Amadeo Encina, pasión y esfuerzo en la producción

Después de trabajar durante más de 70 años y jubilarse en la coordinación de la actividad frutícola, publicó un libro con sus ricas memorias.


Neuquino asentado en la provincia del Rio Negro, plasmó sus memorias en un libro Lo que el tiempo me dejó, que su hija -profesora y poeta- Thelma prologó. Lleva el mismo nombre que su padre, mendocino. Su mamá era Brígida Torres, nativa de Las Ovejas.

Amadeo nació en Loncopué en 1933: su padre se dedicaba a la actividad rural y fue matarife, mientras que su madre tenía una quesería. Cursó la Escuela Primaria en Contralmirante Cordero, en la Escuela 135: “Recuerdo a las señoritas Mirolli. Las veía desde lejos cuando apenas yo tenía siete años. Ellas eran muy distinguidas y se transportaban en un sulky muy lujoso (…) Las señoritas donaban la comida y la ropa a la escuela N° 135 de la localidad mencionada o también llamado kilómetro 1212, donde yo cursaba la escuela primaria. Iba a caballo desde el puente El 15 al 1212”.

Amadeo se desempeñó siempre en la actividad frutícola. A los 17 años se postuló para embalar fruta: en ese momento le dijeron que era muy joven para un trabajo tan dinámico. Sin embargo, le brindaron la oportunidad de un período de aprendizaje y prueba. Se convirtió en un embalador de primera de manzanas, peras y otras frutas, oficio que transmitió a otras generaciones. De esta manera fue forjando una trayectoria en la actividad frutícola hasta que comenzó a ser elegido como encargado de personal en diversas Plantas de Empaque en Río Negro. En sus últimos años de trabajo tuvo la responsabilidad de coordinar en la firma Expofrut de General Roca, donde continuó capacitándose hasta su jubilación. “Amadeo Encina, un hombre laborioso, seductor, soñador, decidió compartir el recuerdo de algunas de sus andanzas. Después de trabajar durante más de setenta años y jubilarse en la coordinación de la actividad frutícola, no ha cesado de contar experiencias de su vida. Entre asados, mates, rondas con familiares y amigos, Amadeo cuenta y cuenta…No cesa de contar” escribió su hija Thelma: “Me impresiona y me maravilla la precisión de cada detalle en el recuerdo y la lucidez inmediata para retrotraer las hazañas pasadas. Él recuerda personas, paisajes, lugares, animales, acciones y diálogos como si los estuviera presenciando o participando de esas escenas en el momento presente. La riqueza de la descripción es fortalecida por la ternura que abraza al relato y lo envuelve de espontaneidad.”

En uno de sus relatos, Cuando fui a buscar a la novia, cuenta cuando tuvo que ir a Chelforó a buscar a Emilia, su futura cuñada, en dos caballos, porque, según la tradición, la novia no podía estar a solas con el novio antes de casarse. Emilia luego le daría 9 sobrinos.

Numerosas anécdotas enriquecen el libro, por ejemplo, la narración de un bandido de apellido Silva que huyó en un caballo propiedad de Juan Bautista Bairoletto: “Este hombre fue el baqueano más rebelde del sur. Algunos dicen que no respetaba la ley para ayudar a los más pobres.” Apasionantes relatos se entrecruzan, como la curación del Morito, un caballo que presumían loco, la mudanza de la familia a Ingeniero Huergo, el hallazgo de un huevo de avestruz, o la vida en Gobernador Duval: su padre trabajaba en la estancia de Vicente Ruiz. Cuando Amadeo tenía 25 años, trabajaba con su amigo Rubén Echegaray en el Club Social y Deportivo Ingeniero Huergo: Amadeo era barman y mozo. Como no había música compró una radio, que aún conserva, en la que escuchó los radioteatros de Jorge Edelman que personificaba al bandido mencionado.

Uno de los relatos se refiere a la aparición de un lobizón, una noche cuando iba a visitar a un amigo: “Yo pensé que era un perro grande, pero me llamó la atención porque cada vez se acercaba más a mí y cuando vi que venía y no se desviaba, me sorprendí. Amagué con un gesto para asustarlo: el perro, a un metro de distancia-, me siguió y en un abrir y cerrar de ojos, lo vi a media cuadra, donde dobló en un puente y siguió viaje”. Apenas dos o tres anécdotas del libro donde Amadeo moldeó-letra por letra- con precisión y rigor, una vida entera, una vida de pasión, esfuerzo y sacrificio.

Beatriz Carolina Chávez


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