El Senado distinguió a una investigadora patagónica: halló en el erizo de mar, la clave para las secuelas de Covid

En Puerto Madryn, Tamara Rubilar detectó que los erizos de mar tienen una molécula que tiende a bajar la inflamación de las células, mejora el sistema autoinmune y es un potencial antioxidante. Esta investigadora del Conicet desarrolló cuatro productos que hoy se ofrecen en Argentina y Estados Unidos.

El Senado de la Nación hizo un reconocimiento a Tamara Rubilar, investigadora del Centro para el Estudio de los Sistemas Marinos (Cesimar) en Puerto Madryn, y declaró de interés los productos desarrollados en el ámbito de la biotecnología acuícola para tratar las secuelas de Covid-19.

El proyecto de “Erisea”, la primera empresa de base tecnológica del Conicet en Patagonia fundada por Rubilar, demostró que los extractos obtenidos de las huevas de erizos de mar cuentan con propiedades antivirales y antioxidantes y de esta forma, ayudan a la recuperación de pacientes afectados por secuelas del Covid-19.

Este camino comenzó en 2012, cuando nació su segundo hijo. Le detectaron una enfermedad autoinmune de origen desconocido que le desencadenaba alergias alimentarias y respiratorias muy severas. Rubilar solo pensó que no quería que su destino fueran los corticoides que, a largo plazo, le generarían otros problemas. Así fue que esta doctora en Biología se lanzó a la búsqueda de alguna solución posible.

Si bien estudiaba los erizos de mar, detectó que tenían una peculiaridad: poseían una molécula que tendía a bajar la inflamación de las células, mejoraba el sistema autoinmune y era un potencial antioxidante.

«Me puse a investigar esa línea y resultó que las huevas de los erizos de mar y los pigmentos tenían más de 40 años de investigación científica. En Rusia había dos productos farmacéuticos», contó esta investigadora del Conicet en Puerto Madryn que, de inmediato, se puso en contacto con los investigadores de Siberia.

Se hizo una captura de erizos de mar y se los cultiva en la planta de Madryn. Foto: gentileza

Le pidieron una muestra para ver si esos erizos tenían la molécula clave y al poco tiempo, lo confirmaron. «Desde 1647, en China se hablaba del poder de los erizos de mar para bajar la inflamación. De modo que empecé a hacer extractos en mi casa que consumía mi marido, luego yo y finalmente, mi hijo que pudo abandonar los corticoides. De pronto, mi marido me recalcó la importancia de que esto pudiera ayudar también a otros niños», señaló.

Rubilar contó su experiencia en su grupo de investigación del Cesimar y el desafío fue desarrollar biotecnología para no tener que matar los erizos de mar. «En Rusia los pescan y ahí sacan el extracto. Nosotros los mantenemos vivos, desarrollamos biotecnología y extraemos solo las huevas«, detalló. Puso como ejemplo que, en Rusia, tienen que matar 1,4 millón de erizos para extraer la misma cantidad que ella obtiene con 1.000 erizos vivos.

La molécula de los erizos de mar tiene propiedades antivirales y antioxidantes. Foto gentileza

La primera empresa de base tecnológica de Patagonia


Así, de una experiencia personal, nació Erisea S.A., la primera empresa de Base Tecnológica (EBT) en Patagonia en 2021, con licencia exclusiva de biotecnología acuícola del Conicet.

«A partir de ahí empezamos a trabajar en formulación. De hecho, con la pandemia, generamos una formulación para ayudar a la gente con secuelas de Covid en general«, dijo. Por ese trabajo puntual, recibió la distinción en el Congreso.

La planta de Erisea está en el Parque Pesquero en Puerto Madryn. Foto: gentileza

Cada 1.000 erizos de mar obtienen 4,5 millones de dosis diarias para cuatro productos que ya fueron aprobados por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) y hoy se venden en Argentina y Estados Unidos.

Uno de ellos sirve para aumentar la energía de las células, bajar la inflamación y ayudar a modular las alergias. Otro ofrece ácidos grasos Omega 3. Además del producto que aborda las secuelas por Covid y con otro se llevan a cabo pruebas médicas en enfermos cardiovasculares ya que están pensados para bajar el colesterol malo y los triglicéridos.

Rubilar aseguró que jamás imaginó el camino que tomó su investigación: «Creo que las circunstancias de la vida me llevaron a tomar decisiones de las que no me arrepiento. Yo ya trabajaba con erizos de mar en laboratorio. Jamás imaginé su posible utilización en humanos«.

Los erizos constituyen una población abundante de invertebrados en el Golfo Nuevo. Foto: gentileza

En este caso, el cultivo de erizos de mar se realiza en un laboratorio en el Parque Industrial Pesquero de Puerto Madryn. Si bien los erizos de mar constituyen una de las poblaciones más abundantes de invertebrados en el Golfo Nuevo, la decisión fue no pescarlos. En su momento, se realizó una captura autorizada por la Dirección de Fauna de Chubut y desde entonces, anualmente se lleva a cabo un monitoreo de la salud de la población. De esta forma, se descubrió que, en su momento, un derrame pesquero había generado la mortalidad más grande de esa población, por lo cual se evaluó la recuperación.

Desde un primer momento, Rubilar y su grupo de investigación se plantearon cómo impulsar esta industria nueva de la mejor forma posible. «Decidimos que si íbamos a fundar una industria nueva íbamos a hacerlo desde la economía circular y los protocolos de bienestar animal. Por eso, trabajamos bajo el enfoque de UNA SALUD, un concepto que se refiere a la interconexión entre la salud de los seres humanos, los animales y el medio ambiente», añadió.

Descubrió que las investigaciones sobre la molécula de los erizos tiene 40 años en Rusia. Foto: gentileza

«Hacemos acuicultura de erizos de mar, los cultivamos para que estas gametas acumulen polifemoles marinos -las moléculas antioxidantes que generan cascadas beneficiosas adentro de la células», sostuvo.

Hoy, la planta de Erisea cuenta con 6.000 erizos que se reproducen en otoño. Rubilar explicó que «generar individuos adultos es complejo y lleva tiempo, porque en cada etapa de la fecundación a la larva y la metamorfosis, las supervivencias son bajas, de un 10% aproximadamente, aunque más altas que en la naturaleza».

La línea de investigación se amplía y el objetivo es seguir generando formulaciones: en este momento el equipo trabaja en un proyecto internacional con la Universidad de Harvard en busca de moléculas naturales para distintos problemas de salud. Por eso, se realizan pruebas médicas para enfermedades autoinmunes.

Hoy, la planta de Erisea cuenta con 6.000 erizos que se reproducen en otoño. Foto: gentileza

Avance en secuelas de Covid, a través de Harvard


El suplemento dietario para abordar secuelas de Covid significó, para Rubilar, «una unión de la academia, la ciencia, los hospitales y los privados».

Surgió a partir de un proyecto internacional lanzado por la Universidad de Harvard en la pandemia con el objetivo de buscar soluciones para el Covid. «En el laboratorio tenemos un banco de muestras de moléculas y decidimos sumarnos al proyecto enviando extractos para demostrar que permitía bajar la carga viral de Covid«, señaló.

En ese momento, el objetivo principal era aplicar la vacuna, de modo que el hallazgo no prosperó en gran medida. Sin embargo, los resultados fueron publicados a nivel internacional.

«Cuando empezaron a aparecer pacientes con secuelas, nos contactaron del Hospital Muñiz, de Buenos Aires, para consultar si el producto podía ayudar en el proceso de inflamación y lograr bajar la carga viral», comentó.

Con una prueba médica realizada en los Hospitales Santojanni, Ramos Mejía y Muñiz, en Buenos Aires, comprobaron la recuperación de pacientes de síntomas como disnea (falta de aire), astenia (sensación de debilidad), fatiga, niebla mental, dolores corporales y afecciones respiratorias. «Tiene propiedades antivirales y antioxidantes. Hoy se vende con el fin de recuperar a los pacientes de Covid persistente en Argentina y Estados Unidos», comentó la fundadora de Erisea.

Se hizo una captura de erizos de mar y se los cultiva en la planta de Madryn. Foto: gentileza

El Senado de la Nación hizo un reconocimiento a Tamara Rubilar, investigadora del Centro para el Estudio de los Sistemas Marinos (Cesimar) en Puerto Madryn, y declaró de interés los productos desarrollados en el ámbito de la biotecnología acuícola para tratar las secuelas de Covid-19.

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