Carlos Juárez, un laburante

PAULA GINGINS

pgingins@rionegro.com.ar

Los datos de rigor indican que Carlos Juárez, el pintor, muralista y arquitecto, inaugurará una nueva muestra de pinturas mañana a las 20.30, con entrada libre y gratuita, en el espacio Paseo del Arte (Planas 4005) y que podrá visitarse durante todo el día (y la noche, mientras el casino permanezca abierto y los huéspedes del hotel quieran acercarse). Aunque, con la tranquilidad, sencillez y humildad que parecen caracterizarlo, el artista va más allá y adelanta a “Río Negro” que presentará “23 obras en formato grande, con técnica mixta –collage y óleo–”, eso que hace desde “hace mucho tiempo”.

La serie que el público de la región podrá disfrutar se llama “Laberintos”. Se trata de aquella que el plástico presentó alguna vez en el MNBA de Neuquén.

“En esta muestra que inaugura el sábado está lo más importante de la serie más tres trabajos, antecedentes de ‘Laberintos’, además de cuatro trabajos nuevos terminados hace poquito”, anuncia, siempre con una sonrisa.

–¿“Laberintos” es una síntesis de tu trabajo?

–Sí, claro. Hasta ahora sí. El laberinto, como símbolo, es una metáfora de la vida. De la vida y de la muerte. Son caminos que se recorren, una estructura mental o simbólica de los caminos de la vida, donde te podés perder, te puede comer algún bicho raro (risas) o podés encontrar una salida. En todas las culturas ha sido símbolo de transformación; como en la vida, uno va aprendiendo y se va transformando. Se supone que es un camino de mejoría espiritual. Esto no quiere decir que siempre dibuje o pinte laberintos: en ese lugar pasan cosas. En unos trabajos nuevos aparecen unas entidades, como apariciones en el laberinto. Y seguramente seguirán apareciendo entidades en este camino y seguiré trabajando con este tema, o con otros. No lo sé.

–En la obra de un artista plástico, ¿siempre se pueden encontrar los “temas” de su vida?

–Totalmente. Creo que en la región me conocieron por la serie “Ranchos”, que estuve trabajando muchos años, que comenzó con la zona rural de la cordillera, la conexión con lo mapuche y los pueblos originarios, y después continuó con las construcciones marginales de la ciudad, las villas miseria. Eso fue un hito, un período importante de mi vida, porque soy arquitecto y trabajaba en la erradicación de las villas de emergencia, entonces estaba íntimamente ligado. Después tuve una serie que se llamó “De la costa”, de acuarelas, que eran paisajes de la Confluencia. Hubo varias que tienen que ver con esto que decís.

–Decías que sos arquitecto. ¿Cuándo aparece el arte en tu vida? ¿O fue desde los inicios?

–Empecé a estudiar pintura a los nueve años y mi primera muestra la hice a los 18, antes de empezar a estudiar arquitectura. En Neuquén me dediqué en forma más profesional a la pintura.

–Si pensamos en Córdoba, en este momento hay una obra tuya que llevó el MNBA de Neuquén a partir de esta iniciativa de compartir el patrimonio del museo…

–Sí. La tradición es que quien hace una muestra devuelve la atención con una donación. Doné la que me parecía la obra más importante que había hecho: “Rogativa”. Este intercambio con el Museo Genaro Pérez y el Cabildo de Córdoba, en mi caso es representativo por mi origen, pero pasé más de la mitad de mi vida aquí y me siento neuquino. Para mí es un orgullo y un compromiso, porque exponer al lado de Kuropatwa, Doffo y el mismo Melé, un artista de trascendencia internacional como él, es un compromiso… de persistir en el trabajo y ser fiel a lo que a uno le gusta y a lo que uno quiere. Si hay un mensaje que dar, es ése: tener fidelidad con lo que uno siente, como es en cualquier actividad de la vida.

Los orígenes: un artista completo

Este artista plástico y arquitecto nació en 1952 en Bell Ville, Córdoba, y se radicó en Neuquén en 1981.

Juárez participó en cerca de 150 muestras colectivas e individuales en diversas galerías e instituciones educativas, sociales y culturales de Argentina, como el Centro Cultural Recoleta, el Palais de Glace, el Museo Sívori y el Museo de Arquitectura de la Ciudad de Buenos Aires, entre otras salas del resto del país.

Su obra fue seleccionada en siete oportunidades en el Salón Nacional de Artes Plásticas de la Secretaría de Cultura de la Nación, en diversas bienales patagónicas y en otros eventos artísticos nacionales. Además, obtuvo varios reconocimientos, entre los que se puede destacar el Premio Homenaje a Vicente Forte, del 83º Salón Nacional de Pintura (Secretaría de Cultura de la Nación), y los dos primeros premios en la Bienal Patagónica 2001 (Fundesur).

Entre otras cosas, ejerció la docencia artística en escuelas de la cordillera neuquina, realizó murales e ilustró diversos libros de poesías, cuentos y ensayos.


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