Alfabetismo: festejo con deudas mundiales

LAURA HOJMAN (*)

La celebración del Día Mundial de la Alfabetización encuentra a la Argentina con avances en la disminución de tasas de población analfabeta, especialmente en el Noroeste, a América Latina con 21 millones de niños y jóvenes que no asisten a la escuela o lo hacen precariamente y a uno de cinco adultos del planeta que no sabe leer ni escribir. Mientras subsisten en Argentina remezones de debates y polémicas respecto de la conveniencia del voto a los 16 años, sobre qué es participación y qué es militancia de estudiantes y acerca de cuál es la sutil línea que separa la política y el partidismo en la escuela, muchos jóvenes y adultos no tendrán ni siquiera el derecho en su vida personal y laboral por carecer de la mínima formación. En tanto en el país continúan los “gravitantes” debates, muchos niños y jóvenes, pueblos originarios y población considerada mayor no tendrán el mínimo acceso a una educación básica de calidad, que los considere personas competentes en lectura, escritura y cálculo, y les impedirá el aprendizaje posterior y el de los miembros de su familia. Las cifras de Unesco y Unicef señalan que en el mundo hay 61 millones de adultos que no saben leer ni escribir; que Sudán, en África, lidera el lamentable ranking y que en América Latina “urge” erradicar el analfabetismo. “La diferencia entre quienes saben o no escribir y leer es la diferencia entre la vida y la muerte”, reflexiona el ministro de Educación nacional, Alberto Sileoni. Precisa, además, que la primera gran dificultad que se encuentra ante las poblaciones analfabetas es “la vergüenza”. Por ello opina que “romper con esas barreras es un proceso de emancipación que implica extender la idea de que los derechos no son un privilegio sino algo que se merece”. María Ángela Parrello, directora Nacional de Educación de Jóvenes y Adultos, que lleva adelante los programas Encuentro y Fines sobre Alfabetización, considera que el alfabetismo “es un derecho humano fundamental por constituir un bien inestimable para el individuo y para la sociedad en su conjunto”. Sostiene además que un mejor nivel de alfabetización “representa uno de los principales indicadores del estado de desarrollo humano de un país”. Respecto a qué estrategias y herramientas adoptar para lograr la alfabetización de jóvenes y adultos, surge la opinión de Juan Eduardo García Huidobro, decano de la facultad de Educación de la Universidad Jesuita García Hurtado, de Chile, para quien también es un tema ligado a la estima personal. Huidobro sostiene que es fundamental “el aprecio social por quienes hacen el esfuerzo de alfabetizarse y la existencia de variedad de oportunidades acordes a la edad y vida de los analfabetos”. Considera que quienes hacen el esfuerzo de superar su situación de analfabetismo tienen que ser “mostrados como ejemplos de superación personal y como personas que nos aportan a todos” y resalta la necesidad de ofrecerles alternativas múltiples, más sistemáticas, colectivas y ligadas a actividades grupales para jóvenes que desertaron y más variadas e integradas a la vida cotidiana, para los mayores. En síntesis, los especialistas consideran la alfabetización no sólo como derecho humano sino que la aprecian también como instrumento de autonomía personal y un medio para alcanzar el desarrollo individual y social. Para ellos, las competencias que brinda son esenciales para erradicar la pobreza, reducir la mortalidad infantil, frenar el crecimiento demográfico, lograr la igualdad de género y garantizar el desarrollo sostenible, la paz y la democracia. (*) Periodista especializada en educación. Agencia DyN


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