El jefe y el empleado más antiguo
Julio Burgos posa para una foto con el brazo en jarra y lo cargan porque se va a notar que es “el jefe”. Ése es su cargo, jefe de división, desde el 2009, tras haber trabajado un año en el vivero municipal. Antes, estuvo dos décadas en el balneario. “Dejé el balneario por una cuestión de tranquilidad, acá es otra cosa. Allá se trabaja de lunes a lunes y además estaba a cargo de los tres balnearios”. En épocas de temporada llegó a tener a cargo cerca de 150 personas. Otra vez la tranquilidad, esa característica del vivero. Julio explica que, por semana, se riega una o dos veces, “depende de cómo esté el día”. Si hay mucho viento, jornada por medio. “Acá cada uno tiene su sector (invernadero de plantas de vereda, invernadero de plantas de interior, trabajo en campo sacando yuyos, transportando, o en el tractor que ahora está desmalezando en isla 132). Es todos los días casi el mismo trabajo”, explica. El más antiguo de los empleados del lugar es Abel Muñoz, que pasó de trabajar como pintor en las gamelas de un pozo de petróleo a plantar semillas en el vivero. “Trabajaba por mi cuenta, como pintor de obra. Después entré acá y me quedé. Es tranquilo, trabajo a conciencia y siempre hay algo para hacer. Ahora es temporada de siembra así que estoy sembrando arbolitos nuevos”, cuenta Abel. El proceso nace con la semilla, sigue con su traslado a macetas –cada vez mayores–, a medida que crece y termina en una plaza de la ciudad, o la vereda de una vivienda.
Julio Burgos posa para una foto con el brazo en jarra y lo cargan porque se va a notar que es “el jefe”. Ése es su cargo, jefe de división, desde el 2009, tras haber trabajado un año en el vivero municipal. Antes, estuvo dos décadas en el balneario. “Dejé el balneario por una cuestión de tranquilidad, acá es otra cosa. Allá se trabaja de lunes a lunes y además estaba a cargo de los tres balnearios”. En épocas de temporada llegó a tener a cargo cerca de 150 personas. Otra vez la tranquilidad, esa característica del vivero. Julio explica que, por semana, se riega una o dos veces, “depende de cómo esté el día”. Si hay mucho viento, jornada por medio. “Acá cada uno tiene su sector (invernadero de plantas de vereda, invernadero de plantas de interior, trabajo en campo sacando yuyos, transportando, o en el tractor que ahora está desmalezando en isla 132). Es todos los días casi el mismo trabajo”, explica. El más antiguo de los empleados del lugar es Abel Muñoz, que pasó de trabajar como pintor en las gamelas de un pozo de petróleo a plantar semillas en el vivero. “Trabajaba por mi cuenta, como pintor de obra. Después entré acá y me quedé. Es tranquilo, trabajo a conciencia y siempre hay algo para hacer. Ahora es temporada de siembra así que estoy sembrando arbolitos nuevos”, cuenta Abel. El proceso nace con la semilla, sigue con su traslado a macetas –cada vez mayores–, a medida que crece y termina en una plaza de la ciudad, o la vereda de una vivienda.
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