“Llegaron nuevos amigos”

El 16 de marzo mamá llegó llorando y me dijo: “La doctora quiere hablar con vos”. Con incertidumbre acudí a esa cita y conocí a la Dra. Sofía Ortiz, quien luego de varios estudios me dio el diagnóstico: “Lo que a su mamá la aqueja es cáncer”. Aun en esa circunstancia debo decir que me transmitió paz, serenidad. Ella siempre quiso saber la verdad, así que suponiendo que sabría regresé al reencuentro de mamá. Nos miramos, emocionados, abatidos, y nos fundimos en un abracito. Me dijo: “Tengo hambre… del estómago estoy bien”; ella quería comer. En ese almuerzo lloramos y salimos acompañándonos del brazo. Me iba aconsejando qué debería hacer yo e iba reprogramando su futuro y la estrategia. Sólo restaba esperar el día de la operación: hidalgamente estaba dispuesta a luchar contra Goliat. Su defensa era la fe en Dios inculcada por su abuela; como una herencia llegaba a él diariamente con la oración –su fórmula y nuestra es un padrenuestro, tres avemarías y un gloria–. La intervención duró siete horas y fue un éxito; luego el objetivo eran la recuperación y los tratamientos. Su recuperación fue rapidísima, como también la reacción del cáncer. Con este nuevo panorama se dio cuenta de que ya no podría pelear, que no era necesario sacrificarse más, y mamá esperó su nuevo destino hacia la eternidad. La paz en Dios llegó el 8 de junio. Hoy mamá espiritualmente viva y yo aquí queremos agradecer al director del hospital Castro Rendón por la calidad, cualidad y abnegación del personal a su cargo y por la nobleza de los profesionales que sí aceptaron asistirla en su lucha, ya que al ser jubilada no encontramos la atención ni el diagnóstico por el camino que ella debía recorrer, y sí a través del hospital público, el Castro Rendón. Gracias a los profesionales, gracias por tratar a mamá como un ser humano; al Dr. Gustavo Corvalán, de Termas de Río Hondo, de H. P. Neuquén; a la Dra. Sofía Ortiz, al Dr. Petricio, al sector de cuidados paliativos del hospital Bouquet Roldán, a cargo de la Dra. Gabriela Iluminati, y a todos sus colegas; a las recepcionistas Mary y Nora, a los enfermeros, a los mozos y a todos los turnos de trabajo del cuarto piso; al personal de Laboratorio, en especial a Susana Peña; al Dr. Marcelo Cecchini, de la guardia de la Clínica Pasteur; al personal de PAMI, los Sres. Roberto, Marina y Patricia Dowie, y de PAMI escucha. Ustedes le tendieron una mano, una mano amiga. Como dice Ismael, que Dios les conceda el doble en bendiciones de lo que hicieron por ella. Un gran abrazo, hasta siempre. Mario R. Meriño DNI 16.045.259 Neuquén

Mario R. Meriño, DNI 16.045.259 Neuquén


El 16 de marzo mamá llegó llorando y me dijo: “La doctora quiere hablar con vos”. Con incertidumbre acudí a esa cita y conocí a la Dra. Sofía Ortiz, quien luego de varios estudios me dio el diagnóstico: “Lo que a su mamá la aqueja es cáncer”. Aun en esa circunstancia debo decir que me transmitió paz, serenidad. Ella siempre quiso saber la verdad, así que suponiendo que sabría regresé al reencuentro de mamá. Nos miramos, emocionados, abatidos, y nos fundimos en un abracito. Me dijo: “Tengo hambre... del estómago estoy bien”; ella quería comer. En ese almuerzo lloramos y salimos acompañándonos del brazo. Me iba aconsejando qué debería hacer yo e iba reprogramando su futuro y la estrategia. Sólo restaba esperar el día de la operación: hidalgamente estaba dispuesta a luchar contra Goliat. Su defensa era la fe en Dios inculcada por su abuela; como una herencia llegaba a él diariamente con la oración –su fórmula y nuestra es un padrenuestro, tres avemarías y un gloria–. La intervención duró siete horas y fue un éxito; luego el objetivo eran la recuperación y los tratamientos. Su recuperación fue rapidísima, como también la reacción del cáncer. Con este nuevo panorama se dio cuenta de que ya no podría pelear, que no era necesario sacrificarse más, y mamá esperó su nuevo destino hacia la eternidad. La paz en Dios llegó el 8 de junio. Hoy mamá espiritualmente viva y yo aquí queremos agradecer al director del hospital Castro Rendón por la calidad, cualidad y abnegación del personal a su cargo y por la nobleza de los profesionales que sí aceptaron asistirla en su lucha, ya que al ser jubilada no encontramos la atención ni el diagnóstico por el camino que ella debía recorrer, y sí a través del hospital público, el Castro Rendón. Gracias a los profesionales, gracias por tratar a mamá como un ser humano; al Dr. Gustavo Corvalán, de Termas de Río Hondo, de H. P. Neuquén; a la Dra. Sofía Ortiz, al Dr. Petricio, al sector de cuidados paliativos del hospital Bouquet Roldán, a cargo de la Dra. Gabriela Iluminati, y a todos sus colegas; a las recepcionistas Mary y Nora, a los enfermeros, a los mozos y a todos los turnos de trabajo del cuarto piso; al personal de Laboratorio, en especial a Susana Peña; al Dr. Marcelo Cecchini, de la guardia de la Clínica Pasteur; al personal de PAMI, los Sres. Roberto, Marina y Patricia Dowie, y de PAMI escucha. Ustedes le tendieron una mano, una mano amiga. Como dice Ismael, que Dios les conceda el doble en bendiciones de lo que hicieron por ella. Un gran abrazo, hasta siempre. Mario R. Meriño DNI 16.045.259 Neuquén

Registrate gratis

Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora