Ceferino Namuncurá más allá de lo religioso: una memoria que interpela

La investigadora Ana Inés Barelli analiza cómo la devoción condensa la fe católica, las raíces mapuches y la memoria histórica. Al mismo tiempo explica por qué el beato es considerado un santo del pueblo en la Patagonia.

Más de un siglo después de su muerte, Ceferino Namuncurá sigue siendo una figura viva en la memoria colectiva. Ana Inés Barelli, doctora en Historia e investigadora independiente del Conicet en el Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio de la Universidad Nacional de Río Negro en Bariloche, destaca que su importancia excede lo religioso: es un símbolo social, cultural y afectivo de la Patagonia, que condensa la memoria indígena y la devoción popular.

Ceferino Namuncurá: el santo de la Patagonia


En Chimpay, miles de peregrinos llegan cada año para honrar a Ceferino. Pero su figura trasciende la fe católica: se volvió parte de la identidad patagónica. “Ceferino ocupa un lugar no sólo como símbolo religioso, sino también como símbolo afectivo en la identidad del territorio patagónico. Porque en él se condensa la fe cristiana católica -debido al proceso de evangelización forzado que transitó tras la Conquista del Desierto- y también las raíces indígenas mapuches. A nivel devoción ha sido considerado un santo popular y regional”, explica.

La investigadora destaca que esa dimensión simbólica es interpelante: “Me parece que Ceferino condensa la memoria que interpela no solamente al Estado, sino también a la Iglesia, por ese pasado de expropiación y genocidio indígena. En ese sentido, es un símbolo sumamente fuerte para nuestros territorios”.

La fuerza de la devoción a Ceferino no puede entenderse sin el peso de la memoria. “Está íntimamente relacionada con el pueblo mapuche, con las cuestiones territoriales en nuestra Patagonia, con el genocidio indígena, la expropiación de tierras y la necesidad de la Iglesia de generar un proceso de reconciliación con el pueblo indígena”, plantea Barelli.

“En los tiempos que corren, en la situación actual que es muy difícil a nivel nacional, los espacios de religiosidad y devoción crecen”

Ana Inés Barelli, Doctora en Historia, investigadora Independiente del CONICET/IIDYPCA/ de la Universidad Nacional de Río Negro (Bariloche)

Esa religiosidad popular surgió temprano: “Ceferino muere en 1905 y desde entonces los salesianos empiezan a juntar testimonios. En 1924, cuando se traen sus restos desde Roma a Fortín Mercedes, aparecen peregrinaciones espontáneas que después se trasladan y se desarrollan en Chimpay, el lugar donde nació. Eso es propio de las devociones populares, donde la Iglesia tiene poca injerencia. Creo que genera el impacto que genera porque es una devoción propia del territorio, que apela a la memoria histórica local”.

La figura de Ceferino también aparece como un vínculo entre mundos distintos. “Ese puente entre culturas está vinculado con la memoria que no olvida el genocidio indígena ni la evangelización forzada. Sin embargo, Ceferino es una suerte de vínculo con el excluido, con el expropiado, con esa posibilidad de sanación, si es que realmente es posible. Condensa esa posibilidad de acercamiento entre los pueblos”, reflexiona la investigadora.

Para la Iglesia Católica, Ceferino fue declarado beato en 2007. Para la Patagonia, es mucho más: “En realidad se lo considera santo porque los santos son de los pueblos. Las religiosidades populares funcionan así: son los devotos los que hacen crecer o no una devoción. Y en este sentido, Ceferino ha generado un impacto muy fuerte en la población, que lo considera santo a pesar de que la Iglesia lo reconozca como beato”.

La devoción, dice Barelli, crece en los momentos de dificultad. “En los tiempos que corren, en la situación actual que es muy difícil a nivel nacional, los espacios de religiosidad y devoción crecen. Históricamente siempre fue así: en los momentos de crisis, los pueblos se refugian en esas figuras”. Esa vigencia se explica también por la juventud de Ceferino. “Casi siempre los santos jóvenes generan fascinación. En el caso de Ceferino, su devoción empieza muy tempranamente y se sostiene a lo largo del tiempo”, apunta.

La investigadora compara su figura con otras devociones juveniles de la región, como la del Maruchito en la Línea Sur: “También es una devoción de principios del siglo XX que se sostiene hasta hoy. En ambos casos hay un atractivo vinculado con la corta edad y la juventud, que conecta con lo popular y con lo comunitario”.


Más de un siglo después de su muerte, Ceferino Namuncurá sigue siendo una figura viva en la memoria colectiva. Ana Inés Barelli, doctora en Historia e investigadora independiente del Conicet en el Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio de la Universidad Nacional de Río Negro en Bariloche, destaca que su importancia excede lo religioso: es un símbolo social, cultural y afectivo de la Patagonia, que condensa la memoria indígena y la devoción popular.

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