“Si éste fuera un inicio de un intercambio de ideas, continuémoslo con los debates”
Me invita la nota de Alicia Miller, publicada en el “Río Negro” del 16/9/12, a anticipar un debate sobre la cultura organizacional de la Universidad Nacional de Río Negro, en la que me desempeño como directora General de Asuntos Académicos desde hace cuatro años. A esos efectos y dado que la autora elípticamente considera que mi posición como funcionaria es atributo de la relación familiar con el rector, me permito en esta carta acercar algunos comentarios sobre la nota. El nepotismo exige en su consagración como mala praxis el extremo de la lealtad, la “subordinación total”, con el propósito de taponar replanteos y críticas a la organización. Malograda ha sido entonces la práctica nepotista de designarme con una posición de Dirección General en esta joven institución: no se me han ahorrado cuestionamientos ni repliegues, tampoco ostento privilegios como no sea mi trabajo diario en Viedma, donde dirijo a un equipo de quince jóvenes trabajadores, y así tampoco he cejado la discusión con las autoridades, funcionarios, docentes y en los propios órganos colegiados de esta universidad. Conozco desde hace casi 20 años a Juan Carlos Del Bello y sé, como muchos, de su dedicación a la política pública, que exige igual pasión o más de los que lo acompañamos en su función como rector de una universidad del Estado nacional. Sin dudas ha sido una ventaja formarme con él junto con otros importantes actores del sistema universitario; gané en experiencia y solidez en el ámbito de la gestión porque aprendí con él a interpelar, a escribir y a discutir el fundamento que es la política universitaria. Volver a mi provincia habiendo participado activamente en el diseño de esta universidad exige, de una y de otros que volvimos, estar a la altura de esos sueños. Esta organización nacida hace cuatro años, con cerca de 9.000 alumnos, 62 carreras, 1.500 docentes, cerca de 200 no docentes y el despliegue de funciones en una provincia de 200.000 kilómetros cuadrados, se merece experimentar, llevar a cabo acciones, esperar las consecuencias, evaluar sus resultados y volver a experimentar. Los grandes resultados, la experimentación, el aprendizaje continuo y el posterior crecimiento del organismo, se sabe, no ocurren en las organizaciones nepóticas, más bien sus logros son limitados y controlados y se bloquea la experimentación. No se merece esta universidad ni su líder la ligera aproximación del comadreo cuando nos guía honrar los fondos públicos, consagrar el debate, trabajar con ideas y pasión que forjen en realidad el sueño de una universidad diferente pensada a finales del 2007 por el senador Pichetto. La historia de las universidades advierte que son la discusión y la negociación de sus actores la esencia misma de la institución medieval, siendo que la producción de ideas y conocimientos nuevos no puede llevarse a cabo sin ese debate. Si éste fuera un inicio de un intercambio de ideas, continuémoslo con los debates que atañen al deber y las responsabilidades actuales de las universidades estatales argentinas: el desempeño de los alumnos, la docencia atenta a una matrícula con desventajas de formación, el desarrollo de sus graduados, la pertinencia de los planes de estudios, la investigación comprometida con el desarrollo de la región, el compromiso con los sectores de la población que financian la universidad pero no acceden a ella. Mi abuela, que murió hace más de 20 años, fue una laboriosa y analfabeta rionegrina de un paraje cercano a Comallo, en la región de la Línea Sur, donde todo una vez fue postergación y abandono. Allí y en otras cuatro localidades comenzaron una vez más, hace unos días, las clases para el ingreso a la Universidad Nacional de Río Negro. Un saludo desde Viedma. Prof. Graciela Giménez, DNI 21.063.643 Directora General de Asuntos Académicos Universidad Nacional de Río Negro Viedma
Prof. Graciela Giménez, DNI 21.063.643 Directora General de Asuntos Académicos Universidad Nacional de Río Negro Viedma
Me invita la nota de Alicia Miller, publicada en el “Río Negro” del 16/9/12, a anticipar un debate sobre la cultura organizacional de la Universidad Nacional de Río Negro, en la que me desempeño como directora General de Asuntos Académicos desde hace cuatro años. A esos efectos y dado que la autora elípticamente considera que mi posición como funcionaria es atributo de la relación familiar con el rector, me permito en esta carta acercar algunos comentarios sobre la nota. El nepotismo exige en su consagración como mala praxis el extremo de la lealtad, la “subordinación total”, con el propósito de taponar replanteos y críticas a la organización. Malograda ha sido entonces la práctica nepotista de designarme con una posición de Dirección General en esta joven institución: no se me han ahorrado cuestionamientos ni repliegues, tampoco ostento privilegios como no sea mi trabajo diario en Viedma, donde dirijo a un equipo de quince jóvenes trabajadores, y así tampoco he cejado la discusión con las autoridades, funcionarios, docentes y en los propios órganos colegiados de esta universidad. Conozco desde hace casi 20 años a Juan Carlos Del Bello y sé, como muchos, de su dedicación a la política pública, que exige igual pasión o más de los que lo acompañamos en su función como rector de una universidad del Estado nacional. Sin dudas ha sido una ventaja formarme con él junto con otros importantes actores del sistema universitario; gané en experiencia y solidez en el ámbito de la gestión porque aprendí con él a interpelar, a escribir y a discutir el fundamento que es la política universitaria. Volver a mi provincia habiendo participado activamente en el diseño de esta universidad exige, de una y de otros que volvimos, estar a la altura de esos sueños. Esta organización nacida hace cuatro años, con cerca de 9.000 alumnos, 62 carreras, 1.500 docentes, cerca de 200 no docentes y el despliegue de funciones en una provincia de 200.000 kilómetros cuadrados, se merece experimentar, llevar a cabo acciones, esperar las consecuencias, evaluar sus resultados y volver a experimentar. Los grandes resultados, la experimentación, el aprendizaje continuo y el posterior crecimiento del organismo, se sabe, no ocurren en las organizaciones nepóticas, más bien sus logros son limitados y controlados y se bloquea la experimentación. No se merece esta universidad ni su líder la ligera aproximación del comadreo cuando nos guía honrar los fondos públicos, consagrar el debate, trabajar con ideas y pasión que forjen en realidad el sueño de una universidad diferente pensada a finales del 2007 por el senador Pichetto. La historia de las universidades advierte que son la discusión y la negociación de sus actores la esencia misma de la institución medieval, siendo que la producción de ideas y conocimientos nuevos no puede llevarse a cabo sin ese debate. Si éste fuera un inicio de un intercambio de ideas, continuémoslo con los debates que atañen al deber y las responsabilidades actuales de las universidades estatales argentinas: el desempeño de los alumnos, la docencia atenta a una matrícula con desventajas de formación, el desarrollo de sus graduados, la pertinencia de los planes de estudios, la investigación comprometida con el desarrollo de la región, el compromiso con los sectores de la población que financian la universidad pero no acceden a ella. Mi abuela, que murió hace más de 20 años, fue una laboriosa y analfabeta rionegrina de un paraje cercano a Comallo, en la región de la Línea Sur, donde todo una vez fue postergación y abandono. Allí y en otras cuatro localidades comenzaron una vez más, hace unos días, las clases para el ingreso a la Universidad Nacional de Río Negro. Un saludo desde Viedma. Prof. Graciela Giménez, DNI 21.063.643 Directora General de Asuntos Académicos Universidad Nacional de Río Negro Viedma
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