¿Quién era?

Redacción

Por Redacción

“El Gauchito Gil era un hombre que no quiso matar más gente en la guerra, se fue del Ejército, anduvo escondido y por eso lo mataron los soldados cuando lo agarraron (8 de enero de 1878), de camino lo colgaron (de los piez y cortaron su garganta) antes de llegar a Mercedes, aunque hasta el gobernador ya le había firmado el perdón”, explicó Ibacache. “Yo soy devota de siempre, estaba en Corrientes y me vine con mis 11 hijos y desde que estoy acá en Vista Alegre vengo al Gauchito; él no era mala gente, lo que sacó y robó era para repartirlo entre los que no tenían, para darlo a los pobres; y hasta le salvó al hijo de su verdugo (que tenía una enfermedad incurable) cuando lo estaba colgando”, dijo una mujer que hacía pan y tortas fritas a un costado del santuario junto con un grupo de devotas, todas vestidas de rojo. Las mujeres explicaron su devoción por el difunto, no dejaron de contar anécdotas de cómo había salvado a familiares de una mala muerte, los había resguardado de una enfermedad terminal o el milagro de protección para niños víctimas de una vida adversa y violenta. “Que vaya el saludo a toda la gente y los gauchos del norte neuquino, que allá lo quieren mucho”, dijo a modo de despedida una neuquina que llegó a primera hora al lugar. (ACE)


“El Gauchito Gil era un hombre que no quiso matar más gente en la guerra, se fue del Ejército, anduvo escondido y por eso lo mataron los soldados cuando lo agarraron (8 de enero de 1878), de camino lo colgaron (de los piez y cortaron su garganta) antes de llegar a Mercedes, aunque hasta el gobernador ya le había firmado el perdón”, explicó Ibacache. “Yo soy devota de siempre, estaba en Corrientes y me vine con mis 11 hijos y desde que estoy acá en Vista Alegre vengo al Gauchito; él no era mala gente, lo que sacó y robó era para repartirlo entre los que no tenían, para darlo a los pobres; y hasta le salvó al hijo de su verdugo (que tenía una enfermedad incurable) cuando lo estaba colgando”, dijo una mujer que hacía pan y tortas fritas a un costado del santuario junto con un grupo de devotas, todas vestidas de rojo. Las mujeres explicaron su devoción por el difunto, no dejaron de contar anécdotas de cómo había salvado a familiares de una mala muerte, los había resguardado de una enfermedad terminal o el milagro de protección para niños víctimas de una vida adversa y violenta. “Que vaya el saludo a toda la gente y los gauchos del norte neuquino, que allá lo quieren mucho”, dijo a modo de despedida una neuquina que llegó a primera hora al lugar. (ACE)

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