por eso insistimos, una y otra vez, en decirle a la gente: tenemos que movilizarnos. Si no arrancamos la paz digna como le arrancamos otras cosas, no lo van a dar ni será una concesión del régimen

Cuando finaliza la entrevista, unas fotos rápidas. Apretones de manos, risas y lo increíble: los zapatistas no se despiden. Cuando finaliza la conversación, te dicen no me despido, pues usted esta en su casa.

Uno va a La Realidad a llevarse cosas. Imágenes, palabras, olores. Era el pequeño secreto que les quería contar.

Pablo Fernández


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