“¿Y don Barato?”

En 1492 don Cristóbal salió del puerto de Palos para encontrar otro camino en el mar que le permitiera a España llegar a las Indias. Pasó las de Caín, Pilato y Judas. Es que el mar no se parecía al Guadalquivir. El 12 de octubre el vigía gritó: “¡Tierra!”. Cristóbal le contestó: “Pues, báñate”. Resulta que se acercaban a la costa, entonces él gritó “¡Indias!”. El cacique estaba lavándose los pies en el agua fresca y con cara de pocos amigos dijo en voz baja: “¡Yo te voy a dar indias!” y ordenó esconderse en el bosque. Don Cristóbal bajó y empezó a buscar pimienta, clavo de olor… ni el olor había. Imaginó que a la brújula se le había descargado la batería. Y pensó: “No llegué a las Indias, pero conocí indias y mal no la pasé”. El cacique estaba contento con los espejitos. Después llegaron los conquistadores del oro y para que no se oxidara se lo llevaron a España. Y aparecieron los comercios. Bar de Paco e Inés, los mellizos de Aranjuez; Posada del bailaor Manolo; comedor La Merluza, de Casimiro ¿y qué?; tienda La Única, aunque haya otros; Simón, el más querendón, ramos generales… También dijeron presente los locales: pulpería El escarabajo, con el precio más bajo; ropería La barata, nunca te irás a pata; parrilla El comilón, cada asado un atracón; Queso con gusano, para que invites a tu hermano; pastas Bacigalupo, para comer hasta no ver el pupo. Los precios eran razonables, creíbles y baratos. Llegó la “civilización” y logró incivilizar los precios. ¿Causas? La materia prima, suegra, cuñada o divorciada. Como hongos nacieron los mayoristas, intermediarios, exagerados, y don Barato pasó de buena salud a terapia intensiva. Creíamos que pronto podríamos verlo en los híper, en los mercados, quioscos, almacenes… pero, según rumores, fue secuestrado y murió… a manos de los piratas y, como piratas habrá siempre… Rafael Coronell, DNI 6.402.933 Centenario

Rafael Coronell, DNI 6.402.933 Centenario