Neuquén en puntas: el salto de Aylín y Valentino hasta el Instituto del Teatro Colón

Los jóvenes viven el arte a flor de piel. Después de una capacitación intensiva en Nueva York el próximo, se viene un 2026 cargado de expectativa en Buenos Aires.

Desde Centenario y Neuquén Capital, dos jóvenes con historias de danza completamente diferentes se preparan para dar un gran salto hacia el Instituto Superior de Arte (ISA) del Teatro Colón. Aylín Ochoa Arakaki, de 13 años, y Valentino Difabio, de 17, son la prueba de que el arte no espera la edad ideal ni el momento perfecto.


Ambos alumnos de la escuela de Mónica Centeno-Rascovich audicionaron este año para llegar el templo máximo del ballet en Argentina. Los dos lograron asegurar sus vacantes: Valentino ingresó al “Curso de Varones de la Carrera de Danza 2026” y Aylín se unirá al tercer año del programa de ballet.


El encuentro de ambos jóvenes con la danza fue muy diferente. Con solo cuatro años, una película despertó el llamado de Aylín y desde entonces su vida gira en torno a la barra. Para ella, bailar no es solo una actividad, sino un refugio donde su mente puede “descansar” de la rutina.

Aylín baila desde los 4 años.


El camino de Valentino se inició apenas unos años atrás a través del teatro musical. La danza clásica, al principio, era solo un ejercicio de refuerzo, una herramienta técnica. Fue en ese entrenamiento estricto, adoptado por necesidad, donde descubrió que el ballet le resonaba “un poquito más” que otras disciplinas.

Escala en Nueva York


El impulso definitivo para que ambos se atrevieran a audicionar para el Instituto del Teatro Colón vino desde el exterior. El verano de Nueva York, con sus talleres intensivos de élite, se convirtió en un antes y un después en sus trayectorias.

Valentino descubrió el ballet a través del teatro musical.


Valentino, a finales del año pasado, se topó con una audición en Buenos Aires para la American Academy of Ballet (AAB). Fue a “ver de qué se trataba” y regresó a Centenario con una beca completa. En julio de este año, se encontró inmerso en un entrenamiento de cinco semanas, bailando 8 horas diarias, hombro a hombro con jóvenes que llevaban diez años de formación.


Fue un desafío agotador para alguien que había descubierto su verdadera vocación hacía tan poco tiempo. Se propuso disfrutar y “dejarlo todo”, convencido de que su futuro ya no estaba en la carrera universitaria que había pospuesto, sino en el ballet.


Aylín también conoce bien las exigencias de la danza en Nueva York. Viajó a la AAB dos años consecutivos (2024 y 2025) con una beca. Su experiencia en el intensivo de dos semanas le dio la confianza técnica necesaria. Fue precisamente una compañera de estudios, alumna del Instituto del Teatro Colón, quien la impulsó para inscribirse en la audición.

Aylín Ochoa Arakaki tiene 13 años. (Foto: Gentileza).

Un salto al templo argentino



Para ambos, el Colón se convirtió en el objetivo central de los últimos meses. La preparación fue intensa y demandante, no solo en técnica clásica, sino también en las materias complementarias. Los resultados llegaron con creces.


Ahora, el desafío es la mudanza. A fines de enero o principios de febrero de 2026, ambos dejarán sus vidas en Neuquén para instalarse en Buenos Aires. Para Aylín, el cambio significa separarse de su padre y su hermano, pero lo hace con la tranquilidad de que su madre la acompaña y con el respaldo total de su familia, quienes están dispuestos a “todo” para que persiga su sueño.


La mejor parte es que este camino no lo recorrerán solos. Ambos se sienten afortunados de haber entrado al Colón con amigos, habiendo construido un pequeño y valioso grupo de apoyo mutuo en el exigente mundo de la danza. Con su talento como equipaje y el apoyo de sus familias, Aylín y Valentino se preparan para tomar clases en uno de los escenarios más respetados del mundo.


Para Mónica Centeno Rascovich, la profesora que los preparó, la alegría de ver a Valentino y Aylín ingresar al ISA es la culminación de su misión. En el caso de Valentino, la maestra recuerda haberlo recibido en marzo, acompañándolo como a cada alumno que demuestra amar su arte: con mirada atenta, exigencia sana y una fe inquebrantable en su potencial.


En cuanto al recorrido de Aylín, sostuvo que la joven es la encarnación del compromiso y la excelencia, un camino que Mónica ha tenido el privilegio de guiar desde que la pequeña comenzó a los cuatro años.
“Ellos que ingresan al ISA posicionan al estudio, abren puertas para otros y crean una herencia artística”, enfatizó la docente con orgullo.


Desde Centenario y Neuquén Capital, dos jóvenes con historias de danza completamente diferentes se preparan para dar un gran salto hacia el Instituto Superior de Arte (ISA) del Teatro Colón. Aylín Ochoa Arakaki, de 13 años, y Valentino Difabio, de 17, son la prueba de que el arte no espera la edad ideal ni el momento perfecto.

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