Con ayuda de la Iglesia, K disipa la embestida de la oposición

WALTER SCHMIDT DyN

El gobierno nacional, con la complicidad ingenua de las autoridades eclesiásticas, logró minimizar la embestida de la oposición en el Congreso nacional, dispuesta a avanzar en la reforma de una serie de temas sensibles para la administración de Cristina Fernández. La desafortunada frase del cardenal Jorge Bergoglio acerca de que el proyecto favorable al matrimonio homosexual es “la pretensión destructiva al plan de Dios” no hizo más que alimentar la confrontación con el gobierno, al mejor estilo K. Así, la Iglesia se puso el traje del kirchnerismo y, como hacía mucho tiempo, movilizó a miles de personas al Congreso para protestar contra el matrimonio homosexual. Mientras, Cristina Fernández desde China observó sonriente cómo la oposición cayó nuevamente en la trampa de ver relegado su protagonismo. E incluso, la mandataria se permitió llevar a dos legisladores que se oponían al proyecto en favor de la comunidad homosexual. Atrás quedaron las diferencias diplomáticas con China por las trabas a las importaciones y la venta de aceite de soja. El viaje presidencial quedó relegado, afortunadamente para Balcarce 50, a una discusión que involucró a toda la sociedad, como pocas veces. Antes de que el debate por este proyecto ocupara la mayor parte de la cobertura mediática, el antikirchnerismo había conseguido en otras cuestiones un impulso reformista en el Congreso Nacional que inquietó al oficialismo. La normalización del Indec, la reforma del Consejo de la Magistratura, las limitaciones de los denominados superpoderes, el 82% móvil, la modificación de las retenciones a partir del fin de las facultades delegadas, la reforma de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca) fueron temas en los que estaba avanzando el arco opositor luego de conseguir increíblemente, a través de un acuerdo entre jefes de bloques, unificar posturas en la agenda parlamentaria. De hecho, funcionarios de la Casa Rosada admitieron “preocupación” porque estas iniciativas, de convertirse en ley, obligan a la presidenta al veto. Pero un ejercicio recurrente de esa facultad, en temas que están enquistados en la opinión pública, generaría –analizan– un desgaste extra a la figura presidencial. Pero, al menos por unos días, ese nubarrón que parecía alojarse sobre la Casa Rosada se desvaneció en torno a un debate como el del matrimonio homosexual, convertido anoche en ley con votos incluso de dos influyentes opositores, donde el gobierno nacional jugó decididamente a favor.


WALTER SCHMIDT DyN

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