La lavandería: sistema financiero y dinero blanco
Como una breve ráfaga de viento, se extinguió en pocas horas de los medios de comunicación una noticia relevante aparecida hace algunos días. La AFIP denunciaba ante la Justicia al banco HSBC Argentina, a casas de cambio, compañías de bolsa, empresas diversas y, por cierto, a otras entidades financieras que no identificó. La imputación –en el caso del banco británico– es integrar una supuesta asociación ilícita diseñada para evadir impuestos y lavar dinero. Se trata de operaciones por cerca de 400 millones de pesos en las que el banco ocultó información sobre una serie de empresas que blanquearon millones a través de operaciones realizadas con la entidad. Las firmas compraron facturas truchas con cheques que luego depositaron en ese banco. Los movimientos se hicieron en cuentas asociadas a CUIT genéricos previstos en diversos aplicativos por la AFIP para atender situaciones especiales, lo cual dificulta controles. Las empresas clientas del banco compraban facturas apócrifas que los emisores de las mismas endosaban –sin cobrarlos– a las empresas compradoras, que los depositaban en el HSBC en “cuentas especiales” con un CUIT genérico que proveía la entidad financiera sin ser detectadas por el organismo recaudador. El año anterior la UIFI (Unidad de Información Financiera) aplicó dos multas por 47 millones de pesos al mismo banco por actividades de lavado de dinero, las cuales a la fecha se encuentran apeladas. Sobre finales del año anterior el Departamento de Justicia de Estados Unidos impuso al HSBC una multa de cerca de 1.900 millones de dólares por haber lavado dinero del narcotráfico mexicano, así como 327 millones al banco inglés Standard Chartered por operaciones de narcotráfico con Medio Oriente. Con anterioridad, el quebrado banco Wachovia, Citibank, Wells Fargo y AMEX, entre otros, han abonado multas por operaciones de lavado de dinero. Las multas, en realidad, son la salida elegante para evitar la pérdida de la licencia para operar en Estados Unidos y por montos irrisorios, pero en el caso del HSBC la triangulación con México, Islas Caimán –donde el banco abrió miles de cuentas– y Estados Unidos fue de tal magnitud que llevó al senador Carl Levin, presidente del Subcomité de Investigaciones del Senado, a afirmar que el HSBC “fue penetrado desde hace mucho tiempo por una cultura contaminada”. Veamos sintéticamente el origen de esa “cultura”. En la actualidad la producción de opio está deliberadamente concentrada en Afganistán, pero no siempre fue así. El opio se conoce en China desde hace milenios y es usado como medicamento desde hace aproximadamente 2.000 años a.C. para paliar los dolores de personas ancianas. El comercio de la droga fue iniciado en el siglo XVI por los portugueses y holandeses que lo transportaban desde Indonesia, donde se cultivaba. La producción y el tráfico masivo fueron desarrollados por el imperio británico desde la India a partir del siglo XVII, país que administraba la compañía British East India Company. Ésta abrió una oficina en la ciudad de Cantón –China– en 1715 y comenzó a inundar el país con opio. En 1783 el primer ministro británico Lord Shelbourne desarrolló hasta tal punto el negocio de la droga que lo convirtió en una de las principales fuentes de beneficios para la Corona, con sólidas alianzas con banqueros ingleses. En 1799 China prohibió la importación de opio, pero las compañías británicas lo omitieron y aceleraron el negocio, que se transformó en el principal artículo del comercio internacional hacia 1830. En 1839 las autoridades orientales se negaron a seguir permitiendo las importaciones ilegales de opio a las compañías inglesas. El emperador envió a Cantón un emisario para acabar con el ingreso del opio. El delegado imperial exigió la entrega de todo el opio almacenado y sitió militarmente el enclave europeo expulsando del país a los comerciantes británicos. Esto sirvió de excusa a la Corona para declarar la guerra a China y enviar su fuerza naval. La flota británica se apoderó de Shanghai y China perdió la guerra y se abrieron las puertas a los comerciantes de opio, declarado “artículo de comercio legítimo”. El país oriental pagó una indemnización y tuvo que aceptar que el puerto de Hong Kong fuese gobernado por los británicos, declarándolo “puerto libre”. Pero China continuó resistiendo el nuevo statu quo atacando barcos comerciales ingleses y franceses, cuyos países en 1860 declararon una nueva guerra del opio, invadieron Pekín y saquearon la ciudad. En esta segunda guerra del opio el país del dragón también fue derrotado. El emperador debió aceptar la presencia de tropas extranjeras en su capital, además de ceder totalmente Hong Kong y Macao a los británicos, autorizando la apertura de diez puertos para el ingreso y egreso de mercaderías. En 1860 los ingleses fundaron el Shanghai Hong Kong Bank of Commerce (HSBC) para gestionar los beneficios del negocio de las drogas. Volviendo al lavado de dinero, se trata de una actividad que se desarrolla por las modificaciones profundas en las finanzas internacionales con motivo de la globalización financiera y el libre flujo de capitales. Su canalización requiere de paraísos fiscales, países de escasa o nula tributación y ocultamiento de activos de origen ilícito. La organización Tax Justice Network (TJN), en su informe 2012, indica que los 12 primeros paraísos de lavado de dinero se encuentran en territorios occidentales, siendo el primero de ellos el estadounidense estado de Delaware, seguido por Luxemburgo, Suiza, las caribeñas islas Caimán y la City de Londres. TJN nos dice que esta ciudad es el centro de una gran red masiva de jurisdicciones secretas extendidas por todo el planeta desde la isla de Anguila en el Caribe hasta Hong Kong, Irlanda y Vanuatu en el Pacífico Sur. Los mecanismos más tradicionales para el lavado son el servicio de “banca privada” y corresponsalía bancaria. Banca privada atiende a clientes importantes, ofreciendo cuentas secretas en paraísos fiscales y financieros, guía de inversiones y asistencia tributaria, entre otros, con absoluta confidencialidad de las transacciones. La corresponsalía bancaria se realiza entre bancos, principalmente de Estados Unidos. Un banco extranjero que no tiene oficinas en ese país dispone de dinero para lavar de sus clientes y, en lugar de exponerse directamente a los controles estatales, abre una “corresponsalía de cuenta” con un banco norteamericano. Al establecer esa relación, la entidad extranjera recibe la mayor parte de los servicios ofrecidos por los grandes bancos. Estos bancos globales han establecido múltiples relaciones de corresponsalía con todo el mundo y así pueden realizar millones de transacciones electrónicas por día, tanto para sí mismos como para sus clientes en cualquier lugar, aun sin presencia física, siendo corresponsales de miles de bancos distribuidos en todo el planeta. Un dato anecdótico para concluir, que se relaciona con el inicio de esta nota: también en nuestra zona, desde hace meses, importantes bancos privados han ofrecido a empresas y particulares los mismos servicios financieros que el banco sancionado… ¡vaya paradoja! (*) Abogado, docente de grado y posgrado en la Facultad de Economía de la UNC
DARÍO TROPEANO (*)
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