«Ha muerto el padre José»
Ha muerto el presbítero José Grigioni, el padre José para todos los que lo conocimos. Había llegado a Neuquén cuando despuntaba la década de los ´70. Era cuando la capital neuquina hacía fuerzas para romper el molde de pueblo manso, previsible, arrinconado por los vientos y el desierto, para proyectarse a una urbe aluvional, ruidosa, rebelde y cosmopolita.
Llegó de la mano de su vocación por servir y atraído por la mística y la acción de la Iglesia del obispo Jaime De Nevares, que tenía una inclaudicable opción por los pobres, la justicia y la libertad, que ejercía todos los días con palabras y hechos.
Consecuente, se fue a los márgenes de la población, allí donde un puñado de hombres y mujeres luchaba en soledad e inferioridad de condiciones contra los médanos y las carencias, fortalecidos sólo por sus necesidades y su vocación por una vida digna. En donde hoy la nomenclatura de las calles Belgrano y Elordi se sitúa entre el 2.100 y el 1.300 levantó una modesta capilla,»Nuestra Señora de Luján», y armó una comunidad de hombres y mujeres callados y ansiosos por una guía que los ayudara en sus objetivos básicos y nobles.
Tierra fértil para la prédica del cura; su mal elaborado lenguaje español no fue barrera para el entendimiento. No esperar que todo venga de arriba (no precisamente del cielo), la dignidad se consigue con sacrificio y el sacrificio dignifica fue el mensaje bajado desde el púlpito y desde el terreno, en donde José trabajaba junto con todos, como un igual. De a poco el terreno fue emparejado, aparecieron los planos-tipo para viviendas que se deberían ampliar cuando hiciera falta, la bloquera, la dirección de las obras; el control del esfuerzo y los objetivos los ejerció José con mano firme y no era sutil a la hora de definir situaciones. Es que no había otra forma de actuar. El barrio se debía construir por esfuerzo propio y ayuda mutua y había que distribuir el esfuerzo en forma muy justa.
En poco tiempo más que el previsto se terminaron las casas, que fueron ocupadas inmediatamente; la idea de José era continuar con el plan, pero el proyecto se truncó por motivos conocidos por muchos y entendidos por pocos. Es que fue más fácil contradecir el mensaje original y esperar que todo llegara desde arriba (y no del cielo)
José sintió un gran dolor por lo vivido, pero siguió adelante con otras iniciativas. Ya no era la vivienda, pero los vecinos tenían otras necesidades sobre las que avanzar, siempre sobre la base de la comprensión y el esfuerzo común. La capilla, de pronto, se convirtió en un centro convocante de mucha gente y un día alguien propuso hacer un brindis de fin de año. Aparecimos muchos convocados por nadie. Y nos dimos cuenta de que, sin importar pertenencias partidarias, oficios o profesiones, estábamos allí reafirmando compromisos a favor de la libertad, la democracia y la justicia.
Los encuentros se repitieron, pero el poder militar toleró esos encuentros hasta cierto punto. Una madrugada, una bomba destrozó parcialmente la capilla. El mensaje fue claro.
José tenía olfato para saber hasta cuándo se debía quedar en determinado lugar. Un día comprendió que debía partir de El Progreso y se fue a La Pampa, creo que con otro plan de casitas. Pero volvió a los años. Tocó puertas y consiguió una parcela en China Muerta, hacia el río Limay desde la Ruta 22. Reformuló un proyecto para capacitar para el trabajo, para producir, para escapar de la ayuda interesada de los poderosos. Algo consiguió, pero no lo que él quería. Sus energías se fueron apagando y se murió. Murió triste. Su estado de ánimo me lo había comentado un tiempo atrás en una visita que le hice, porque sabía que estaba muy solo. Traté de consolarlo diciéndole que su obra estaba de pie y que algunas de las muchas semillas que tiró sobre la tierra se haría planta y así seguiría la rueda de la vida. Me agradeció el consuelo, desde un gesto escéptico.
Los restos de José fueron sepultados en el cementerio del barrio El Progreso, a diez cuadras del barrio que él ideó y de su capilla; el barrio que él pretendía que fuera un ejemplo para el hombre. Los hombres se dignificarán a través del esfuerzo y el trabajo y se liberarán de la siempre atractiva oferta de los demagogos que ofrecen mucho a cambio de capturar conciencias y voluntades.
Ricardo Villar
DNI 8.377.070
Neuquén
Ha muerto el presbítero José Grigioni, el padre José para todos los que lo conocimos. Había llegado a Neuquén cuando despuntaba la década de los ´70. Era cuando la capital neuquina hacía fuerzas para romper el molde de pueblo manso, previsible, arrinconado por los vientos y el desierto, para proyectarse a una urbe aluvional, ruidosa, rebelde y cosmopolita.
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