Como curar el mal de amores

Un médico argentino asegura que puede curarlo con terapia

claudio andrade candrade@rionegro.com.ar

“Soy el remedio sin receta/y tu amor mi enfermedad” Andrés Calamaro El amor tal vez no sea una enfermedad pero las pruebas indican que “El Mal de Amores” (con mayúsculas y entre comillas) definitivamente lo es. Hasta tal punto resulta verificable el síndrome que hace siglos quedó registrada en los libros de historia una epidemia que asoló Europa: jóvenes de temple delicado y mirada perdida padecían atroces dolores provocados por la necesidad de amar y ser amadas. Las cosas no han cambiado demasiado desde entonces, al menos en lo referente a los síntomas. El mal subsiste. Sin ir más lejos, el viernes 29 de julio se “¿celebró?” el Día Internacional del Mal de Amores. Una rara paradoja que implica descorchar botellas en homenaje a un verdadero bajón. En internet los foros y las redes sociales no permitieron que el triste y desolado día pasara desapercibido. Puede que no todo esté perdido. Cerca de tan emotiva fecha, el doctor argentino Roberto Alejandro Jesús Aguirre Soler aseguró en su sitio web que podía curar el “mal de amores” en unas pocas sesiones, mediante una técnica que aúna antiguos y modernos métodos terapéuticos. Sabidurías de mundos distantes en el tiempo –de la aromaterapia a la transmisión de energía mediante electrodos, pasando por los efectos lumínicos– pero útiles para alcanzar un fin codiciado por muchos, acaso millones: sacarse de la cabeza al ser humano que los obsesiona. El respetado doctor, académico e investigador español, José Manuel Reverte, autor de numerosas investigaciones acerca de diversas etnias y sus culturas, coincide con la idea de enfermedad y cura respecto del “mal de amores”. Correo mediante le dice a “Río Negro”. “Creo que el mal de amores es una enfermedad y sí puede curarse. Las características en la Edad Media son diferentes de las actuales”. En su erudito trabajo titulado “El mal de amor”, Reverte consigna: “Una curiosa epidemia tuvo lugar a mediados del siglo XVII que afectaba solamente a las mujeres, especialmente a las jóvenes y bellas: el “mal de amor”. Al parecer, los tratamientos habituales de la época usados por los médicos no surtían ningún efecto. Las mejores noticias de este mal han llegado hasta nuestros días, a través de las obras de los más famosos pintores de la época, especialmente de Holanda y Flandes, donde al parecer atacó este mal con la mayor intensidad”. Aguirre Soler asegura que con su método “Neurostress”, la enfermedad desaparece sin dejar rastro. Y si la cura no se cumple, devuelve la plata a sus ex pacientes. “Está científicamente comprobado que todo en el universo es energía, el cuerpo humano, una estrella, el océano, las galaxias, todo está hecho de energía. El Método Neurostress es un sistema terapéutico basado en la asociación y combinación de energías, la lumínica de las imágenes, la de la música relajante, la del aroma, la del tacto con aparatología y la energía de la voz, de la palabra. Diseñado y preparado para lograr el reordenamiento de las emociones en desequilibrio”, asegura el mensaje institucional escrito por Aguirre Soler. El cóctel recetado incluye: medicina cuántica, estimulación magnética transcraneal, biomúsica, entre otros. Un mal necesario Hay científicos que aseguran que el “enamoramiento” está vinculado a la supervivencia de la especie. Un eslabón necesario. Una cita con el destino. Y el “mal de amores” vendría a ser una consecuencia dolorosa de lo primero. El daño colateral de una vocación mayor: que la humanidad continúe su marcha hacia el futuro. “Love Sick” es el nombre del libro publicado por el psicólogo clínico inglés Frank Tallis, quien tiene una postura radical acerca del amor y sus derivaciones. Tallis indica que el amor es un tipo de enfermedad mental necesaria para la que no tenemos ninguna cura. “Como psicólogo clínico, tengo la impresión de encontrar en esto a muchos de mis pacientes y no puede ser definido de otra manera. Se van con diagnósticos oficiales de depresión o disturbios de ansiedad, pero que son en realidad la específica experiencia del enamoramiento”, dice Tallis. Y agrega: “El diagnóstico del mal de amor es considerado legítimo y útil. Y se vuelve a lo que los antiguos médicos decían: pensar fijamente en el amado, tener melancolía, estado de éxtasis, violenta oscilación en el humor”. Según su punto de vista el amor resguarda al ser humano de su propia racionalidad, esa que indica la propia finitud y las complejas condiciones del hábitat al cual se traerá descendencia. Un problema matemático José Manuel Rey, profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad Complutense de Madrid desarrolló un modelo matemático que se encuentra basado en la segunda ley de la termodinámica y en ecuaciones de control óptimo utilizadas por la NASA para explicar de un modo científico y lógico por qué se deterioran y concluyen las relaciones sentimentales. El matemático propone una “Segunda ley de la termodinámica de las relaciones de pareja”, según esta es imprescindible un cierto esfuerzo para mantenerse juntos y probablemente unidos en lo afectivo. Rey indica que sostener el amor a largo plazo “es algo muy costoso y, con excepciones, casi imposible”. La única forma razonable, según este modelo, en que dos personas permanezcan juntas es mantener el equilibrio. Es decir, que ambos miembros se esfuercen sin descuidar el vínculo puesto que “la dinámica de las cosas y la inercia hacen que uno tienda a relajarse y a esforzarse cada vez menos”, explica Rey. Lo irónico es que el mayor esfuerzo siempre se observa al principio cuando el cielo parece pintado de rosa. Una verdadera droga Y ya que el amor podría ser un mal necesario o una ecuación, ¿por qué no compararlo con una verdadera droga? Según el doctor Armando Ferreira, del Departamento de Biología de la Reproducción de la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Iztapalapa, se puede establecer un paralelismo entre el consumo de drogas y los efectos motores y psíquicos que vive el enamorado ante el objeto de su amor. “La manera en que actúan algunas drogas es cómo actúa la pareja a nivel cerebral. Las drogas estimulan ese centro de placer y producen una especie de adicción. De la misma manera en que la gente se habitúa a tomar una droga por el placer que le produce, así nos acondicionamos a tratar de estar en contacto con el ser amado porque produce placer. Cuando esta persona desaparece sentimos la frustración, porque no hay esa liberación de dopamina y esa sensación de placer que produce el estar en contacto con la persona amada”, explica el especialista. Más cerca de la filosofía que de la ciencia, Alejandro Dolina ha escrito: “El amor depara dos máximas adversidades de opuesto signo: amar a quien no nos ama y ser amados por quien no podemos amar”. Conscientes de esta advertencia “doliniana” insistiremos en lanzarnos de cabeza al abismo del deseo.


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